domingo, 7 de mayo de 2017

PON 70



LO QUE HARÉ
Por Suheir Hammad (Palestina)

No bailaré al ritmo de su tambor de guerra. No prestaré mi alma y mis huesos a su tambor de guerra. No bailaré a su ritmo. Conozco ese ritmo, es un ritmo sin vida. Conozco muy bien esa piel que usted golpea. Estuvo viva aún después de cazada, robada, expandida. No bailaré al ritmo de su tambor de guerra. Yo no voy a estallar por usted. Yo no voy a odiar por usted, ni siquiera voy a odiarlo a usted. No voy a matar por usted. Especialmente, no moriré por usted. No voy a llorar la muerte con asesinato ni suicidio. No me pondré de su lado ni bailaré con bombas solo porque todos los demás están bailando. Todos pueden estar equivocados. La vida es un derecho, no un daño colateral o casual. No olvidaré de dónde vengo. Yo tocaré mi propio tambor. Reuniré a mis amados cercanos y nuestro canto será danza. Nuestro zumbido será el ritmo. No seré engañada. No prestaré mi nombre ni mi ritmo a su sonido. Yo bailaré y resistiré y bailaré y persistiré y bailaré. Este latido de mi corazón suena más alto que la muerte. Su tambor de guerra no sonará más alto que mi aliento.


EL ODIO
Por José Agustín Goytisolo (España)
Contemplad, qué activo sigue siendo,
qué bien se conserva
en nuestro siglo el odio.
Con qué ligereza afronta grandes obstáculos.
Qué fácil para él saltar, atrapar.
No es como otros sentimientos.
Es más viejo y más joven que ellos al mismo tiempo.
Él mismo crea razones,
que lo despiertan a la vida.
Si se queda dormido, no es nunca el suyo un sueño eterno.
El insomnio no le quita fuerza, antes se la da.
Con religión o sin ella,
lo importante es arrodillarse en la salida.
Con patria o sin ella,
lo importante es lanzarse a correr.
Para empezar no está mal eso de la justicia.
Después ya corre solo.
¡Odio! ¡Odio!
Su rostro lo desfigura una mueca
de éxtasis amoroso.
¡Ay estos otros sentimientos,
enclenques e indolentes!

EL TERROR PREVENTIVO
Por Alfonso Costafreda (España)
Dieron al fuego virulencia,
calcinaron los bosques y los ríos.
En nombre de la Justicia
injustos testimonios levantaron,
y otros y otros crímenes
que sería prolijo enumerar,
y otro delito cometieron
más refinado y atroz.
Hincaron en el pecho humano
el estandarte del terror.
Que el miedo del abismo fuera
peor que propio abismo.
Sacerdotes de un culto nuevo
-y cuán antiguo el
terror preventivo reinventaron
principio y cruz de toda sumisión.



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