domingo, 13 de marzo de 2016

Poesía o nada 19

PERSONAJE:

Ramón David Sánchez Palomares es el sueño de un bosque andino. De su boca el viento que mece las ramas y el abrigo que arropa el pescuezo, que se hace amigo, íntimo. La geografía de sus manos llueve en la tierra seca. Nació y murió cuando no hubo luna. Y pasó su vida aullándole de dolor. El pueblo se pregunta cómo puede morir Palomares, y seguir viviendo Vargas Llosa.

Nació el 7 de mayo de 1935 en Escuque, Estado Trujillo.
Vivió en la palabra.
Murió el 4 de marzo de 2016 en Mérida, picao' e' culebra.
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A DONDE VAS
Por Indira Carpio Olivo (Venezuela)

A Ramón Palomares

No hay mosquitero a donde vas
es el susurro de las moscas que nos mantiene vivos.
De allí, los pájaros migran al norte
a la médula del hielo.
A donde vas se desgreña el alma
y todas las calles son de piedra.
De donde vienes, el viento pronuncia el nombre de los que se van:
¡Que se fuñan, los hijo e' puya!
Que los muerda el diablo,
que es decir la serpiente con escamas de ají.

El almendrón de la casa me manchaba los dientes
a ti te manchó el pecho y las manos y el papel
y fue una bestia, una hermosa bestia de quinientos años
que coronó tu cabeza.
Hoy te lo llevas a donde vas
a recuperar el frescor.

No hay sudor, tampoco reventadero de sol,
hay sí una marcha constante,
el repique de semana santa
que corre como el arroyo seco
nada más que detrás de tus oídos.
Un hilo de polvo que te baña los pies,
bajo el halo de un sol de agua.

Una sabe que todo va mal cuando se mueren los poetas
y una no le hace la maletica
y es la tabla sobre la que se acuesta un peladero e' chivo
para tender el cuerpo de la palabra
un cristo e' lata
cuyos huesos no alcanzan para una plegaria
ni apretujados.

Venimos tú y yo de un pueblo que ya no es
al que la muerte mastica
y ni el calor se puede abanar.
Vengo de sentarme a donde vas
bajo la sombra de tus ojos
una ventana hecha de topias que alguna vez ardieron.
Voy a Escuque cuando llueva
a enseñarle a mis hijas que el verde no es simplemente uno
a descorrer la neblina
para encontrar tu cara bienvenida
en la copa del monte,
detrás de las espigas de trigo, debajo del canto del borococo.

He visto una montaña llorar.

POETERÍAS
Por Gonzalo Fragui

Cuenta Orlando Araujo que un día estaban tomándose unos tragos en Carvajal el poeta Ramón Palomares y un tío suyo, coronel de montoneras. De pronto y frente al río Motatán el poeta lanzó estos versos:
Me metí por el canto del borococo
Me metí por su oscuridad, me fui donde sus plumas silban,
allí están echados sus perros
allí está su casa entre humo
Me entré en la negrura
y me fui
como un muerto me fui donde está la noche
abriendo las ventanas llenas de polvo
oliendo el moho
encontrando vestidos y flores

El tío coronel no sabía qué hacer, pero Palomares con la mirada perdida continuaba con el poema:
Estas son tus piedras donde haces lunas
aquí te dan leche de tigra
donde los huesos brillan

El coronel se desesperaba, bebía más e intentaba detenerlo pero el poeta seguía:
Estoy en la mata del sueño
en la sala de la casa,
mi cabeza ha crecido
se convirtió en nubes de aguacero
Yo soy el que toca la noche,
ya te dije que me vuelvo árbol entre relámpagos.
Vengo de lejos
de más allá de las cosas
de más lejos que lo que se pierde en los montes.

Cuando termina el poema, Palomares se queda absorto, como en trance, entonces el coronel lo despierta, le mete cincuenta bolívares en el bolsillo, y lo despide preocupado:
– «Ramoncito, esas son lombrices. Vaya de una vez a ver un médico antes de que se ponga más de remate».

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Ramón Palomares, sobreviviente del tiempo
Por Freddy Ñáñez (Venezuela)

[Ahora, en este instante justo al saber que el más grande de nuestros escritores se hizo eterno-, puedo decir: yo se qué es un poema y qué es, por tanto, un poeta. Es la forma en que Ramón Palomares encarnó la vida, su modo exacto de usar las palabras, los ríos, la niebla, la autoridad amorosa con la que hablaba al sol, a los gallos, y lo que estos imaginaban ser cuando oían su nombre pasar dentro de esa melodía o cuando se taimaba todo en la hoja. Y, al saber eso, comprendo que esa parte del mundo que no se terminó de hacer: el ahí donde todo es potencia, es el lugar de los poetas. En ese más allá se han pasado haciendo la vida un deleite, una afirmación y una ofrenda. Si lo hubiese sabido 25 años atrás cuando leí dentro del maravilloso poema El patiecito, aquella conversación agónica entre el creador y la creatura. El apesadumbrado interrogatorio del primero, y el inquebrantable argumento del interpelado hijo, tan firme, no habría cambiado el tamaño de mi destino. La existencia comienza como una decisión. Nadie nace vivo: la vida es un proyecto, una elección, y es vida mientras sea voluntad. Como en el poema, toda cosa y toda carencia es un potencial inagotable. Yo tenía 14 años y hasta esa lectura vivía a expensas de la duda. Luego, quise ser poeta. Ahora, hoy, en este momento, como todos los poetas de mi país, releo, digo: quiero ser Ramón Palomares.]

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EL PATIECITO
Por Ramón Palomares (Venezuela)

Me dijo mi padre el Dr. Ángel:
-¿Qué hacés Rómulo?
-Estoy desyerbando el patiecito,
voy a sembrar.
-Pero...
-¿Adónde está lo que te di Rómulo?
¿De qué estás viviendo?
-Bueno, soy escribiente padre.
Escribiente.
-Entonces,
no fuiste lo que yo soñé.
-Ay padre, lo que soñaste se lo llevaron las aguas.
Ahora sólo hay malezas,
malezas ¿ves?
Estoy limpiando el patiecito.

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