jueves, 31 de marzo de 2016

Mujerícola 44: Angélique



Volvieron como cascos de caballo sobre el lomo de la sabana.
Ella, despertó y se miró las manos que permanecían en su lugar. Siempre soñaba que se las cortaban porque se negaba a masturbar a un ejército de hienas.
Hacía tres días que dormía, trataba así de esconderse del hambre.
El tropel del Ejército de Resistencia del Señor la miró y asumió que estaba muerta.
Se llevaron a la mujer a su lado, también al hijo.
La compañera les serviría de cama, el niño ya podía sostener el fusil.
Aprendió a orar a Dios en el desespero, a cantar para invisibilizarse de frente a la maldad.
Corrió sin mirar hacia atrás, y se le olvidó el camino a casa.

Angélique sabe qué le harán a aquella mujer y a su cría, sabe cómo acabarán, porque en el Congo queda el infierno, un hoyo en la tierra, con paredes de diamantes que alumbran el camino por el que asciende el aliento del diablo, un vaho mortecino que atraviesa el corazón del hombre primario.

Y, entonces, ¿de dónde saca la sonrisa Angélique?

martes, 29 de marzo de 2016

Gastronauta 78: Oro

¿Que el Gobierno nacional proponga (y establezca un contrato con una transnacional para) la extracción de minerales a cielo abierto, justo cuando sufrimos las consecuencias de una terrible sequía, no es la más terrible exposición de una de esas incoherencias que te sientan de culo?

La creación de la Zona de Desarrollo Estratégico Nacional Arco Minero del Orinoco es un decreto de la presidencia de la República, fechado el 24 de febrero, cuyo objetivo es -según el Gobierno nacional- diversificar la economía, principalmente las fuentes de ingresos de divisas, cuyo contexto podemos delinear bajo el debilitamiento del mercado mundial del petróleo, la crisis económica global, y el reacomodo de la naturaleza a merced del capitalismo y sus vaivenes: hablamos de la explotación de la segunda reserva de oro más grande del mundo (con 7 mil millones de toneladas, solo por detrás de Estados Unidos), pero también de diversos minerales como los diamantes, el coltán, el hierro, la bauxita... la apropiación y conversión de la naturaleza como moneda de cambio y reserva monetaria dispuesta a la hipoteca.

Si la finalidad es diversificar la entrada de divisas, Ana Elisa Osorio (y con ella un mundo de expertos) cachetea contra el piso este argumento. La doctora y antigua ministra de Ambiente durante el gobierno de Hugo Chávez, explica que “está sumamente demostrado que la minería, el extractivismo, la explotación primaria de los minerales no producen mayormente riqueza, porque la riqueza queda en manos de quienes la están extrayendo”, es decir en manos de la empresa aurífera canadiense Gold Reserve, que en otrora demandara a Venezuela en el Ciadi, cuando Chávez la expropiara en 2009 por “degradación ambiental”, y que ahora vuelve triunfante a por sus 760 millones de dólares (más intereses), ganados en el fallo contra Venezuela en 2014, y a prestar 2.000 millones de los verdes en la conformación de la sociedad que dará inició a los trabajos en el Arco Minero del Orinoco.

domingo, 27 de marzo de 2016

Poesía o nada 21

Poema:

¿Y SI DIOS SUERA MUJER? Preguntas
Por Juan Gelman (Argentina)

