Lo recuerda bien. Tenía siete años.
Su madre era un mar de lágrimas.
Envuelta en varias toallas, que recogían la sangre de su
entrepiernas.
Ella era la segunda de tres hermanos,
la única mujer, y le tocó ayudarla: su madre había abortado.
No sabía qué era aquello, pero tenía
que ser triste.
Entonces, abortó con ramas, como lo
han hecho las mujeres desde siempre.
Escuchó a su mamá explicarle a su
papá que no podían alimentar a todos ¿cómo iban a traer otra boca
a sufrir de lo mismo?
El padre dejó la casa para siempre.
La niña nunca creció desde entonces.
Tampoco hinchó su vientre.
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A Miriam la obligaron a parir, después
de ser violada, porque Dios así lo quería. Odia a su hijo, que
además es homosexual. Le pide al mismo Dios que quiso su destino que
se la lleve, todos los días.
Hoy padece cáncer y es lenta su
muerte, como lenta es su vida.
Su Dios es hombre.
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Lourdes tiene 11 años, tres meses de
embarazo y el primero de sus cinco hijos antes de la veintena. Vive
con su abuela, que la lleva a consulta en la Clínica Popular El
Valle. Todos la recriminan, y miran por encima del hombro a la
abuela.
¿Qué sabe Lula de tener hijos, qué
sabe de no?
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Gabriela no quiere ser igual que su
marido, ni tener las mismas oportunidades, sólo quiere vivir sin
miedo. Para ella ser igual, tendría que preñar, irse, amoratar,
tendría que mandar, babearse en las faldas de las demás, tendría
que matar.
Gabi, no sabe ser igual.
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A Bárbara, el novio y la madre de su
novio le practicaron un aborto, en un rancho en Petare. Le
introdujeron un gancho de ropa, que rompió una vena importante del
cuerpo. Murió desangrada, horas más tarde, en el Hospital El
Llanito, en los brazos de su padre.
Bárbara no era María, pero había
muerto por obra y gracia. El que la embarazó nunca apareció.
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Entre 80 y 200 llamadas DIARIAS recibe
la Línea Aborto Información Segura (0426-1169496) (hipervínculo:
http://infoseguraborto. blogspot.com/)
en Venezuela, en la actualidad. En los últimos meses, los numeritos
se han multiplicado.
Éste es un servicio gratuito, que
ofrece asesoría certificada por la Organización Mundial de la
Salud, sobre la interrupción voluntaria del embarazo con el uso de
un medicamento llamado Misoprostol, o por su marca comercial en el
país: Cytotec.
Un aborto clandestino, en una clínica
caraqueña está por el orden de los 75 mil Bolívares. Lo que viene
a significar que las mujeres pobres deben recurrir a métodos
inseguros, a la hora de interrumpir la concepción, o continuar con
embarazos no deseados y engrosar así la población vulnerable,
ejércitos de obreros malpagados, sujetos a la violencia del sistema.
Según la Organización de Naciones
Unidas, el aborto califica como un derecho humano. Entonces, en un
simple silogismo podemos descubrir que la mayoría de sus países
miembros (incluido Venezuela) estarían violando este derecho.
El aumento de las consultas, comunican
las participantes de la reunión anual de la Red de Información por
el Aborto Seguro -RIAS-, se debe entre otras causas a la dificultad
que experimenta la ciudadanía en el acceso a los métodos
anticonceptivos.
“Sencillamente, no se encuentran”.
Y cuando sí, entonces el costo es muy elevado. La única solución
parece hacerse abstemios. Pero, el país de los embarazos
adolescentes se niega a tal improperio.
25 de cada 100 embarazos en el país
ocurren en adolescentes ¿Cómo puede cambiar esta realidad, para
mejor, sin preservativos? Esto sin contar que cerca del 50% de los
hogares en Venezuela tienen como única cabeza de familia a la madre,
una condición que recrea la feminización de la pobreza.
La mortalidad materna está
directamente relacionada con el embarazo precoz.
En Uruguay, desde que se legalizó el
aborto, y el Estado se hace cargo, bajo ciertas condiciones, de
practicar la interrupción del embarazo de manera gratuita, no se han
registrado muertes maternas asociadas a esta causa.
En Venezuela, la cifra de muertes es un
misterio. No se emiten desde 2009. No por eso se ha dejado de
abortar. No por la falta de anticonceptivos se ha dejado de tirar.
Pero lo del aborto es una arista. Los
femicidios, el asesinato de las mujeres por el simple hecho de ser
mujeres, es la segunda causa de muerte violenta en Venezuela. 256
intentos de homicidios en 2015, casi uno por día, fueron denunciados
a las autoridades. 121 se hicieron efectivos.
121 mujeres fueron muertas a golpes, a
palos, a cuchilladas, a tiros, por sus captores.
Es decir, cada 3 días (365/3: 121)
podríamos decir que era el Día de UNA mujer: una venezolana muerta
en las manos de una macho.
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Para los que se preguntan si no se
celebra un día del hombre (*), a propósito de la conmemoración del
día de la mujer trabajadora, les respondo: no hay un día de fiesta
para la mujer.
Todos los días son el día del hombre.
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(*) El 19 de noviembre se celebra el
Día Internacional del hombre, una jornada para que se dejen crecer
el bigote.
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