"Me
maltratan bien".
-Amelia, 3
años. Sobre la escuela.
I
Mi madre es maestra. Le
pregunté si yo podía educar a Pola en casa y “titularla”. Me
explicó que debo hacer una serie de trámites, pero que esa figura
de “educación en casa” no es usual en Venezuela.
-¿Y cuándo vas a
vivir? Me preguntó.
II
Mientras comemos en uno
de esos centros comerciales que rodean el cemento, una megapantalla
anuncia a una de esas guarderías de ahora: “Cuidamos de sus hijos.
Desde las 6:00 hasta las 8:30 PM, los 365 días del año, desde
baby-sister, hasta maternal”.
Pero ¿cuándo es que
son tus hijos?
III
IV
Por estos días, las
madres alistan sus argumentos para suplicar un cupo en alguna
institución académica. Pájaros mendingando jaula. Tanta paja que
reúne el alado para formar un nido... deshabitado.
V
Es refácil condenar a
los padres, difícil asumir que el abandono de los hijos es parte de
la rosca del sistema: la reproducción del desamor como mecanismo de
control.
Lo que debemos
internalizar es que el sistema no es una entelequia, que lo
constituimos y como las ratitas del cuento, bailamos al ritmo de su
flauta. Pero podemos y debemos desentonar.
VI
Como si fuera poco
tener que perder parte de tu vida dentro de cuatro paredes,
uniformado, juzgado-evaluado, nuestra sociedad convenció a nuestros
padres de que el resto del día, en su tiempo libre los niños deben
ser ocupados en las llamadas “tareas dirigidas”, un espacio en el
que “refuerzan” áreas en las que nuestros hijos carecen
“habilidad” (interés).
VII
Ha sido ampliamente demostrado que el juego es una
herramienta pedagógica por excelencia para que el ser humano
aprenda. Pero cuándo juega un niño, cuya principal misión es
demostrar a quienes lo rodean que ha caletreado esto y aquello.
VIII
El mercado laboral ha
lanzado a la mujer a la calle, y en la triple jornada le ha tocado
deshacer el delantal y arrojar a los hijos al “cuido” del
sistema. Y digo mujer, porque el estado de las cosas ha legado en las
faldas la crianza de los críos.
Me imagino a la madre
de William James Sidis, de once años de edad, orgullosa porque su
hijo había dejado boquiabierto a todos en Harvard, a los 18 meses ya
sabía leer y a los siete había escrito cuatro libros. Su
coeficiente intelectual llegaba a los 300 puntos, siendo entre 90 y
100 lo normal. Seguramente no le iba muy bien en la escuela, por su
carácter introvertido, pero cuando lo aceptó la publicitada
Harvard, el corazón de su madre brincó en una pata ¡Fue aceptado!
IX
Al contrario de los
avances mundiales respecto a la poca o nula asignación de deberes
para la casa, sociedades en las que la madre debe asumir la triple
jornada (trabajos dentro y fuera de casa), se inventan tareas
dirigidas para palear la falta de tiempo en la que padres e hijos
deberían compartir la formación (que no es la meramente académica)
en el hogar.
No me imagino a Ludwig
van Beethoven dedicando su ingenio a resolver derivados, cuando a los
siete años de edad ya ofrecía conciertos públicos. “Estoy
ocupado con un pensamiento muy bonito y no quiero ser molestado”,
advertía a quien quería ocuparlo con nada.
X
Confundir la formación
con la información es la norma. Los padres y las madres pensamos que
llenar la cabeza de nuestros hijos con números, fechas, conceptos,
garantizan eso de “ser alguien”. Ser nadie es sinónimo del
campo, por eso las cabezas de familia le temen al barro, al que sólo
acuden para limpiarse el cutis, o en algún cursito de “aventura”
snob.
"Cada segundo que
vivimos es un momento nuevo y único del universo, un momento que
jamás volverá… ¿Y qué es lo que enseñamos a nuestros hijos?
Pues les enseñamos que dos y dos son cuatro, que París es la
capital de Francia. ¿Cuándo les enseñaremos, además, lo que son?
A cada uno de ellos deberíamos decirle: ¿Sabes lo que eres? Eres
una maravilla” (1).
Pero no hay tiempo para
la maravilla.
XI
La Educación pública encuentra su fundación en
el deseo de moldear la masa. “En la época colonial, la educación
pública fue utilizada como un dispositivo para reprimir la
disidencia religiosa, así como para imbuir a siervos rebeldes con
las virtudes de la obediencia al Estado" (2).
En la actualidad, la escuela gradúa consumidores.
XII
Un niño es aplaudido cuando regurgita lo
“aprendido”. La improvisación no se permite. Mucho menos la
disidencia. “Hacer preguntas no mantiene la línea de montaje en
movimiento, por lo que la educación fomentaba las destrezas, no la
creatividad” (3).
Las madres (depositarias de este poder) hemos sido
despojadas de nuestros hijos, en el agobiante ritmo de una sociedad
que no permite ni respiro, ni pensamiento, ni sentimientos.
¿Y qué es una madre sin un hijo?
Amplíe:
(1) Pau Casals,
violonchelista catalán.
(2) Según el
anarcoindividualista Murray Rothbard.
(3) Steven Harrison, en
La Infancia feliz.
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