«lo que hacemos en nuestra vida privada es cosa nuestra» dijeron las Seis
Enfermeras Locas del Pickapoon Hospital de Carolina mientras movían sus
pechos con una dulzura tan parecida a Dios
¿y si Dios fuera una mujer? alguno dijo
¿y si Dios fuera las Seis Enfermeras Locas de Pickapoon? dijo alguno ¿y si
Dios moviera los pechos dulcemente? dijo ¿y si Dios fuera una mujer?
corrían rumores acerca de las Seis
las habían visto salir de hospedajes sospechosos con una mirada triste en la
boca las habían visto en una cama del Bat Hotel las habían visto fornicando
con sastres zapateros carniceros de toda Pickapoon
¿y acaso Dios no sale de los hospedajes con una mirada triste en la boca?
alguno dijo ¿y si Dios fuera una mujer? ¡tetas de Dios! ¡blancos muslos de
Dios! ¡lechosos! dijo ¡leche de Dios! gritaba por los techos de toda la
ciudad
así que lo quemaron
hicieron una hoguera alta al pie de la colina del Este
y también quemaron a las Seis Enfermeras Locas de Pickapoon todas eran rubias
y cada día habían visto a la muerte trabajar
eso es todo
así acaban con los temblores mortales e inmortales en Carolina y otros
sitios de Dios ¿y si Dios fuera una mujer? ¿y si Dios fuera las Seis
Enfermeras Locas de Pickapoon? dijo alguno.

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Poema:

SALMO 1
Por Ernesto Cardenal (Nicaragua)

Bienaventurado el hombre que no sigue las consignas del Partido ni
asiste a sus mítines
ni se sienta a la mesa con los gánsters
ni con los Generales en el Consejo de Guerra
Bienaventurado el hombre que no espía a su hermano
ni delata a su compañero de colegio
Bienaventurado el hombre que no lee los anuncios comerciales
ni escucha sus radios
ni cree en sus slogans

Será como un árbol plantado junto a una fuente.

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Poema:

CADA MES
Por Andrea Gibson (EE.UU.)

Cada mes, cuando me viene la regla
suspiro de alivio y doy gracias a Dios por no estar embarazada
porque nunca sabes cuando Jesús va a volver
y no sabes a quién va a elegir Dios para ser la próxima Virgen María
y ¿te puedes imaginar algo que dé más miedo
que mirar hacia abajo entre tus piernas
y ver la pequeña y brillante cabeza del niño Jesús?
joder, no, gracias
Es decir, ¿qué tipo de pegatina para el coche te comprarías?
¿tu hijo es un estudiante de matrícula?
sí, bueno, mi hijo anda sobre el agua y cura a los leprosos, gilipollas
Piensa en la presión
personalmente yo preferiría dar a luz a Lucifer
un chollo
el tipo de crío que se sentaría en la Última Cena
y se quejaría porque a Judas le ha tocado más puré de patatas
Porque Dios sabe que
lo sagrado ha hecho más daño en este mundo
de lo que el Diablo podría llegar nunca a hacer.

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Cuento:

GROSERÍA
Por Indira Carpio Olivo (Venezuela)

Últimamente, andamos con muchos cambios de humor en casa. No termina de llover y así adentro, como afuera. Entonces, cuando me molesto, me pongo religiosa, que si "¡Dios mío!", o "¡Por Dios", "Dame paciencia, Diosito!" (menos mal que soy agnóstica, por no decir atea).
Pola, me imita, y anda de muy malas pulgas últimamente, se dobla como un ce hacia atrás cuando no le gusta algo y exclama: "¡Por favooooor, Dioooooooooooooooooooos!".
Molestos por nuestra actitud, y la de ella, una noche cuando se va la luz nos echamos en la cama a contar cuentos, a cantar, a hacer sombras con las manos, y en una del descuido le preguntamos: "hija, ¿qué es Dios para tí?". Ella, sin titubear respondió: "¡Una GROSERÍA!".

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Trino:

Y dijo Dios: "Ve y sufre la esperanza" (Clarice Lispector)

jueves, 24 de marzo de 2016

Mujerícola 43: Hildegard



En ella la verdad viene del verde, es una hoja que no teme amar a otra. Y que tiembla en su flor cada vez que se estaciona en él una avispa a chuparlo.
A los ocho años de edad fue el diezmo de sus padres a un monasterio alemán. Diez años estuvo tapiada en el cuarto en el que sólo la acompañaban otras aristócratas regaladas a la iglesia, y las visiones que, desde los tres, le partían la frente en halos que descomponían la luz: una lluvia de fosforescencias que luego describirían como las auras de una “migraña”, precursora del surrealismo.
Allí estaba su mano, la extensión de una porcelana que no ha tocado la tierra, pero que crece con ella como el bulbo de la flor de lis: intacta, erecta.
Empezó así a amar el vientre de María y su cuerpo en el de todas las mujeres. Tanto como al universo y la ubicación de cada cosa en las bolas de fuego que de pronto la tiraban contra la nada, para que lo construyera el todo, Hildegard von Bingen.

