martes, 16 de mayo de 2017

Gastronauta 119 Mi amigo el asesino


“Mi amigo, el chavista, dice que...” ¿No va siendo hora de que se aleje de ese amigo al que cree asesino y al cual usted muy “valientemente” podría linchar? ¿No va siendo hora de que no le llame amigo? Pudiera replantearse los conceptos de amigo, hermano, asesino. Usted dirá que “no, él no es asesino”, pero ¿no y que apoya a los que usted llama “asesinos en el gobierno”? Y, como uno más uno, casi siempre son dos: son asesinos los que apoyan los asesinatos ¿o, no? ¿No va siendo hora de que se replantee clasificar a su amigo en esta o aquella casilla, por su forma de pensar? Es hora de que deje de repetir fórmulas ajenas, lugares comunes, que empiece a pensar en cabeza propia, es hora de que deje de justificar el asedio, es hora -y siempre la será- de hacer país, y el país empieza en su pecho y se le sale por la boca. Matar en nombre de su país es matar en nombre propio y eso no lo hace héroe, lo convierte en lo que señala, lo pone de frente al espejo, de donde no puede escapar.

Rodolfo Walsh retrató a la oligarquía dominante como una clase “temperamentalmente inclinada al asesinato” y esa “connotación importante”, en palabras del periodista y escritor argentino, “deberá tenerse en cuenta cada vez que se luche contra ella. No para duplicar sus hazañas, sino para no dejarse conmover por las sagradas ideas, los sagrados principios y, en general, las bellas almas de los verdugos”.
Dígame ¿usted, es un verdugo, o un hablador?
¿Si se encontrara de frente, a su amigo el asesino, lo confrontaría, o para ello necesita regodearse entre otros, que como usted, tienen “la tarea” de limpiar al mundo de los miserables, a los que, según los líderes de la opinión pública, una vez caiga el gobierno “no hay que perdonar a ninguno”?
¿Qué nos harán a los millones (y millonas) de chavistas?
Dígame usted ¿de qué nos quiere limpiar?
Con Patricia Ariza les digo, por si se les ocurre lavarme, “no me vayas a quitar el barro/ del que estoy hecha”.
La orden es clara. Los periodistas que marcan tendencia en la opinión pública nacional lo confirman: hay que perseguir a los chavistas, una cacería de brujas sin fronteras, donde quiera que estén. El método primero es reducirlos hasta deshumanizarlos, hasta que no importen sus vidas, hasta excusar la masacre. Y así, los ejecutores saltan del teclado a las embajadas, a las escuelas, a las casas de quienes para sus atacantes no merecen estar aquí o allá y a la vez decirse chavistas. Lo mismo secuestran a los familiares víctimas (asesinados) durante las guarimbas en 2014, en la sede de la Embajada de Venezuela en España, que a los hijos de los dirigentes chavistas en esta o aquella caminería, tanto como al común que se atreve a comer en una panadería, o a asistir a un parque; después cuelgan sus propios videos en las redes, donde los acuna ene cantidad de seguidores, los que sueñan con poder “matar un chavista”, o en el menor de los casos exponerlos para que otros hagan la tarea, como si no fuera la misma cosa anular moralmente que matar. La carnicería la dirigen desde las mal-llamadas redes sociales, en un clima que hiede a sangre, también a mierda.
Me sorprendió (porque una conserva todavía algo de asombro) que publicasen un mapa para geolocalizar y “escrachar” los eventos de solidaridad con el pueblo chavista, que se realizan alrededor del mundo: la única libertad en la que creen es en la propia ¿Quién financia este “tipo de iniciativas”?

El gobierno de Panamá prometió deportar a quienes cometieran delitos de este tipo, contrario -muy al contrario- del Gobierno en España, que violó la Convención de Viena al dejar atacar la Embajada de Venezuela ubicada en Madrid (http://www.avn.info.ve/contenido/grupo-violento-asedia-embajada-venezuela-madrid). Madrid es a Venezuela lo que Miami es a Cuba. Pero a los “mayameros” les asusta la mierda. Fue su propio gobierno el que hizo presos a los guarimberos venezolanos (y una colombiana) que arrojaron sus heces contra el Consulado venezolano en La Florida, porque en EE.UU. el uso de las deposiciones es considerado como arma biológica (https://www.aporrea.org/venezuelaexterior/n308400.html).
Y aunque la mierda de otros les asusta en su país, en el extranjero está bien vista si se usa en contra de los “enemigos” políticos de Washington. Estas -en apariencia- espontáneas manifestaciones de la oposición en Venezuela y el mundo contra el chavismo encuentran su fortaleza en la -siempre al acecho- actuación del aparato militar estadounidense.
El domingo, el periodista Eleazar Díaz Rangel escribió en el diario Últimas Noticias (http://www.ultimasnoticias.com.ve/noticias/destacados/la-guerra-no-convencional-los-domingos-diaz-rangel/), detalles del último informe del Almirante Kurt Tidd, a la Comisión de Servicios Armados del Senado estadounidense. En el documento se hace constar la asociación con factores políticos de la MUD, con los que han “venido acordando una agenda común, que incluye un escenario abrupto que puede combinar acciones callejeras y el empleo dosificado de la violencia armada bajo un enfoque de cerco y asfixia”. El ahorcamiento simbólico lo ejecutarían desde la Asamblea Nacional que, para el dirigente militar, debe aplicar una tenaza contra el gobierno de Nicolás Maduro para “obstruir la gobernanza, convocar eventos y movilizaciones, interpelar a gobernantes, negar créditos, derogar leyes”. En el mismo informe se habla de activar una segunda fase de la arremetida, un ataque no convencional que contaría con operaciones paramilitares dirigidas desde el Comando Sur (Miami) y desde Colombia.

Así pues, la cacería de chavistas allanaría los surcos, en los que crecería el terror y de a poco el genocidio. Si es usted de los que justifica que se les exponga, se les insulte, se les agreda, no podrá exculparse de sus muertes, porque ¿cuál es el límite? ¿quién lo impone?
Francisco Urondo, lo explica así: “Un hombre es perseguido, una familia entera, una organización, un pueblo. La responsable de esta situación no es la codicia, sino un comerciante con sus precios, con la imposición de las reglas del juego. Los empresarios, la policía con la imposición de las reglas del juego. Por eso ese hombre, ese pueblo, esa familia, esa organización, se siente perseguida. Es más, comienzan a perseguirse entre ellos, a delatarse, a difamarse, y juntos a su vez, se lanzan a perseguir quimeras, a olvidarse de las legítimas, de las costosas pero realizables aspiraciones; marginan la penosa esperanza. Entonces toda familia, todo el pueblo, entra en el nivel más alto de persecución: la paranoia, esa refinada búsqueda de los perseguidos históricos y culturales. Y ésta es la triste historia de los pueblos derrotados, de las familias envilecidas, de las organizaciones inútiles, de los hombres solitarios, la llama que se consume sin el viento, los aires que soplan sin amor, los amores que se marchitan sobre la memoria del amor o sus fatuas presunciones”.

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