miércoles, 29 de febrero de 2012

Las muertes chiquitas (documental)



Las muertes chiquitas de Mireia Sallarès (Documental 4 hrs)
 
La práctica del placer y el ejercicio de la violencia, desde el punto de vista femenino (…) el descubrimiento de saber que en México, a veces al orgasmo, también se le llama La Muerte Chiquita, este juego de palabras (...) sirvió de inicio para un proyecto que no sólo quería indagarse sobre los orgasmos de las mujeres, sino también sobre la violencia y la muerte. 
Sobre las experiencias sincronizadas de la metáfora y de la realidad del placer y la muerte en el día a día del México contemporáneo.

El cuerpo de la mujer (documental)




Fuente: http://www.youtube.com/watch?v=1teAJZE1ark
 
EL CUERPO DE LAS MUJERES es el título del documental de 25 minutos sobre el uso del cuerpo de la mujer en la televisión. 
Empezamos de una urgencia: La constatación que las mujeres, las mujeres reales, están desapareciendo de la televisión y que son reemplazadas por una representación grotesca, vulgar y humillante de una máscara. 
La pérdida nos parece enorme: la cancelación de la identidad de las mujeres ocurre bajo la mirada de todos, pero sin que haya una reacción adecuada, ni por parte de las mujeres mismas.
A partir de aquí, se abrió camino la idea de seleccionar las imágenes televisivas que tuvieran en común la utilización manipuladora del cuerpo de las mujeres para contar lo que está pasando no sólo a quien nunca mira la televisión, sino a quien la mira, pero "no ve". 
El objetivo es interrogarse y preguntar sobre las razones de esta cancelación, un verdadero "pogromo" del cual somos todos espectadores silenciosos. 
Luego, el trabajo puso de relieve la cancelación de los rostros adultos en la televisión, el uso de la cirugía estética para cancelar cada huella del paso del tiempo y las consecuencias sociales de esta remoción.
Traduccion de Chiara Bagnoli

martes, 28 de febrero de 2012

No soy Sancho

Por Indira Carpio Olivo/ indiracarpio@gmail.com/ @icarpio

Me ha pedido el quijote que lo saque de su certeza: que dilucide si su nombre se escribe con J o con X. Lo que no sabe el intrépido es que no funciono a pedido. Se me traba la cadena de la bici, mi rocín, y ando a pie, luchando contra el edificio que da la hora, de donde mismo nace el sol, y estoy ciega.
Para el hidalgo caballero es muy importante escribir su nombre debidamente y sabe que la equis lo anularía. He allí la respuesta.

Sancho resguarda al Quijote-Quixote











domingo, 26 de febrero de 2012

La ducha fría


Por Indira Carpio Olivo/ indiracarpio@gmail.com/ @icarpio
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-Indi, mi mamá me despertó con una toalla de agua fría en la cara
-Y, eso ¿por qué?
-Porque no me quería despertar
-Que mal, nena, ¡lo siento!
-Yo le dije que era mala y que eso no se hacía y ella me dijo: “No te hablo más”.
A veces no hay más nada qué decir que: “Lo siento, nena”.

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El cuerpo es la forma y la mente, el fondo.
A un cuerpo se le puede marcar con herraje como al ganado; se le puede forrar para las temperaturas más bajas; se le puede perforar, torturar, acariciar; puede crecer, rebajar; al cuerpo se le puede arrojar una jarra de agua fría por la mañana, para que la mente se despierte. El cuerpo puedo resistir.
Al final, la mente es la que siente más o siente menos, la que se quiebra y puede apenarnos, porque hasta el dolor es una construcción cerebral y la edificación de los recuerdos un cajón sin fondo, que continuamente guarda una carta bajo la manga.
En nuestra “civilidad” descosimos el cuerpo de las personas con esquizofrenia, le aplicamos electroshock, les quemamos [el frío también abraza] a quienes no se despertaban de los tiempos bárbaros que corrían.
El cuerpo padece, la mente sufre y custodia. La memoria reserva los momentos felices y también los malostratos a los que fueron expuestos desde la raíz, hasta los frutos del árbol genealógico, de eso que la cultura llama: familia.
Y si, la mente cicatriza como el cuerpo, forma callos, pero no calla.
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duchas frías para los locos
duchas frías para bajar la calentura
duchas frías para apagar el deseo
¡Después no se lamente!
No sé, la mente
No se lamen té