“Somos creados por la tierra, y la tierra te salvará”.
En plena edad media, como herbolaria, recetaba un abortivo fabricado por ella a base de leche y ramas de ojaranzo y carpe. Acudían a ella a por el espíritu, lo mismo que a por el cuerpo: el físico, el psíquico, el natural y el divino, en equilibrio con los cuatro elementos.
Se llama a sí misma pobre de forma, “ignorante porque soy mujer”, y de sus lirios manaba como científica, naturalista, médica, sexóloga, mística, filósofa, antropóloga, monja, profeta, pintora, poeta, compositora, precursora de la ecología, del feminismo, de la ópera, e inventora de la que podría denominarse como la primera lengua artificial de la historia con alfabeto propio y posible antecedente del esperanto: la Lingua Ignota.

martes, 22 de marzo de 2016

Gastronauta 77: Theotokos



María madre de Jesús, Theotokos (la que dio a luz a Dios), es una invención del hombre.
Un hombre que odiaba a las mujeres, las torturaba, las mataba, las demonizaba, y al mismo tiempo elevaba a su “virgen” al altar de los yesos católicos.
Fue en Efeso, en el año 431, cuando ocurrió aquello. Uno de los involucrados más activos en la conversión de la campesina palestina en la madre de Dios, fue Cirilo de Alejandría (hecho Santo por la Iglesia), el mismo que incitó a desollar viva a la filósofa pagana Hypatia, el mismo que movió a las muchedumbres a elevar a María como Theotokos.
Cincuenta años antes, un puñado de eclesiásticos la habían declarado “virgen perpetua”. Ciento cincuenta después, celebraron su asunción a los cielos. La deshojaron de toda sangre en sus venas, para hacerla cada vez más abstracta, menos mujer.
Como su hijo, era producto de la consustanciación: divinos como humanos. Pero, los encargados de beatificarla le quitaron la carne, el pecado original, propio de los mortales, y por medio de la aniquilación de su sexo pretendieron castrar al resto de las mujeres, con la idea de su inmaculada concepción, porque para los fieles el cuerpo era la puerta de los infiernos (aunque para los sacerdotes la lascivia sexual le era tan propia como los hábitos).
A través de María exaltaban a la mujer, a costa del desprecio de su sexualidad.
Menos mal que no existió como la delinearon, sino aun más pobre hubiese sido su vida.
María pariría una idea, que se convertiría en carne: Jesús, para luego ella transformarse en idea.
Y junto a los mármoles, el himen de esta muchacha coronaría el panteón católico: le restaron a sus otros hijos y le restauraron la membrana entre las piernas.
Todo lo hicieron por ella, incluso estuvo por encima del Papa, eso sí nunca fue agente de su propia exaltación, “he aquí la esclava del señor”, que nunca llegaría a papel alguno en las estructuras de poder de la Iglesia.

domingo, 20 de marzo de 2016

Poesía o nada 20

PON 21

Poema:

LO SÉ, PERO NO DEBERÍA
Por Marina Colasanti (Asmara, Etiopía)
Sé que la gente se acostumbra. Pero no debería.

La gente se acostumbra a vivir en un apartamento interior
y a no tener otra vista que no sea las ventanas de alrededor.
Y como no tiene vistas, luego se acostumbra a no mirar hacia afuera.
Y como no mira hacia afuera luego se acostumbra a no abrir de todo las cortinas.
Y como no abre las cortinas luego se acostumbra a encender más pronto la luz.
Y a medida que se acostumbra, olvida el sol, olvida el aire, olvida la amplitud.

La gente se acostumbra a levantarse por la mañana sobresaltado porque es la hora.
A tomar el café corriendo porque va atrasado.
A leer la prensa en el autobús porque no puede perder el tiempo del viaje.
A comer un sandwich porque no hay tiempo para almorzar.
A salir del trabajo porque ya es de noche.
A dormitar en el autobús porque está cansado.
A acostarse temprano y dormir profundo sin haber disfrutado el día.

La gente se acostumbra a abrir el periódico y a leer sobre la guerra.
Y aceptando la guerra, acepta los muertos y que haya una cifra de muertos.
Y aceptando la cifra acepta no creer en las negociaciones de paz,
acepta leer todo el día sobre guerra, sobre cifras, sobre su larga duración.

La gente se acostumbra a esperar el día entero y escuchar al teléfono: hoy no puedo ir.
A sonreír a la gente sin recibir una sonrisa de vuelta.
A ser ignorado cuando necesitaba tanto ser visto.
La gente se acostumbra a pagar por todo lo que desea y necesita.
A luchar para ganar el dinero con qué pagar.

Y a ganar menos de lo que necesita.
Y a hacer colas para pagar.
Y a pagar más de lo que las cosas valen.
Y a saber que cada vez pagará más.
Y a buscar más trabajo, para ganar más dinero, para tener con qué pagar en las colas en las que se cobra.

La gente se acostumbra a andar por la calle y ver carteles.
A abrir las revistas y ver anuncios.
A encender al televisión y ver publicidad.
A ir al cine y engullir anuncios.
A ser instigado, conducido, desnortado, lanzado a la infinita catarata de productos.
La gente se acostumbra a la polución.

A las salas cerradas con aire acondicionado y olor a cigarro.
A la luz artificial con su ligero temblor.
Al choque de los ojos con la luz natural.
A las bacterias del agua potable.
A la contaminación del agua del mar.
A la lenta muerte de los ríos.

Se acostumbra a no oír los pájaros, ni el gallo de madrugada, a temer la hidrofobia de los perros,
a no coger la fruta a pie del árbol, a no tener ni siquiera una planta.
La gente se acostumbra a demasiadas cosas para no sufrir.

En dosis pequeñas, intentando no percibir, se va apartando un dolor de aquí,
un resentimiento de allí, una revuelta allá.
Si el cine está lleno la gente se sienta en primera fila y tuerce un poco el cuello.
Si la playa está contaminada la gente solo moja los pies y suda en el resto del cuerpo.

Si el trabajo es duro la gente se consuela pensando en el fin de semana.
Y si el fin de semana no hay mucho que hacer la gente se acuesta temprano
y aún queda satisfecho porque siempre tiene sueño atrasado.

La gente se acostumbra para no rallarse en la aspereza, para preservar la piel.
Se acostumbra para evitar heridas, sangrados, para esquivarse
de la faca, de la bayoneta, para proteger el pecho.
La gente se acostumbra para proteger la vida que poco a poco se gasta y, que
de tanto acostumbrarse, se pierde de sí misma.

jueves, 17 de marzo de 2016

Mujerícola 42: Artemisia



Tassi, la hizo correr contra la fila de los lienzos. Se enredó y trastabilló el paso. El amigo de su padre, su mentor, la cercó con sus manos, la lamió una primera vez, la segunda, Artemisia se dejó escurrir y en el camino se tropezó con el miembro erecto del pintor. Menos grueso que un pincel, oleoso, y difuso.
Él la había llevado hasta allí con el pretexto de mirar un cuadro. Entonces en la habitación, cerró las puertas, antes le había pedido a Tuzia, un amigo de la familia, que saliera.
Después la lanzó, con la fuerza con la que tensaba las telas, sobre la cama. La manoteó, hasta que le exprimió la tetas como limones. Le abrió las piernas con sus rodillas y se hizo paso a la virgen de los paisajes. Era seis de mayo de mil seiscientos once. Orazio, el padre había salido, y Tassi, que se hiciera de su esposa bajo los mismos métodos “amatorios”, valga decir de la violación, se restregó contra su hija como una esponja sobre la paleta.

