Algunos seres humanos
somos más del reino vegetal.
En realidad, sin las
plantas, la evolución no pudiera haberse ejecutado. Es algo así
como que los árboles llevan en sus hombros buena parte de la
responsabilidad de que podamos caminar, porque por y a través de
ellos salimos del agua, su desintegración y solidificación logró
los continentes y constituyen el escudo contra las espadas que nos
hincan más allá de la atmósfera. Las plantas además nos alimentan
incluso desde que éramos una célula flotando en la puritica agua
que era la tierra. El mejor remedio, fuente para el cobijo al
constituir materia prima para casas autosustentables, casas vivas,
sus hojas nutren el histórico medio de comunicación: el papel.
Son también la
principal fuente de energía, porque casi toda la necesaria para la
vida en el planeta es producida mediante la fotosíntesis a partir de
la luz del sol. Entonces pues ¿cómo es posible tanto descuido en
contra del florecimiento y la conservación de los verdes, sin que se
explique como un suicidio colectivo? Hay quienes hablan de que
vivimos la sexta extinción masiva, producto del paso del homínido,
un paso más feroz que el peor de los meteoritos.
La defaunación es por
consiguiente otro de los peligrosos hechos que acompañan el
apocalipsis humano ¿A dónde migrarán las guacamayas que recorrían
la Valle-Coche, después de la bestial deforestación que sufriera la
principal arteria vial de la puerta sur de Caracas? La duplicación
del asfalto, la ampliación de la autopista acabó con una hilera de
más de quinientos árboles.
Una
sabía que había llegado a Caracas, porque asistía a la discusión
entre una guacamaya y una bocina. Levantaba la vista y un cielo de
hojitas dejaba pasar los rayos de un sol más bien tímido. Hoy, el
de rubias crines quema la solapa de todo lo que se mueve.
Algunas especies fueron
arrancadas de raíz con la promesa del transplante. Otras simplemente
segadas, como si esa raíz no pudiese volver a echar ramas, en la más
antigua de las resistencias.
El reino plantae
cuenta con unos 3.800 millones de años. Incluso dominaron los mares.
No veo cómo no puedan reventar el cement(eri)o en las manos del
hombre y como fiera herida, reclamar su piel.
Cuando las piedras se
peleen en el recorrido y devuelvan nuestros huesos a alguna lava
dormida, o crezca una ola tanto que el Ávila no sirva de amparo,
entonces el ala de la guacamaya volverá a anidar el viento, el caobo
coqueteará con alguna nube, y el apamate floreará la más hermosa
de las alfombras.
Justo al lado de las
jacarandas, los apamates, los bucares, los caobos caídos, llora un
río, uno empaquetado con cabillas y cloacas. Allí, los cadáveres
de madera, sin más ritual que el enmohecimiento. Allí las promesas
y el más denso calor vaticinan la peste, el fuego ¿Cómo podremos
respirar, de qué se llenarán nuestros ojos?
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Recientemente, Osly
Hernández, fue nombrada presidenta de la Misión Árbol. Ella es
madre, y como la misma tierra, sabe lo que es parir y el dolor que se
siente cuando una ramita enferma. En sus manos, arborecer la senda.
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