En este caso, el modus operandi de los grupos de choque consiste en intercambiar guerreros por dinero o comida, para la foto. La prensa hará el resto, convertir en héroes a niños secuestrados en sus escuelas, a niños en situación de calle, y a otros fugados de casa, para hacer propaganda de guerra.
Hay una dictadura. Sí. La de los medios. Y su expresión más análoga: la de las redes.
¿Por qué no usan a sus propios hijos para hacer las molotov?
A mí también me llegó la foto de un niño con uniforme del colegio, preparando una bomba molotov durante las protestas en La Urbina, el segundo día del mes de mayo. Un niño afrodescendiente, y según el relato de la foto en la cuenta de la actriz venezolana Francis Romero (@francisactriz), con “apenas 9 años”. Romero repostea la foto y el testimonio de su colega Estefanía Angélica Valbuena Arteaga, modelo, productora, guionista y directora audiovisual, de sólo 23 años. Valbuena le hizo “saber” a sus más de 7700 seguidores en la red social que el niño quería protestar, “acongojado porque su abuela se murió al no conseguir medicamentos”. Según la comunicadora, la “gente le pedía que se fuera, pero desistía”, entonces la “criatura se puso a preparar bombas molotov”. Dizque él solito, como para la foto.
En un trabajo de la Fundación de producción audiovisual TVS Pueblo, en el que se entrevista al niño, a la madre, la tía, los tíos, la abuela, incluso a la vecina de la víctima, la historia detrás de la foto es otra.
El niño NO protestaba. Lo tomaría por el brazo “una señora” en la entrada de su colegio que lo llevó hasta el sitio de las protestas, donde según relata el niño lo golpearían, le pintarían el rostro, y lo obligarían a manipular gasolina para elaborar bombas molotov. Estuvo en clases, no tenía que pasar por La Urbina para llegar al colegio y su abuela está vivita y coleando, hechos que contradicen el relato de Valbuena.
Pero ¿por qué lo eligieron a él? Y si acaso, lo más importante ¿cuáles son las consecuencias de utilizar a un menor de edad para fines bélicos?
¿Por qué?
Al niño lo pescan afuera de su colegio, un Fe y Alegría ubicado en el barrio 24 de marzo, en Petare. Le ofrecen comida, dinero y acto seguido se lo llevan “a donde la gente estaba gritando”. Lo coaccionan, le pintan la cara, le dan las botellas, gasolina y de inmediato le toman las fotos. Según declaraciones del propio niño, le pegaron, lo tomaron del brazo y lo volvieron a dejar en la escuela, de donde partió a casa.Vive en lo más recóndito de Petare, en el barrio 24 de julio, con su familia, en una casa donde habitan ocho niños más. Su madre insiste, lo mismo que sus vecinos y los representantes de la escuela a donde acude su hijo, que ella lo lleva todos los días al colegio. No como se dijo en la reseña de la famosa foto.
El niño, tanto como su madre, se encuentran en shock. No quieren salir de casa. No se sabe quién inició el acoso, pero ahora le llaman “el niño terrorista”. No quieren pedir nada, tampoco quieren más prensa, solo quieren denunciar a las personas que le hicieron esto a su hijo. Acusan a la “periodista Fani Valbuena” (Estefanía Angélica Valbuena Arteaga).
Su tía se pregunta ¿por qué (“la señora”) no agarró a sus propios hijos y les hizo lo mismo?
No podemos responder por las personas que cometieron estos delitos, pero todo parece indicar que solo quería la foto. La foto de un niño, estudiante, afrodescendiente, de clase humilde, la suma perfecta para dar cuenta de una víctima de “la dictadura”. Al “niño molotov”, como lo apodaron en la redes, le explotó la guarimba en las manos.
¿Cuáles son las consecuencias legales?
El artículo 83 de la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes (Lopna) garantiza el derecho a la protesta de los niños, pacíficamente y sin armas, bajo la responsabilidad de sus padres o representantes.Pero en este caso principalmente se viola el derecho a la vida del niño, contemplado en el artículo 15 de esa misma ley, y su integridad física, psíquica y moral, garantizada en el artículo número 32. En vista de que se lo llevaron (¿lo secuestraron?) del colegio, pudiéramos estar hablando de traslado ilícito dentro del territorio (artículo 40), que de confirmarse podría acarrear al responsable una multa de 60 a 120 Unidades Tributarias, si no representase un hecho punible (artículo 231).
Se viola también el derecho al honor, reputación, propia imagen, resguardados por el artículo 65.
La exposición pública de este niño infringe la ley conforme el artículo 79, por promover su participación en hechos que pueden afectar su salud, integridad y vida, también por su apología a la violencia.
En la foto expuesta del niño se evidencia la violación del artículo 92, según el cual está prohibido facilitar armas, municiones y explosivos. Para este delito la pena varía de uno a cinco años de prisión (Artículo 261).
Según el artículo 264 de la Lopna, quien cometa un delito en concurrencia con un niño será penado con prisión de veinte a veinticinco años. Y si lo incluyen en grupos criminales, de veinticinco a treinta años, según el 265.
Podríamos estar hablando de -al menos- dos responsables de estos delitos. De “la señora” que cometió el crimen de producir la escena durante las guarimbas (llevarse al niño de su escuela, maquillarlo, poner en sus manos elementos para hacer el explosivo “a lo mal” en palabras del niño, amenazarlo con quemarlo, golpearlo); y también está la persona que, en apariencia, tomó la foto y la publicó: Estefanía Valbuena, quien se negó a dar declaraciones para este artículo.
Originaria de Falcón, actualmente vive en Caracas. Trabaja como modelo y actriz. Y es, hasta ahora, la fuente de la foto y el eslabón entre el secuestro del niño y la puesta en escena.
La guarimba secuestra y pone al frente a los niños pobres a cambio de dinero o comida. Los convierte en héroes, a cambio de la foto, la expresión mediática de una campaña sin escrúpulos ¿Cuánto falta para que le den de baja a uno? El niño molotov echa a abajo la teoría del niño guarimbero.
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