Me metió una rodilla entre los muslos para que no pudiera cerrarlos, y alzándome las ropas, que le costó mucho hacerlo, me metió una mano con un pañuelo en la garganta y boca para que no pudiera gritar y habiendo hecho esto metió las dos rodillas entre mis piernas y apuntando con su miembro a mi naturaleza comenzó a empujar y lo metió dentro. Le arañé la cara y le tiré del pelo, y antes de que me penetrara de nuevo agarré su pene con tanta fuerza que incluso le arranqué un pedazo de carne”. Relató Artemisia.

El florentino la desfloró.
Sentí una fuerte quemazón y me dolía mucho, pero como me estaba tapando la boca no pude gritar...”
Y Orazio lo llevó a juicio Papal a Agostino Tassi, y el juicio fue contra su hija, que debió probar públicamente durante siete meses, que no tenía la culpa de ser violada. La torturaron para que su agresor fuera menos agresor.
Tassi la llamó puta, la acusó de haber practicado incesto con su padre, dijo así mismo que la casa de su colega era un burdel.
Al final, después de que Tassi estuviera siete meses en cárcel, el mismo Orazio volvió a ser su amigo y la rabia le creció como un hongo en el pecho a Artemisia.

martes, 15 de marzo de 2016

Gastronauta 76: Eucalipto


No llueve. No se cuántos meses lleva sin llover. Antes hubo un calor húmedo que subía por los pisos de cada apartamento y nublaba las ventanas. Por primera vez en casi tres años, dormimos desarropados. Después, cerramos las ventanas y a medianoche nos cubrimos con la sábana fina, porque en la tarde hacía calorcito, y ya la noche refrescaba. Seguía sin llover.
Desde hace dos semanas, los vientos anuncian la tempestad. Pero no se acercaba el aguacero.
En una de estas lunas, los ventanales de la casa se batían con la fuerza de algún coletazo huracanado, el techo del vecino del último piso voló hasta caer en las residencias conjuntas, y sentimos desde casa el quiebre de los huesos de la tierra.
Bajamos y nos fijamos desde la puerta, pero todos dormían, o eso parecía.
La albahaca del matero de nuestro cuarto resistió la embestida, gallarda y altanera como pocas.
Una mariposa cayó en el orégano. Nunca hubiera sabido que llegaba por las noches a dormir en su perfume. Y ésa noche miré el orégano de luto, que se tragó las alas y con ella un poco de agua.

domingo, 13 de marzo de 2016

Poesía o nada 19

PERSONAJE:

Ramón David Sánchez Palomares es el sueño de un bosque andino. De su boca el viento que mece las ramas y el abrigo que arropa el pescuezo, que se hace amigo, íntimo. La geografía de sus manos llueve en la tierra seca. Nació y murió cuando no hubo luna. Y pasó su vida aullándole de dolor. El pueblo se pregunta cómo puede morir Palomares, y seguir viviendo Vargas Llosa.

Nació el 7 de mayo de 1935 en Escuque, Estado Trujillo.
Vivió en la palabra.
Murió el 4 de marzo de 2016 en Mérida, picao' e' culebra.
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A DONDE VAS
Por Indira Carpio Olivo (Venezuela)

A Ramón Palomares

No hay mosquitero a donde vas
es el susurro de las moscas que nos mantiene vivos.
De allí, los pájaros migran al norte
a la médula del hielo.
A donde vas se desgreña el alma
y todas las calles son de piedra.
De donde vienes, el viento pronuncia el nombre de los que se van:
¡Que se fuñan, los hijo e' puya!
Que los muerda el diablo,
que es decir la serpiente con escamas de ají.

