Un nombre
Por Ernesto J. Navarro
(Venezuela)
Abrió el puño y tembló la tierra
no era custodio adormecido
tampoco ráfaga de incendios...
su perfil sin miedos
hacía de espanto al represor
y a las murallas.
cerró los ojos
y las lluvias amainaron
y los campos parieron comida
y cada río consiguió su nuevo cauce destructor...
¡Cábala!
empujó puertas
sus puertas
y el sol salió de un cajón
encontró cielo / ofreció abrazos
se hizo compañero de las soledades
y vino de nuevo eternamente
como las olas
llegó jadeante ese último suspiro ensangrentado
reclamó la tierra
puso sus banderas de alegrías
y corrieron todos contra el viento
y en el roce de sus ropas
se hizo melodía
dulce canción de libertades
que
en nuestro mundo
y en otros mundos solidarios
van cantando un nombre...
tu nombre, Comandante.
no era custodio adormecido
tampoco ráfaga de incendios...
su perfil sin miedos
hacía de espanto al represor
y a las murallas.
cerró los ojos
y las lluvias amainaron
y los campos parieron comida
y cada río consiguió su nuevo cauce destructor...
¡Cábala!
empujó puertas
sus puertas
y el sol salió de un cajón
encontró cielo / ofreció abrazos
se hizo compañero de las soledades
y vino de nuevo eternamente
como las olas
llegó jadeante ese último suspiro ensangrentado
reclamó la tierra
puso sus banderas de alegrías
y corrieron todos contra el viento
y en el roce de sus ropas
se hizo melodía
dulce canción de libertades
que
en nuestro mundo
y en otros mundos solidarios
van cantando un nombre...
tu nombre, Comandante.
Poema
No bastó un Cristo
Por Deisa
Tremarias (Venezuela)
No bastó un Cristo
ni por ser pobres de todo
menos de la gracia de Dios.
No bastó que huyera hasta el llano más
profundo
para volver a perderse entre la gente
vendiendo arañas.
Quizás aprendió a ser un hombre santo
en vez de un santo hombre
para poder salvarnos de nuevo
y por ahora.
Entonces su parábola fue
saciar de nuevo el hambre entre panes y
peces
alzar lázaros de la misma oscuridad
abrazar las llagas de los marginados
y convertir la sangre del vino en
lluvia pura.
Aunque te vendiesen de nuevo por
monedas de oro
no hubo que esperar el tercer día para
resucitarte
porque esta vez ya sabíamos quien eras
y aún negándote tres veces
el gallo cantó.
No bastó matarte porque moriste en
gloria
aún si fuese Pedro quien nos queda
ya no somos doce sino miles
quienes sabemos
que no bastó un Cristo
para liberar nuestra tierra.
Un poema:
La rebelión de los caínes
Por Kaybeliz López Torres
(Venezuela)
La trinidad del tiempo,
sin detener el pinchazo [los cinco sentidos ardiendo]
sin detener el pinchazo [los cinco sentidos ardiendo]
devela a nuestras espaldas un rastro de
fuego,
una lanza penetra el viento,
levanta polvaredas en silencio,
una lanza penetra el viento,
levanta polvaredas en silencio,
marchitando otro "por ahora"
en el vientre del pueblo.
"El que está con Dios" ofrenda la carne codicioso,
"El que está con Dios" ofrenda la carne codicioso,
las arcas de oro engullen otro
cuerpo,
filas de Caínes surcan Caracas,
andando con este estigma de sangre:
pobre y rojo como un ladrillo,
marchitando otro "por ahora" en sus vientres de pueblo.
La tierra raja las lápidas,
brota desordenado un susurro,
el 27 cruje y emerge del campo santo [la voz de los nadie]
anuncia la marcha en los horizontes,
renueva el Decreto de Guerra a Muerte,
marchitando otro "por ahora" desde la tierra de pueblo.
filas de Caínes surcan Caracas,
andando con este estigma de sangre:
pobre y rojo como un ladrillo,
marchitando otro "por ahora" en sus vientres de pueblo.
La tierra raja las lápidas,
brota desordenado un susurro,
el 27 cruje y emerge del campo santo [la voz de los nadie]
anuncia la marcha en los horizontes,
renueva el Decreto de Guerra a Muerte,
marchitando otro "por ahora" desde la tierra de pueblo.
Servida la mesa y otro líder
traicionado,
Abeles del dinero quiebran
copas,
revientan cremalleras,
eructan su hedor de pobreza,
pero nace otro mito en la Amazonia;
tu "por ahora" se alza como el nuevo Dorado,
la rebelión de los Caínes, el alzamiento de tu pueblo.
revientan cremalleras,
eructan su hedor de pobreza,
pero nace otro mito en la Amazonia;
tu "por ahora" se alza como el nuevo Dorado,
la rebelión de los Caínes, el alzamiento de tu pueblo.
Un libro:
“...Papá Dios, mándame a la misma
casita de palma inolvidable, al mismo piso de tierra, las paredes de
barro, un catre de madera y un colchón hecho entre paja y gomaespuma
y un patio grande lleno de árboles frutales. Y una abuela llena de
amor y una madre y una padre llenos de amor y unos hermanos, y un
pueblito campesino a las orillas del río”.
Hugo está feliz. La abuela Rosa Inés
lo arrulla con su voz, llena de historias y recuerdos. Cae la tarde.
Hugo se queda dormido... sobre una
flor.
En: Hugo Chávez (Una biografía que es
como un cuento). De Armando Carías, con ilustraciones de Balbi
Cañas.
Un juguete
Malú Rengifo y Coromoto Hernández
hicieron de pedazos de trapo un par de muñequitos de Chávez, el
arañero y el hombre aquel del 4-F. Ambos le devolvieron los latidos
al corazón de la historia.
Ellas lo multiplican entre las manitos
de los niños, la gente que lo entendió.
Pero no es difícil hacer lo propio, la
simpleza lo acompañó siempre: un pellizco de tela y una pizca de
hilo.
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