martes, 19 de mayo de 2015

Gastronauta 35: Tetada



A mi amigo Franco que nos visita desde Argentina, siempre le chocó, le choca, encontrarse con esos maniquíes que tienen más tetas que ropa. Un pedazo de plástico, que en Venezuela imita a la realidad: la masificación de los implantes mamarios como consecuencia de una idea de belleza impuesta desde las redes del bisturí. Así la publicidad, aliada del sistema, inunda las calles con imágenes de la redondez “perfecta” ¿La culpa? Siempre es de la mujer, por no tener, por tener demasiado, por tapar, por exhibir. (1)
Lo que parece una verdad es que un par con silicón no agrede a nadie. En cambio, una madre que amamanta levanta las más insospechadas conductas.
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Una vez, el chofer de camionetica ofreció dejar caer sobre mí su pañito de secarse el sudor, para que me tapara mientras amamantaba a Pola. “La teta del pueblo, pues”, llegó a proferir.
A Circe, una mujer la detuvo en el metro para preguntarle si le gustaba “que le chuparan las tetas en público”.

A Maruja, un hombre le gritó en plena plaza que para eso existían “los teteros y la leche e' pote”. Mi pana la paró en seco: “él es un bebé humano, por eso toma leche humana”.
Y es que van más allá, incluso se atreven a meterse con los niños. A Alí Rafael, un bebé de dos años y medio ha sido interpelado en la calle. “Sinvergüenza, tan grande y pegado a ese pellejo”, cuenta Daniela, su madre.
También están los que te acosan. “¿Y para mí no hay?” le sisearon en el oído a Jhannely los que te miran -con el más abominable de los ascos- como si te quisieran comer. A Alelí le dijeron que darle teta a su hija la excitaba, porque a ella “le gustaba la succión”. Como respuesta, esta madre puso cara de orgasmo.
A mí alguien me preguntó si amamantar a mis hijas “no abría la posibilidad de hacerlas lesbianas”.

“Hay lugares para hacer ESO” (póngale a esta última palabra la sensación de ASCO).
¿Y cuál es el lugar? Fuera del paraíso, porque a las pecadoras no se les dio costillas para que andaran mostrando sus manzanas.
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Pero cuando el maltrato se institucionaliza, entonces la agresión individual se convierte en política de Estado. Tal es el caso del Teatro Baralt en Maracaibo, o de la Sala de Conciertos de la Universidad Central de Venezuela, lugares en los que recientemente no se les permitió a un par de bebés recibir el cobijo del pecho materno ¿Qué puede tener en la cabeza, no digamos en el corazón, alguien que censure la lactancia materna porque “ofende” al resto de los mortales?
“Amamante aquí”, a oscuras, donde no afecte al otro, consuelan.
Dar teta no agrede a nadie, por el contrario revive una sociedad muerta, una que cambió la piel por el plástico de una mamila y la propia savia por la tortura animal.
Como respuesta a este insulto, tres ciudades de Venezuela se manifestaron con una tetada pública, Maracaibo, Caracas y Punto Fijo. En este trébol de lugares, las madres se pelaron y dieron lechita a sus cachorros sin pedir permiso y sin ser desalojadas de sus derechos.
Según la Ley de Promoción y Protección de la Lactancia Materna, en su artículo dos el “Estado, con la participación solidaria de las comunidades organizadas promoverá, protegerá y apoyará la lactancia materna exclusiva, a libre demanda”. Entonces por qué una institución del mismo Estado desaloja a una madre y su niña de sus instalaciones porque practican las leyes que el mismo Estado redactó. (2)
Por su parte, y aunque la UCV chupe de las ubres del Estado y se crea diferente, en sus salas son bien recibida las tetas de Norkys Batista, pero rechazada las de una madre que practica el más hermoso de los superpoderes: producir el alimento de sus hijos.
Parece que por los pasillos de esta sociedad corre una leche agria que resiste la verdadera revolución, una casa a la que le hace sombra una teta.
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Atentas a otras informaciones. Se convoca a más tetadas públicas para manifestar nuestro derecho a ejercer una alimentación sana, soberana, ecológica y por encima de todo: gratis, cualidad que molesta tanto a los defensores de la mercancía.


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