El almendrón de la casa me manchaba los dientes
a ti te manchó el pecho y las manos y el papel
y fue una bestia, una hermosa bestia de quinientos años
que coronó tu cabeza.
Hoy te lo llevas a donde vas
a recuperar el frescor.

No hay sudor, tampoco reventadero de sol,
hay sí una marcha constante,
el repique de semana santa
que corre como el arroyo seco
nada más que detrás de tus oídos.
Un hilo de polvo que te baña los pies,
bajo el halo de un sol de agua.

Una sabe que todo va mal cuando se mueren los poetas
y una no le hace la maletica
y es la tabla sobre la que se acuesta un peladero e' chivo
para tender el cuerpo de la palabra
un cristo e' lata
cuyos huesos no alcanzan para una plegaria
ni apretujados.

Venimos tú y yo de un pueblo que ya no es
al que la muerte mastica
y ni el calor se puede abanar.
Vengo de sentarme a donde vas
bajo la sombra de tus ojos
una ventana hecha de topias que alguna vez ardieron.
Voy a Escuque cuando llueva
a enseñarle a mis hijas que el verde no es simplemente uno
a descorrer la neblina
para encontrar tu cara bienvenida
en la copa del monte,
detrás de las espigas de trigo, debajo del canto del borococo.

He visto una montaña llorar.

jueves, 10 de marzo de 2016

Mujerícola 41: Vincenza


Hay un árbol que nunca nunca deshoja.
A los pies, sus almas descansan del fuego, beben de su sombra.
Tenía dieciséis años. Llegaba de Italia a Hoboken, Nueva  Jersey, a la casa de su tío Ignatzio Razio, y Nueva York era un cielo de ladrillos.
Pasó de robar mendrugos, a bastear las mangas de las camisas en la fábrica Triangle Shirtwaist. Había ahorrado cien dólares para mandar a su hermano y su mamá en Sciacca.
Rápidamente, aprendió a mover el pie en la máquina de pedal, a sincronizarlo con la mano, y subió del piso ocho al nueve. En las escaleras, escuchó y repitió un par de palabras en inglés.
Cuando el capataz se descuidaba, miraba por la ventana la plaza Washington, y se imaginaba sentada, en el borde de la acera, en una calada de cigarro.
Pero la dentada de la aguja le devolvía la mirada al fondo del cuarto, al rincón de los niños, donde las obreras dejaban a sus críos, que limpiaban los hilitos sobrantes de las blusas a cambio de unos centavos de dólar.
La atmósfera era de algodón, uno denso y color arena, que se adentraba en el pecho, y para el que no había expectorante. Subía desde la montaña de telas sobre el piso, y ascendía hacía la luz de las lámparas de gas, dispuestas en hileras, sobre las cabezas de cientos de mujeres y sus máquinas.
La paga dependía de la producción, así que no paraban, sino no podían pagar el cuartucho y la comida. Nueve horas mínimo, de lunes a viernes, y hacían jornadas los fines de semana de siete.
No sabía cómo se llamaba la de al lado. Pero sí cómo se llamaba su hijo: Américo, como el italiano que le dio nombre a esa masa de tierra.
El celador también era de Liguria. Les cerró  las puertas, las ventanas, les revisaba los bolsos, les evaporó las lágrimas.
Si tan solo hubiese podido llorar, algo de aquel fuego se hubiese apagado.
Los diarios especularon, que si la colilla de un cigarro en un tarro de basura lleno de retazos, que si el motor de una de las máquinas. La verdad, ella se hizo cenizas por mujer, niña, inmigrante. Ella y ciento veintidós mujeres más.
Era sábado, día veinticinco de marzo de 1911. Ése día, unas quinientas trabajadoras volvían a la factoría. Ella no subió por el ascensor, sino que prefirió ejercitarse por las escaleras, un túnel de escaso espacio, oscuro, por el que –más tarde- no habría escapatoria. Sabía que llegaba al noveno piso por el anuncio que antecedía la fábrica: “Si no vienes el domingo, ni piense en regresar el lunes”. La del sindicato se lo tradujo.