viernes, 6 de abril de 2018

Por todos los caminos 3: JAIRO


Por Indira Carpio Olivo

Son las siete treinta de la noche. En abril, el aire seco de la tarde se trae la floración. Una camioneta negra de vidrios ahumados pisa los restos de los árboles, rompiendo con toda estética de la naturaleza. Da vueltas por el estacionamiento de las residencias Ciudad Tavacares en Barinas. Es el día 20 del cuarto mes del 2017.
La segunda vez, dos hombres se bajaron de la camioneta y subieron hasta el apartamento de Jairo Ortíz, ubicado en la torre 16. Trataron de abrirlo. Los vecinos se guardaron expectantes, los veían por la mirilla de sus puertas. Alguno se atrevió a hacer ruido para espantar. Los intrusos aceleraron su trabajo, pero la cerradura sin mayor resguardo, no cedió.
Ortíz estaba por tercera vez en Caracas. Visitaba la Defensoría del Pueblo, donde le prometieron ayudarlo a dilucidar por qué un efectivo del servicio de tránsito de la Policía Nacional Bolivariana, de nombre Rohenluis Leonel Mata Rojas, había disparado directo al corazón de su hijo Jairo Johán Ortíz Bustamante, el 6 de abril frente a Lady Pan, en Montaña Alta Carrizal, durante el sexto día de las llamadas guarimbas iniciadas en los Altos Mirandinos. Su hijo sería el primero de 142 víctimas mortales, durante los cuatro meses de protestas en Venezuela.
El padre no pudo estar cuando dos extraños intentaban irrumpir en casa, porque ese día se entrevistaba con la directora regional de la defensoría en Miranda, Beysce Loreto Duben. A la funcionaria le firmó todos los poderes que la autorizaban a iniciar investigaciones sobre el asesinato -y el asesino confeso- de su hijo. Según le dijeron al padre de la víctima, la Fiscalía General en manos de Luisa Ortega, había engavetado el caso de Jairo. En cambio, ellos “sí lo ayudarían”.
Jairo regresó a Barinas.
Antes lo habían llamado de Vice Presidencia, por lo mismo. Iría a Caracas. El padre sólo les pidió que lo acercaran a la tumba de su hijo, ubicada en el Cementerio El Monumental de Tejerías. Se desvivieron en síes. No investigaron, tampoco lo conducirían al cementerio.
Nadie pudo llevarlo de vuelta a su hijo.