domingo, 26 de febrero de 2012

La ducha fría


Por Indira Carpio Olivo/ indiracarpio@gmail.com/ @icarpio
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-Indi, mi mamá me despertó con una toalla de agua fría en la cara
-Y, eso ¿por qué?
-Porque no me quería despertar
-Que mal, nena, ¡lo siento!
-Yo le dije que era mala y que eso no se hacía y ella me dijo: “No te hablo más”.
A veces no hay más nada qué decir que: “Lo siento, nena”.

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El cuerpo es la forma y la mente, el fondo.
A un cuerpo se le puede marcar con herraje como al ganado; se le puede forrar para las temperaturas más bajas; se le puede perforar, torturar, acariciar; puede crecer, rebajar; al cuerpo se le puede arrojar una jarra de agua fría por la mañana, para que la mente se despierte. El cuerpo puedo resistir.
Al final, la mente es la que siente más o siente menos, la que se quiebra y puede apenarnos, porque hasta el dolor es una construcción cerebral y la edificación de los recuerdos un cajón sin fondo, que continuamente guarda una carta bajo la manga.
En nuestra “civilidad” descosimos el cuerpo de las personas con esquizofrenia, le aplicamos electroshock, les quemamos [el frío también abraza] a quienes no se despertaban de los tiempos bárbaros que corrían.
El cuerpo padece, la mente sufre y custodia. La memoria reserva los momentos felices y también los malostratos a los que fueron expuestos desde la raíz, hasta los frutos del árbol genealógico, de eso que la cultura llama: familia.
Y si, la mente cicatriza como el cuerpo, forma callos, pero no calla.
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duchas frías para los locos
duchas frías para bajar la calentura
duchas frías para apagar el deseo
¡Después no se lamente!
No sé, la mente
No se lamen té

1 comentario:

  1. Las duchas frías no lo pueden todo, afortunadamente. Interesante escrito... Y buena suerte en el papel de filo-mami :)

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