Yo paro, pero que
alguien me aguante los pujos.
Cómo para la mujer con
su hijo en un hospital ¿Son los hombres que la sostienen?
Cómo para la única
entrada de dinero en casa ¿Cuántas madres son la única entrada de
dinero?
Cómo para la
prostituta para el proxeneta ¿Cuántas monedas cuesta una mamada?
Cómo para la campesina
la aridez. Cómo para la niña de parir. Cómo para la que pare a los
hombres que la matarán mañana. Cómo para la muerta los golpes.
Paran las mujeres, las
niñas, las adolescentes, las transexuales, las lesbianas, las
campesinas, las afrodescendientes, las indígenas las estudiantes,
las obreras, las feministas, las que no se saben feministas. Parar,
las que pueden por las que no. Las que quieren por las que no.
Parar para detenerse,
levantarse, y también habitar.
Parar para no seguir
engrasando y ensangrentando la Máquina, que hace uso de nuestra
fuerza de trabajo (en el hogar, de cuidados a niños y ancianos) sin
remuneración, y que a cambio nos mata.
Levantarse porque no
podemos seguir muriendo sin que pase más que la propia muerte.
Parar para quedarse en
la idea, para acompañarnos, para hacer casa en la voz de todas, por
todas nuestras muertas. Por todas las que queremos la vida. Por el
reconocimiento y la unidad de las mujeres en su actuación pública,
la sororidad. “¿Qué sería de las mujeres sin el amor de las
mujeres?” (1). Y, antes que reclamar la equidad con los
hombres, debemos lograr la igualdad (reconociendo la diversidad)
entre nosotras.
Se para nuestro cuerpo
mutilado, en venta, botín de guerra, nuestro cuerpo, bajo las luces
en una sala fría para dar vida, el cuerpo de las mujeres violadas,
empaladas, quemadas, desaparecidas, muertas por cuidar los ríos:
Bertha Cáceres (Honduras), por subir el mentón contra la minería:
Laura Leonor Vásquez Pineda (Guatemala), por sembrarse en su
territorio: Macarena Valdés (Chile), por defender la paz, Ruth
Alicia López Guisao, Emilsen Manyoma, Yoryanis Bernal y Luz Herminia
Olarte (Colombia); presa por defender la idea Milagro Sala
(Argentina).
Parar porque no siempre
nos defendemos y porque en la defensa un revés precisa respiro.
En el pedazo de tierra
“nuestra”, para parar (de verdad) habrá que trascender la
Fiscalía, la Plaza El Venezolano, la Maternidad, las mismas caras,
las mismas horas, las mismas historias. Habrá que evangelizar en
cada casa, bajo cada puente, sobre cada pecho. En nuestro pedazo de
piel para parar habrá que parir de a poquito a la mujer que pare a
la mujer que a su vez pare a otra y hay que empezar cuanto antes,
porque en Venezuela ocurren feminicidios (2) velados, porque
todavía no se habla sobre el aborto, porque el derecho a la
identidad de mujeres trans está atravesado por la violencia, porque
la defensa del territorio mata a los hombres y deja en las manos de
nuestras mujeres la lucha ancestral, porque el Arco Minero del
Orinoco abre sus brazos y arropa de noche el futuro.
Hay que parir gente
nueva, gente buena, gente sin miedo y para eso hay que parar. Y para
parir no es necesario ser madre en lo biológico, basta con adoptar
(y no necesariamente a niños); tampoco es necesario ser madre para
nada, basta con hacerse mujer y confiar en nuestra fuerza para ser y
dar vida. Siendo hija se pude ser madre (cuántas no somos madres de
nuestras madres). Hay que volver a parir nuestro pacto. Que esa ese
nuestro primer hijo.
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(2)
“El feminicidio es un crimen de Estado, porque sucede debido a la
incapacidad del Estado y de la sociedad de asegurar la vida y los
DDHH de las mujeres… se dan también la complicidad y la colusión
entre autoridades y delincuentes. Lo que genera una gran impunidad
que contribuye a la reproducción del fenómeno”. Marcela
Lagarde y de los Ríos, Para mis socias de la vida, 2014.
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