domingo, 20 de marzo de 2016

Poesía o nada 20

PON 21

Poema:

LO SÉ, PERO NO DEBERÍA
Por Marina Colasanti (Asmara, Etiopía)
Sé que la gente se acostumbra. Pero no debería.

La gente se acostumbra a vivir en un apartamento interior
y a no tener otra vista que no sea las ventanas de alrededor.
Y como no tiene vistas, luego se acostumbra a no mirar hacia afuera.
Y como no mira hacia afuera luego se acostumbra a no abrir de todo las cortinas.
Y como no abre las cortinas luego se acostumbra a encender más pronto la luz.
Y a medida que se acostumbra, olvida el sol, olvida el aire, olvida la amplitud.

La gente se acostumbra a levantarse por la mañana sobresaltado porque es la hora.
A tomar el café corriendo porque va atrasado.
A leer la prensa en el autobús porque no puede perder el tiempo del viaje.
A comer un sandwich porque no hay tiempo para almorzar.
A salir del trabajo porque ya es de noche.
A dormitar en el autobús porque está cansado.
A acostarse temprano y dormir profundo sin haber disfrutado el día.

La gente se acostumbra a abrir el periódico y a leer sobre la guerra.
Y aceptando la guerra, acepta los muertos y que haya una cifra de muertos.
Y aceptando la cifra acepta no creer en las negociaciones de paz,
acepta leer todo el día sobre guerra, sobre cifras, sobre su larga duración.

La gente se acostumbra a esperar el día entero y escuchar al teléfono: hoy no puedo ir.
A sonreír a la gente sin recibir una sonrisa de vuelta.
A ser ignorado cuando necesitaba tanto ser visto.
La gente se acostumbra a pagar por todo lo que desea y necesita.
A luchar para ganar el dinero con qué pagar.

Y a ganar menos de lo que necesita.
Y a hacer colas para pagar.
Y a pagar más de lo que las cosas valen.
Y a saber que cada vez pagará más.
Y a buscar más trabajo, para ganar más dinero, para tener con qué pagar en las colas en las que se cobra.

La gente se acostumbra a andar por la calle y ver carteles.
A abrir las revistas y ver anuncios.
A encender al televisión y ver publicidad.
A ir al cine y engullir anuncios.
A ser instigado, conducido, desnortado, lanzado a la infinita catarata de productos.
La gente se acostumbra a la polución.

A las salas cerradas con aire acondicionado y olor a cigarro.
A la luz artificial con su ligero temblor.
Al choque de los ojos con la luz natural.
A las bacterias del agua potable.
A la contaminación del agua del mar.
A la lenta muerte de los ríos.

Se acostumbra a no oír los pájaros, ni el gallo de madrugada, a temer la hidrofobia de los perros,
a no coger la fruta a pie del árbol, a no tener ni siquiera una planta.
La gente se acostumbra a demasiadas cosas para no sufrir.

En dosis pequeñas, intentando no percibir, se va apartando un dolor de aquí,
un resentimiento de allí, una revuelta allá.
Si el cine está lleno la gente se sienta en primera fila y tuerce un poco el cuello.
Si la playa está contaminada la gente solo moja los pies y suda en el resto del cuerpo.

Si el trabajo es duro la gente se consuela pensando en el fin de semana.
Y si el fin de semana no hay mucho que hacer la gente se acuesta temprano
y aún queda satisfecho porque siempre tiene sueño atrasado.

La gente se acostumbra para no rallarse en la aspereza, para preservar la piel.
Se acostumbra para evitar heridas, sangrados, para esquivarse
de la faca, de la bayoneta, para proteger el pecho.
La gente se acostumbra para proteger la vida que poco a poco se gasta y, que
de tanto acostumbrarse, se pierde de sí misma.
Poema:

LA MUJER TIENE LA QUÍMICA DE LOS ANIMALES
Por Gonçalo M. Tavares (Luanda, Angola)

la mujer tiene la química de los animales y el polen de las plantas,
y de la Gran Alma roba el Apetito para multiplicar las cosas que nacen.
Los contagios son lentos.
Si una flor volase perdería el olor;
y si el pájaro tuviese olor a rosa, seguro que sería cojo.
Porque el mundo se organizó todo de una vez y después se calló.
Quedamos nosotros, solos, y la Filosofía.
La piedra callada, el animal gruñe,
la hierba crece tan lenta que solo la vemos cuando es adulta,
y los perros ladran bajo el Sol.
Todos somos residuos imperfectos
y los organizadores del Baile se fueron al inicio,
dejando la Música, pero no los pasos.
Por eso tropezamos
dejamos a una mala y buena,
nos apasionamos por una mujer y después ya es otra,
y, en el Fondo, lo que queríamos era sosiego y no bailar.
De lo que tenemos miedo es de la soledad, tenemos que reconocerlo,
ese cajón que viene antes de tiempo,
y nos separa de los otros y del día.
Lo que queremos es sosiego;
ni Misterios ni pasos de baile,
apaguen la Música.

Trino
La primera condición del realismo mágico, (...) es que sea un hecho rigurosamente cierto que, sin embargo, parece fantástico.

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