domingo, 10 de mayo de 2015

Gastronauta 33: Postales de la malaeducación





"Me maltratan bien".

-Amelia, 3 años. Sobre la escuela.



I

Mi madre es maestra. Le pregunté si yo podía educar a Pola en casa y “titularla”. Me explicó que debo hacer una serie de trámites, pero que esa figura de “educación en casa” no es usual en Venezuela.

-¿Y cuándo vas a vivir? Me preguntó.



II

Mientras comemos en uno de esos centros comerciales que rodean el cemento, una megapantalla anuncia a una de esas guarderías de ahora: “Cuidamos de sus hijos. Desde las 6:00 hasta las 8:30 PM, los 365 días del año, desde baby-sister, hasta maternal”.

Pero ¿cuándo es que son tus hijos?



III

De pequeña, mi maestra nos pedía “hacer un dibujo libre, de una casa”.




IV

Por estos días, las madres alistan sus argumentos para suplicar un cupo en alguna institución académica. Pájaros mendingando jaula. Tanta paja que reúne el alado para formar un nido... deshabitado.



V

Es refácil condenar a los padres, difícil asumir que el abandono de los hijos es parte de la rosca del sistema: la reproducción del desamor como mecanismo de control.

Lo que debemos internalizar es que el sistema no es una entelequia, que lo constituimos y como las ratitas del cuento, bailamos al ritmo de su flauta. Pero podemos y debemos desentonar.



VI

Como si fuera poco tener que perder parte de tu vida dentro de cuatro paredes, uniformado, juzgado-evaluado, nuestra sociedad convenció a nuestros padres de que el resto del día, en su tiempo libre los niños deben ser ocupados en las llamadas “tareas dirigidas”, un espacio en el que “refuerzan” áreas en las que nuestros hijos carecen “habilidad” (interés).



VII

Ha sido ampliamente demostrado que el juego es una herramienta pedagógica por excelencia para que el ser humano aprenda. Pero cuándo juega un niño, cuya principal misión es demostrar a quienes lo rodean que ha caletreado esto y aquello.



VIII

El mercado laboral ha lanzado a la mujer a la calle, y en la triple jornada le ha tocado deshacer el delantal y arrojar a los hijos al “cuido” del sistema. Y digo mujer, porque el estado de las cosas ha legado en las faldas la crianza de los críos.

Me imagino a la madre de William James Sidis, de once años de edad, orgullosa porque su hijo había dejado boquiabierto a todos en Harvard, a los 18 meses ya sabía leer y a los siete había escrito cuatro libros. Su coeficiente intelectual llegaba a los 300 puntos, siendo entre 90 y 100 lo normal. Seguramente no le iba muy bien en la escuela, por su carácter introvertido, pero cuando lo aceptó la publicitada Harvard, el corazón de su madre brincó en una pata ¡Fue aceptado!



IX

Al contrario de los avances mundiales respecto a la poca o nula asignación de deberes para la casa, sociedades en las que la madre debe asumir la triple jornada (trabajos dentro y fuera de casa), se inventan tareas dirigidas para palear la falta de tiempo en la que padres e hijos deberían compartir la formación (que no es la meramente académica) en el hogar.

No me imagino a Ludwig van Beethoven dedicando su ingenio a resolver derivados, cuando a los siete años de edad ya ofrecía conciertos públicos. “Estoy ocupado con un pensamiento muy bonito y no quiero ser molestado”, advertía a quien quería ocuparlo con nada.



X

Confundir la formación con la información es la norma. Los padres y las madres pensamos que llenar la cabeza de nuestros hijos con números, fechas, conceptos, garantizan eso de “ser alguien”. Ser nadie es sinónimo del campo, por eso las cabezas de familia le temen al barro, al que sólo acuden para limpiarse el cutis, o en algún cursito de “aventura” snob.

"Cada segundo que vivimos es un momento nuevo y único del universo, un momento que jamás volverá… ¿Y qué es lo que enseñamos a nuestros hijos? Pues les enseñamos que dos y dos son cuatro, que París es la capital de Francia. ¿Cuándo les enseñaremos, además, lo que son? A cada uno de ellos deberíamos decirle: ¿Sabes lo que eres? Eres una maravilla” (1).

Pero no hay tiempo para la maravilla.



XI

La Educación pública encuentra su fundación en el deseo de moldear la masa. “En la época colonial, la educación pública fue utilizada como un dispositivo para reprimir la disidencia religiosa, así como para imbuir a siervos rebeldes con las virtudes de la obediencia al Estado" (2).

En la actualidad, la escuela gradúa consumidores.



XII

Un niño es aplaudido cuando regurgita lo “aprendido”. La improvisación no se permite. Mucho menos la disidencia. “Hacer preguntas no mantiene la línea de montaje en movimiento, por lo que la educación fomentaba las destrezas, no la creatividad” (3).

Las madres (depositarias de este poder) hemos sido despojadas de nuestros hijos, en el agobiante ritmo de una sociedad que no permite ni respiro, ni pensamiento, ni sentimientos.

¿Y qué es una madre sin un hijo?



Amplíe:

(1) Pau Casals, violonchelista catalán.

(2) Según el anarcoindividualista Murray Rothbard.

(3) Steven Harrison, en La Infancia feliz.




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