¿Cuántas mujeres te han querido
“salvar”? ¿quien te quiere “salvar” está “salvada”? A
Melanija Knavs la quieren salvar las feministas blancas anglosajonas
liberales que no han querido-podido-sabido salvar a las mujeres
afganas, sirias, iraquíes de sus bombas, o a las afrodescendientes,
hispanas, musulmanas, del acoso de sus iguales en su propio
territorio. La quieren salvar mujeres en sus jaulas.
A la inmigrante, ahora esposa del
presidente de Estados Unidos, le han dado hasta con el tobo, que si
fue ilegal, que si es una puta, que si el hijo es retrasado, que si
está obligada, que el marido le pega. Digamos que Trump, un idiota
máximo, el máximo de los idiotas, ha llegado a la presidencia en un
momento en el que el sistema pone y depone a los más grandes titanes
de los negocios en los tronos presidenciales (ver caso argentino,
brasileño, la promoción de Lorenzo Mendoza en Venezuela). Digamos
que Melania aplica como mujer florero. Digamos que sufre el síndrome
de Estocolmo (pero ¿quién no en EE.UU?). Digamos que está en la
Casa Blanca “obligada”, atentida por miles, “secuestrada” por
los diseñadores, una modelo que “odia” que la atención se
centre sobre ella. Digamos que no la enreja (como a tantas, paro no
generalizar) el patriarcado.
Digamos que no hubiese ganado Trump,
sino Hillary ¿saldrían las feministas a salvarla del
marido-viejo-verde? ¿se levantarían las feministas cuando su
candidata exclamó “Vini vidi vinci” al matar a
otro presidente en Libia, llevándose por delante familias enteras?
Los feminismos a conveniencia hieden.
De padre chofer (comunista) y madre
costurera, Melania nació en la Eslovenia de Tito. Cualquiera que la
mire no podría ni imaginarse un origen más humilde. Para lo único
que aparentemente le ha valido su raíz ha sido para negarla. Ahora
bien, para qué nos sirve este dato a algunas mujeres. Pregúntese
bajo qué preceptos está criando a su hija, porque aunque no esté
en el ADN, una niega o repite a su madre, a su padre, y hay algo en
los hijos de los pobres, de los revolucionarios, de la gente de
izquierda que muchos descendientes niegan.
Sino me cree, mire al hijo de Fabricio
Ojeda, a quien le disgusta que los restos de su padre sean
trasladados al panteón nacional (donde reposan los héroes de la
nación) por el gobierno venezolano, a quien compara con la dictadura
que mató a su progenitor. Algo no estamos haciendo bien.
Ese algo incluso puede ser el hecho
mismo de parir, de traer al mundo a personas que nos repitan, repitan
o nieguen. Que sean más los que repitan al corrupto y menos los que
repitan a la costurera ¿Qué de malo hay en ser costurera? ¿qué de
bueno hay en firmarlo todo como revolucionario (la minería
“ecológica” por ejemplo) siendo más de lo mismo, la misma
cagada con otro collar?
Digamos que por nuestras
contradicciones nos conoceréis.
Digamos que Melania es tan libre como
usted, como yo. Digamos que unas jaulas pesan menos y otras más.
Digamos que pasamos de una jaula a otra a conveniencia. Digamos que
ser mujer es una jaula. Digamos que ser humano es una jaula ¿Como
podemos señalar en otra lo que en nosotras no está resuelto? Demos
tiempo a Melania para que cometa sus propios errores y miremos cuánto
de Melania hay en nosotras. En un verso: mírese el culo antes de
criticar el ajeno.
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Por último, Donald Trump es un
xenófobo, sexista, un cerdo capitalista. Y ahora también,
presidente. Pero es principalmente un bocón. Es decir, un hombre de
showbusiness acostumbrado a las polémicas y el espectáculo, al que
en algún momento lo harán entrar por el aro. La guerra a muerte
contra Trump no tiene que ver con su xenofobia (¿quién guerrea
contra las políticas xenofóbicas de la Unión Europea?) ni contra
su sexismo (¿quién le guerrea el marido de Hillary?), sino con una
suerte de indefensión de todas y de todos, con un no saber a qué
atenerse, o simplemente atenerse a lo peor.
Cambiemos el objetivo. La causa no es
Melania, la causa es usted, soy yo, somos todos: #FreeWordl.
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