Por
Indira Carpio Olivo/ indiracarpio@gmail.com/ @icarpio
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-Y,
eso ¿por qué?
-Porque
no me quería despertar
-Que
mal, nena, ¡lo siento!
-Yo
le dije que era mala y que eso no se hacía y ella me dijo: “No te
hablo más”.
A
veces no hay más nada qué decir que: “Lo siento, nena”.
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El cuerpo es la forma y la mente, el fondo.
A
un cuerpo se le puede marcar con herraje como al ganado; se le puede
forrar para las temperaturas más bajas; se le puede perforar,
torturar, acariciar; puede crecer, rebajar; al cuerpo se le puede
arrojar una jarra de agua fría por la mañana, para que la mente se
despierte. El cuerpo puedo resistir.
Al
final, la mente es la que siente más o siente menos, la que se
quiebra y puede apenarnos, porque hasta el dolor es una construcción
cerebral y la edificación de los recuerdos un cajón sin fondo, que
continuamente guarda una carta bajo la manga.
En
nuestra “civilidad” descosimos el cuerpo de las personas con
esquizofrenia, le aplicamos electroshock, les quemamos [el frío
también abraza] a quienes no se despertaban de los tiempos
bárbaros que corrían.
El
cuerpo padece, la mente sufre y custodia. La memoria reserva los
momentos felices y también los malostratos a
los que fueron expuestos desde la raíz, hasta los frutos del árbol
genealógico, de eso que la cultura llama: familia.
Y
si, la mente cicatriza como el cuerpo, forma callos, pero no calla.
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duchas
frías para bajar la calentura
duchas
frías para apagar el deseo
¡Después
no se lamente!
No sé, la mente
No se lamen té
No sé, la mente
No se lamen té
Las duchas frías no lo pueden todo, afortunadamente. Interesante escrito... Y buena suerte en el papel de filo-mami :)
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