¿Cuánto cuesta una escalera al cielo?
Las hay de madera, de metal, de nubes.
Escaleras en las que un Dios rubio, con las manos abiertas te recibe,
diezmo mediante, el diez por ciento de tu sueldo, un poco más de la
mitad de tu tiempo, la esclavitud de la escalera. Están también las
disfrazadas de new age, en las que el Dios se le llama Gurú,
Maestro, Coach y sus palabras como sus oídos tienen precio.
Escaleras en las que una posición de puntas de pie en aguja, la
respiración ovárica, un círculo de fracasos, te valen un ojo de la
cara.
Después de las escaleras al cielo no
hay más bazar, allí la promesa de no tener que comprarlo todo, la
frustración de no tener que comprarlo todo. Las escaleras al cielo
se soportan en el viento y no hay cosa que apague el fuego o arrase
con las cosechas como el viento.
La autoayuda edifica batallones de
seres individualistas, inflados por el aire, el humo de la religión
del capitalismo, una fe que tiene que ver con la pérdida de la fe en
la instituciones religiosas y que pone, contrariamente a su
denominación, la ayuda a una misma en manos de los demás.
Decía el visionario Aldous Houxley “no
hay mayor negocio que vender a gente desesperada un producto que
asegura eliminar la desesperación”.
Los
gurú hablan en parábolas como Jesús, y pronostican que si te dan
el fruto masticado no podrás crecer, pero tampoco te dejan
madurarlo, y cosecharlo con tus propias manos, a cambio de unas
monedas.
Si
se les sigue de cerca, y se quita toda la paja espiritual, detrás de
los vendedores de humo se haya el hecho económico, la prosperidad
que le llaman, la abundancia que le llaman, porque “tener dinero no
está mal”, porque el dinero en sí es el fin los mercaderes de
ilusiones. Y en esta historia las ratas le pagan al flautista por la
receta.
Está
demostrado que la autoayuda es para la clase media, está hecha a la
medida de personas que no pueden ni desean gastar en psicólogos, en
los que la magia de la autosuperación los hará convertirse en el
próximo Steve Jobs, y el racista (pero millonario) de Henry Ford es
una inspiración.
La
autoayuda está llamada a ser la gran religión del siglo XXI.
Nadie
parece estar dispuesto a escudriñar adentro, porque en las nuevas
religiones te exigen como requisito mirar al frente, te prometen la
facilidad y la felicidad, aunque generalmente “nuestras sombras son
más grandes que nuestras almas” como dice la canción.
En
la actualidad, la participación en un Círculo de Realización
Personal ronda los 21 mil bolívares por dos horas semanales (durante
6 jornadas) en un grupo de 15 personas. Los Coach pueden ganar hasta
315 mil mensual con un solo grupo de personas. Pero hay algo incluso
más promisorio que el mero hecho de hacer dinero, el de creerse un
pichón de mesías.
En
MercadoLibre promocionan cursos de mediodía con un costo de 4 mil
lucas y prometen resolver en tres horas la historia de un sistema
opresor, expresada en un grupo de 10 personas. El Coach puede ganar
de una sola sentada, a través de la proyección de teorías de
Programación Neurolingüística en un video beam, hasta 40 mil
bolívares.
El
gurú estadounidense Deepak Chopra cobra 350.000 euros por una
conferencia
(http://www.elmundo.es/cronica/2014/02/08/52f62d09e2704e587b8b4576.html),
eso en bolívares serían mil 400 millones.
Las
escaleras al cielo son jaulas en cuyo columpio oscila “la verdad”.
Jiddu Krishnamurti, el mesías fallido, se levantó contra estas
sociedades, organizaciones que construyen con la vida ajena pequeñas
jaulas. “Yo
afirmo que la verdad es un territorio sin sendero, y ustedes no
pueden acercarse a ella por ningún sendero, por ninguna religión,
por ninguna secta (…) La verdad siendo ilimitada, incondicional,
inalcanzable por ningún sendero, no puede estar organizada; ni
tampoco debe formarse ninguna organización para conducir o
coaccionar a la gente hacia algún sendero en particular”.
Si
los Coach son formados para formar, constituyendo su conocimiento en
uno de segunda mano, qué posición le correspondería a quién la
recibe. Gurú en sanscrito significa “el que señala”. Y se
pregunta Krishnamurti ¿una adorna, adora, cumple las órdenes
misteriosas, y le paga a una señal en la carretera? Una debe ser y
hacerse su propia maestra, lo otro es estafarse para continuar el
círculo en que necesitamos ser las víctimas y los depositarios de
la compasión.
No
hay tierra, tampoco camino, menos escaleras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario