A “Rita” la
cogieron con tres meses de embarazo. Tenía 23 años y su nombre real
era Laura. Estudiaba historia en la Universidad de La Plata. Los
pasearon a ella y a su compañero de la Esma a La Cacha, donde
torturaron y asesinaron al papá de su criatura, Walmir, frente a
ella. Laura y su marido habían cometido el error de ser de
izquierdas, militantes peronistas. Antes de embarazarse, vivieron dos
pérdidas. Aun así, se aferró a la vida que le crecía adentro
mientras la vida se le moría afuera. Parió seis meses después,
esposada a una cama y encapuchada. Se dice que le susurró al bebé
su nombre: “Guido, como tu abuelo”. La durmieron porque se
resistía a entregarlo. Dos meses después la mataron de un disparo
en la cara y se la entregaron a sus padres para que la reconocieran y
la enterraran.
36 años pasaron para
que el hijo de Laura decidiera dejar su muestra de sangre en la
organización que rescata a los niños apropiados por la última
dictadura argentina: Abuelas de Plaza de Mayo, que preside la madre
de su madre Estela. Se convirtió en el nieto 114 encontrado de por
lo menos 500 que buscan sus abuelas. “Mi mamá no se va a olvidar
de lo que me hicieron y los va a perseguir”, le dijo Laura a una
compañera sobreviviente.
Bajo la dictadura de
Videla en Argentina, según las cuentas oficiales (que son siempre
muy conservadoras), 30 mil almas fueron desaparecidas. A las mujeres
guerrilleras, militantes de izquierda, además de torturarlas, las
violaban. Los soldados se convirtieron en las comadronas de las
embarazadas, que después de parir pasaban por la pólvora de sus
captores, quienes después se quedaban con sus hijos con sus hijos, o
lo repartían, como barajas.
María Topete era la
encargada de la Prisión de Madres Lactantes de Madrid. Su objetivo
durante su paseo por la cárcel para mujeres republicanas era
“impedir que los niños mamaran leche comunista”. Topete era
defensora de la teoría del psicólogo franquista Antonio
Vallejo-Nájera, según la cual “ser rojo” venía dado por un
defecto genético y había que salvar a España, segregando “a
estos sujetos desde la infancia”, lo que “podría liberar a la
sociedad de esta plaga tan terrible”. Para los seguidores del
científico y también Jefe de los Servicios Siquiátricos Militares,
España “debía depurar la raza”.
Topete contribuyó al
robo de niños a “madres comunistas”, que en España son
alrededor de 30 mil niños apropiados. Esta trata de infantes se
realizó durante 50 años con complicidad de la iglesia católica.
Nájera, el Mengele de Franco, experimentó con presas republicanas,
recluídas en campos de concentración, para determinar lo que llamó
el “biosiquismo del fanatismo marxista”. Sus “estudios”
confirmarían “la inferioridad mental” del gen rojo, su
brutalidad e incluso su fealdad. Dio al régimen franquista el
argumento pseudo científico con el que probaba que el adversario era
infrahumano y malvado y desde ese punto todo le estaba permitido a
Franco.
Esta semana, la
guarimba cibernética, una expresión del candelero en las calles de
Venezuela, atacó de forma directa a militantes chavista a través de
las redes, publicando fotos de sus familias, de sus hijos,
preguntándose dónde estudian,
(https://twitter.com/Klien76/status/860144180076720128)
para exterminarlos, para que “nadie siga con el germen comunista en
el coco”. Sus argumentos contra una madre de dos niñas fueron que
era “gorda, fea, tierrúa, envidiosa, acomplejada”, y entonces
había que “esterilizarla”. Alguna pidió que no se ejecutaran a
los niños, como a los padres, porque le “aterraba” pensar en
eso. A las niñas se negaron a difuminarle el rostro, porque serán
“parte de futuros colectivos y paramilitares”.
Que amenacen a los
hijos por las ideas de sus padres, eso sí que es una declaración de
guerra. A menos que el hijo se voltee, caso del hijo del Defensor del
pueblo, a quien seguro hubiesen linchado en una de la marchas
opositoras si lo hubiesen reconocido, antes de que se pronunciara
contra el gobierno del que hace parte su padre. Y a quien suben en
hombros, después de que pretendió hacer flaquear al Defensor del
pueblo. A ese muchachito se le olvidó que defiende a los mismos que
golpearon y apresaron a su padre durante el golpe de Estado contra
Chávez en 2002, por rojo. Yibram Saab es el hijo de un rojo y eso no
se lo perdonarán los fascistas, así el muchacho les haga el favor
de quebrarle las piernas a su padre, Tarek. La traición no es
garante para el perdón. El gen “comunista” está allí, y de
seguro hay un gremio de psicólogos peleándose el título del
Mengele venezolano.
Recientemente una mujer
ligada a la dirigencia opositora en Venezuela acosó a la hija de
Jorge Rodríguez en Australia. De inmediato, uno de sus periodistas
-en twitter- acuñó y recomendó usar el término “escrache” a
la acción intimidatoria, valiéndose del término de organizaciones
pro-derechos humanos en Argentina, como HIJOS (acrónimo de Hijos
e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el
Silencio) que define la acción como “poner en evidencia, revelar
en público, hacer aparecer la cara de una persona que pretende pasar
desapercibida”. Con el escrache los HIJOS pretendían visibilizar
la cara de los genocidas argentinos que desaparecieron a sus padres,
por rojos. Son hijos rojos que toman parte de la justicia en sus
manos, al exponer a los asesinos (no a sus hijos) que se convirtieron
en sus vecinos
(http://www.hijos-capital.org.ar/index.php?option=com_content&view=section&layout=blog&id=7&Itemid=407).
En Chile, la misma
acción es ejecutada por los hijos de los desaparecidos, presos
políticos, de izquierda, y se la llama “funa”. Con ella, lo
hijos rojos pretenden presionar al gobierno de manera pacífica para
depurar de sus nóminas agentes de la dictadura pinochetista,
responsables del asesinato selectivo de buena parte de la sociedad
chilena.
No lo llame ni escrache
ni funa, cuando estamos en presencia del más diligente fascismo.
Exponer a los hijos por
las ideas de los padres no se parece a ninguna idea progresista. Al
contrario, revela la naturaleza represiva de su ejecutor, para el
que, quien no piense como él debe ser convertido en jabón y cuya
descendencia debe desaparecer, y con ella la impureza racial, la
moral y la económica, porque para esta gente tal cosa es biológica.
Lo raro de todo esto es
que los comunistas tengan hijos ¿no, y que se lo comían pues? ¡Ah,
no! Es a los hijos de la gente bien a los que le robarían la patria
potestad, como lo hicieran las monjas y los curas franquistas en
España, pero con los hijos rojo. Y, dígame ¿de qué color es su
hijo?
En palabras del
Comandante de la Revolución y fundador del FSLN Tomás Borge “mi
venganza personal será el derecho de tus hijos a la escuela y a la
flores”.
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