miércoles, 1 de febrero de 2017

Supuesto Negado: Platón se muere en una Universidad venezolana


Por Indira Carpio Olivo

Estaba un día caminando Aristocles en La Academia, preocupado porque el HCM no le alcazaba para operarse una rodilla. Tropezaba de una columna a otra. La filosofía no se derretía en la arepa, la ética insuficiente, incluso más que la retórica, no abonaba el campo, no hacía madurar el aguacate ¿Para qué servía tanta habladera de güevonadas, si a la hora de la chiquita, se moriría como se muere la carne de todos?
Hubo de levantar la idea, a la que no se la come la tierra y con ella un edificio, la academia como la iglesia, un muro de piedras, un contenedor de lo que no se puede contener, y se transformaría su idea en una para moldear al hombre a imagen y semejanza del estado de las cosas.

¡Menos mal que uno se muere, Platón!
---
Son las seis aeme, Valeria duerme en los bancos frente a la Escuela de Comunicación Social. Viene de Barlovento. Da los golpes que Aristocles, pero de bus en bus desde las tres aeme, para llegar a la Universidad Central de Venezuela (UCV). Espera sean las siete y cuarto para desgajar la naranja en el comedor, untar el pan con la mermelada y la lonja de queso. A las ocho menos cuarto tiene clase de Castellano. Cinco años viene y va en los mismos tumbos. Los perros la conocen, los vigilantes la cuidan. Se duerme profundo durante treinta minutos, se incorpora, se alisa las greñas que se le arremolinan sobre las orejas y en el ritual crece, y se transforma en mujer. Valeria sabe cumplir las pautas. Pronto se convirtió en periodista y escribe lo más bien, según el medio que la emplee. En la UCV la domesticaron para ello.

Valeria “le costó” al Estado 807 mil 867 bolívares durante su último año en la UCV.
Según datos aportados por el Ministerio para la Educación Universitaria Ciencia y Tecnología, en 2016 las 65 instituciones universitarias (las 55 universidades y los 10 Colegios e Institutos Universitarios) recibieron del Gobierno Nacional 420 mil millones de bolívares para el pago de sueldos, salarios y beneficios laborales, los gastos de funcionamiento, los servicios, la compra de activos, becas, institutos de previsión, los cárnicos para el comedor (a diario, 213 mil 352 almas comen en los comedores univeristarios), entre otros.
La población universitaria rondó el millón y medio, y la asignación de los recursos varía según la matrícula. Así, las Universidades Central de Venezuela, Simón Bolívar, del Zulia, de los Andes, la Bolivariana, la Pedagógica Libertador, la de Oriente, todas recibieron una mayor financiación.
En 2014 la Unesco ubicó a Venezuela en el quinto puesto de los países en el mundo con mayor matrícula universitaria, detrás de Cuba en Latinoamérica. Para entonces, la municipalización de la educación “superior” estaba a cargo de la Misión Sucre, que tenía como objetivo descentralizar e incorporar la población “flotante” del sistema educativo en Venezuela. A la fecha se habían creado 42 universidades.
---

Cinco años -mínimo- tarda una persona en desarrollar una carrera universitaria, cinco años en “prepararse” para cumplir las pautas de ascenso social que se legitiman en el claustro.
“Ciertas cláusulas misteriosas de un misterioso contrato social le asignan a la universidad la misión de formar y proporcionarle al Estado y a las corporaciones los profesionales que han de dirigir su funcionamiento. Con semejante responsabilidad a cuestas todo el mundo va a aceptar que es importante y necesario financiar y mantener universidades” razona José Roberto Duque sobre la pertinencia de estas instituciones en el contexto actual de la nación. Es “inexorable” la existencia de una institución que programa a las mujeres y los hombres que harán girar la rueda.
Decía Salvador Allende sobre los jóvenes viejos que pretenden de la universidad un título “les da rango social y el arribismo social (...) dramáticamente peligroso, les da un instrumento que les permite ganarse la vida en condiciones de ingresos superiores a la mayoría del resto de los conciudadanos”.
Los trabajadores y los obreros pagan la educación que no llega a sus hijos, porque la mayoría para entonces, cuando Allende daba el discurso en la Universidad de Guadalajara, y la mayoría hoy, son los hijos de la clase media y la clase alta, los que pueden estudiar, comprarse un cupo en la universidad, la posibilidad de ascenso, para resolver sus aspiraciones personalísimas.

En la actualidad, una unidad de crédito para cursar una materia en la privada Universidad Metropolitana cuesta 23 mil 261 bolívares, según su página web (http://www.unimet.edu.ve/costo-de-matricula-1617-2/). Siendo que una materia comporta tres unidades de crédito, un estudiante paga por materia 69 mil 783 bolívares sin los seguros, inscripción, matrículas y gestiones, que terminan sumando 86 mil 860 bolívares. Si inscribiese tres materias que alcanzan hasta las nueve unidades de crédito, podríamos estar hablando de que un trimestre en la Unimet costaría 226 mil 436 bolívares.
En la pública Universidad Central de Venezuela, los estudiantes pagan 12 Bolívares por semestre. Pero la venta de cupos varían según la carrera. Un cupo para Medicina ronda los quinientos mil bolívares, por ejemplo.
A día de hoy, el sueldo mínimo está en 40 mil 638 Bolívares más 63.720 de los tickets de alimentación suman un total de 104.358 bolívares ¿Qué obrero puede inscribir a sus hijos en universidades privadas, o pagar por un cupo en las máximas casas de estudios?

Pero en el actual estado de las cosas, ni la universidad es garantía. Una especie de darwinismo aplica a la obtención de títulos, porque en el capitalismo mientras más se tenga más se puede llegar a ser. Y no.
“El mito del progreso que prometió el capitalismo decimonónico y sobre el cual creyó haber escrito el punto final el (ahora) fallido Estado de Bienestar en Europa, nos hizo creer que siempre vendrán tiempos mejores y que esos tiempos llegarán pronto por acción de la ciencia y de la técnica”, sobre esa oferta se fundamenta la reedición de la universidad como la panacea para el desarrollo, explica Zhandra Flores, profesora universitaria. “Por otro lado, el capitalismo se aprovecha de la sobrecualificación laboral. Es habitual que los empleadores exijan competencias académicas elevadas a los postulantes, incluso para ocupar puestos de trabajo cuyas tareas asociadas no requieren de tales especificidades para su ejecución y a cambio pagan una miseria a personas cada vez más jóvenes y cada vez más cualificados. Competencia, le llaman”.

Lejos de desaparecer
Se murió Platón, Aristóteles, se murió La Academia. Volvió a nacer. Le prohibieron a la mujer entrar. Las mujeres entraron. Llegó la imprenta y nunca se fue. Los medios poblaron las aulas. Llegó el Internet (aunque el Internet el algunas universidades públicas sea una mueca).
Cuando Internet se masificó, se decretó el apocalipsis para los periódicos. Estudiaba en la Universidad, y todavía se debatía al respecto, que si la muerte de la prensa, que si los textos multimedia, que si los diseños “amigables”, que si esto, que si aquello. Nunca se dijo que se moriría el oficio. Sino que se redimensionaba.
Algo similar ocurre con la Universidad, un recinto que se reinventa conforme evolucionan las herramientas.
En palabras de la profesora universitaria Rafaela Cusatti, la Universidad hace uso de los recursos tecnológicos en el ejercicio de su rol, “un proceso de adaptación que se cumple para el interés del sistema y la pervivencia de los valores de este”.
“Internet, hasta ahora, no reemplaza las capacidades humanas de pensar, de jerarquizar, de estructurar y de producir información” sino que las redimensiona opina Flores.
“No hay un solo aspecto de la vida que no se transforme bajo la actual inmediatez y virtualidad de las comunicaciones”, agrega el periodista y también profesor Hernán Carrera, para quien “la universidad, y en general la institución educativa, es irremplazable”, porque “un país, una sociedad que pretenda avanzar, no puede confiarse en la prodigalidad ocasionalísima de un óvulo y un espermatozoide que confluyan en humano milagro. Tiene que apostar por la formación de ciudadanos capaces”. Los genios, parafraseando a Carrera son una excepción. Y, lo único para lo que sirve el Internet en las aulas de la Escuela de Comunicación Social en la Universidad Central de Venezuela, donde es profesor, es para que los estudiantes encuentren una “perfecta sinonimia entre los términos 'investigación', 'wikipedia' y 'corta-y-pega'”, bromea.
En lo que sí es tajante es sentenciar que los cambios en la Universidad tienen que poceder desde su médula. “La lucha es adentro. De la misma idéntica manera en que no se pueden crear sindicatos desde un ministerio, ni pintar Guernicas ni operar corazones desde las burocracias, quien quiera transformar nuestra universidad, como institución, como sistema, no tiene otro camino que metérsele adentro y no dejarse moler: romperle a fuerza de conocimiento, a fuerza de pensamiento, a fuerza de tesón y persistencias, sus jodidísimas burocracias y anquilosamientos”.

---
Aristocles Rincón suda la gota gorda. Fue asignado por el Sistema Nacional de Ingresos para estudiar medicina en la Universidad de los Andes durante el año 2015. Ese mismo año, profesores de la universidades públicas deciden paralizar las actividades desde septiembre hasta diciembre, ocasionando la pérdida del año académico para Aristocles, quien recientemente inicia de nuevo su formación, no sin conatos de paro que inauguren el 2017.
Aristocles estudia desde que tiene memoria. Tiene toda su vida en la academia. En promedio, los seres humanos pasamos entre 16 y 20 años en instituciones educativas (cuando nos instuimos en la Universidad) para luego gastar ocho horas diarias en el trabajo, treinta años más, hasta la jubilación.

¡Cuánta impertinencia! Cuando uno ya “es alguien en la vida” resulta que se le acaba.
¡Menos mal que uno se muere, Platón!

No hay comentarios:

Publicar un comentario