jueves, 23 de febrero de 2012

El sueño, la trampa


Por Indira Carpio Olivo/ indiracarpio@gmail.com/ @icarpio
Coincidimos las 4: sin empleo. Así pasó que decidimos irnos al sur. Teníamos dónde llegar: la casa de una amiga. El viaje transcurrió sin mayores referencias; nos dormimos si, soñamos también.
Al descargar las maletas en la entrada del edificio de nuestra amiga en común se abrieron las puertas. Subimos 9 pisos que, con mochila en hombros, se duplicaron.
Al pisar el escalón número 179 no nos funcionaba ningún tipo de esfuerzo para respirar. Nos sentamos y cuando recuperamos el color, le pregunté a la mayor de nosotras por qué se le ocurría a la gente sacar los cajones de los aire acondicionado hacia las escaleras.
En un acto didáctico, la mayor de todas se subió a un artefacto de esos para hablar del individualismo y cayó por el hoyo contiguo, 9 pisos abajo. No podíamos creerlo. La menor de nosotras reía nerviosamente, mientras la otra y yo, llorábamos y gritábamos.
Me asomé en el hueco donde cayó la mayor y sólo había oscuridad y una espiral de un grito asfixiado que me explotó en la cara, largándome hacia atrás. Caí de golpe, sólo para enfocar a través del caracol de escaleras a una señora de unos sesenta y tantos años de edad subiendo de puntitas, agarrada del pasamanos del piso número 7, con una pistola de tres balas, en las que se inscribía el nombre de cada una de las sobrevivientes.
No sabíamos cómo pasar a la casa anfitriona. Antes de que la mayor cayera, incluso antes de ver a nuestra anciana agresora, no hubiésemos intentado entrar. Pero ahora se nos iba la vida en ello.
Tampoco pensamos en subir más escalones. Las emociones se concentraron en abrir la puerta con un alfiler. Cosa que la otra logró, después de la primera bala contra la menor de todas.
Al entrar, cerramos la muralla con una llave, que muy bien podría haber sido el hazmerreír de su gremio. Tan pequeña era que no servía ni para cerrar un diario.
La otra fue golpeada por una bala en el ojo derecho, mientras intentaba girar por vez número dos la llave mínima.
Yo, corrí hasta el último cuarto y cuando abría la puerta, en la pared estaba dibujado con detalle, desde el desempleo hasta la muerte de la otra. Sólo faltaba que me diera vuelta para encontrar la mía.

[Éste es el cuento de un sueño con mis amigas Rebeca Castellanos, Vanessa Gutiérrez y Yurleis Infante]



La libertad [momificada]


Por Indira Carpio Olivo/ indiracarpio@gmail.com/ @icarpio
Libertad, una minifalda postmortem, el albedrío de los falsos caminos; una hierba deslavada que se usa y se tira, la letra insomne en la hoguera, la violación de la vida que no da vida, que no crece, la célula en los cuarteles, en el desierto, temerosa de convertirse en la monstruosidad: lo humano. La libertad, lo mismo que nacer, una arbitrariedad; así el sexo: lo mismo una daga que una grieta, cuando el tiempo no se excusa al pulverizar los huesos en abono. La libertad no es y te niega cuando la luchas, convertida en jinete, en espada, en tanque o en resortera, en piernas que se muestran a los faros por las noches para violar los catres que reposan sobre las espaldas del prejuicio. Ay, libertad la de la oruga que cuando muda deja de morir. Encomendada está la libertad para un taxidermista.

Fräulein, Rouilly le Bas, 2002 Ellen Von Unwerth

Vendimia


Por Indira Carpio Olivo/ indiracarpio@gmail.com/ @icarpio
Lo seguía como sigue el girasol al astro
Ahora se tapa el rostro con el antebrazo
en la huída de la luz
exige si, el salario de sus penas
por lustrar los escritorios y llorar a destajos
por la flama por la llama por las llaga por sus hijas.

Apoya su cuerpo desabrigado sobre el pasto húmedo
aprende: no son cuchillas, es la espesura de la tierra
Descalza sus prejuicios
desmonta la poesía
repite: que las palabras se entreguen, no por dinero, sino al placer

Geof Kern, Tree Man, 1992


martes, 14 de febrero de 2012

Manosear

-Indi, mi mamá me dice que tú eres fea
-Y ¿qué piensas tú, nena?
-Yo pienso que eres bonita
-Bueno, lo importante es lo que tu pienses... Y por cierto, no todos tenemos buen gusto.

Madrecita que es padrecito

jueves, 9 de febrero de 2012

Los generales de las piedras

Por Indira Carpio Olivo/ indiracarpio@gmail.com/ @icarpio

¿Qué es lo que sucede con las niñas y los niños, hijas e hijos del siglo XXI? ¿Son productos de nuestro genoma cultural, minado por los medios de comunicación? ¿Son una versión infantil de las frustraciones maternas y paternas?
Quizá, sea que antes todo fue mejor, incluso los padres y las madres, ambos representados por la pantalla.
Pero ¿Eso es así? Niñas y niños de ayer, hoy padres, madres, abuelas y abuelos fueron víctimas de su sociedad y de su cultura, y son ellos-ellas quienes edifican las relaciones sociales del entramado actual.
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Las chicas y los chicos post-modernos viven en una máquina, llamada DS, play, celular, o en un largo etcétera. Cada que lo pienso, no dejo de alucinar con el episodio aquel del objeto que suple el cerebro humano.
Los padres de ahora no motivan a sus semillas con idas al parque, sino más gigabytes. Los chamos que no saben leer, ni escribir, si manejan una computadora y juegan como autómatas Counter strike, Tibia, u otros juegos de guerra en los que perfeccionan conocimientos sobre la tipología armamentística, convirtiéndose en un-una gamer, en una bala fría.
El niño de hoy en día, una canción de Los pa' matala resume de mejor manera a aquel o aquella que “no maneja bicicleta, pero está en Internet manejando escopeta”.
Y como si no fuera suficiente, no sólo les afecta el mal uso de la PC, también es otra caja boba la que los enzombiza, la madre de los demás engendros: la televisión. Sus mentes están manipuladas, creadas y criadas por la cara de vidrio, por “la mala maestra”, nos diría Karl Popper.
Lo mismo el cine como herramienta de alienación. En este punto, ¿puede usted preguntarse cuánto dinero gasta por enajenar a sus hijos?
Las cajas de luz venden violencia (las excepciones sólo confirman la regla) y, aunque no son las únicas responsables de producirla y reproducirla, se constituyen en la vitrina de esa descomposición, de los excesos.
Y como a falta de padres, buena es la tele...

Niño colono israelí en formación