...”pronta en la ira,
lo que le falta de fuerza en las manos, lo tiene de veneno en la
lengua”...
Descripción de la
mujer, por el censor del Santo Oficio F. Garau.
Alrededor de sus jardineras aprendí yo a caminar, bajo sus jabillos mi primer raspón.
Ahora, enseño a Manuela y a Pola a pisar los pasos y a querer mi historia, la suya.
Pero en la poesía de las cosas, los hijos muchas veces se cagan.
Mi hija mayor es una dulce insumisa. Y fue así como no detuvo su digestión sin importarle verso alguno.
En este país escasean los baños públicos, y enfrente nuestro sólo reposa la imponente construcción amarilla de la Iglesia de mi pueblo (a la que ella llama castillo).
No entraba desde mi comunión. No me importó. Decidí sentarme en la antepenúltima banca del ala derecha, paralelas a Nuestra Señora del Rosario.
Pola estaba anonadada por "las muñecas, mami". Aproveché su asombro para desabrochar, bajar el cierre y las mangas del pantalón. Antes, acomodé el pañal de repuesto, las toallitas y la crema para hacer expedito el trance.
Una vez empezada la limpieza, se me acerca un señor, al que miro de reojo, porque sino me lleno de la gracia non divina de mi hija.
-Señora, usted no respeta.
-Por qué- le interpelo yo, sin mediar mirada.
-Que está en la casa del señor.
-Ajá, y qué...
-Que esto no es cambiadero.
-¿Y es que acaso Jesús no cagó, y ésta de al lado (María) no le limpió el culo? ¿O desde entonces El Mesías anda cagado, y ustedes en su nombre cagando a los demás?
Eso mientras limpiaba los restos y ponía la cremita y pensaba en el estreñimiento y su relación con la infelicidad. Ahí mismo subí la mirada y me percaté de que, como el viejo guardián del templo, algunos otros me reprochaban con la mirada. Transcurría una misa.
Me arreché.
Alcé un poco la voz para decir algo como lo que sigue:
-Saben que el Papa acaba de denunciar la práctica de orgías homosexuales en la Santa sede, y esa mierda nadie trata de limpiarla... porque es que no hay toallita húmeda que pueda con tanta misoginia, y pedofilia, con tanta hipocresía. Jesús, si es que existió, sacó a los mercaderes del templo que vendían la puritica mierda. No me vengan ustedes a decir que no puedo yo limpiarla.
Pero la iglesia, tan grande y tan vacía, no sirve ni para cambiar un pañal, porque como los baños, sólo en los de faldita hay mesas dispuestas para lustrar la humanidad. Y el castillo con la cruz es la elevación de un pene, cuya eyaculación sólo sirve para ungir a los inocentes.
He allí a las hijas de Eva, evacuando la manzana.
Antes de irme y ser perseguida por los ojos de la feligresía, me detuve en la pila bautismal. La miré. Me miraron. Los miré. Sonreí. Metí mis manos.
Ojalá y hubiese tenido agua, pensamos.
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