Hablaré sobre el olvido antes que me
olvide.
La humanidad ha arrinconado la memoria,
ha desinstalado el artefacto con el que almacenaba la vida, nada
menos.
Entre tanto desperdicio, no recordamos
a qué sabe la arepa. Porque hoy, el maíz no tiene gusto a maíz:
sabor artificial parecido al original, rezan las etiquetas. El
glutamato monosódico es capaz de tapar los baches en la historia del
paladar.
Dos o tres frutas sustituyeron la
amplia gama de árboles que daban sombra a nuestros hogares ¿Quién
recuerda el olor de la pomarrosa, el dulzor del semeruco, los
huesitos del ponsigué, el zapote, el cotoperís, el icaco, los
mamones?
... “Cerecita de mi
monte frutica sabrosa y pura.
Acidito de mi cielo y de la tierra dulzura (...)
Acidito de mi cielo y de la tierra dulzura (...)
A pesar de que eres
buena y de sabor exquisito,
nadie siembra tu
semilla, nadie riega tu arbolito”.
En las ciudades, muchos niños piensan
que los mangos crecen en un tobo del súpermercado y que el maíz
viene de a tres, en una vianda de anime, envuelto en plástico
transparente, limpito para no ensuciarse.
A todo señalamos para invocarlo,
incluso estiramos los labios, los juntamos y decimos: “eeeeso, de
allí”, con la boca como culo e' gallina: “eso, esa vaina, ese
bicho... ¿Eso qué es?”.
-Se llama Chirimoya.
-¿Chiri, qué?
Darcy Ribeiro explica que ésa es “nuestra actitud de pueblo que llegó aquí ayer, y no conoce la tierra donde habita. Mientras que un indio sabe el nombre, el uso y el misterio de cada animal, planta, piedra, tierra y nube, para nosotros los latinoamericanos todo es un bicho, palo o cosa. Somos culturalmente un pueblo tabla rasa, desculturizados de aquellos saberes y de aquellas artes tan elaboradas por nuestras matrices indígenas, africanas y europeas”.
El petróleo modificó nuestras papilas
gustativas y esposó nuestras manos para la siembra. Pregúntese ¿Por
qué el mundo bota más de la mitad de la comida, siendo que hay
millones de personas muriendo por falta de alimento? El desprecio por
lo que ingerimos es proporcional al desconocimiento de los mecanismos
que se activan para que una semilla se convierta en un fruto.
Descubrí a una madre
prefiriendo que su niño -de más o menos un año- jugara con un
envase de plástico, que con las hojas caídas y la tierra. “Se va
a ensuciar”, sentenció.
¡Y claro, he allí la
fiesta! ¿Acaso no es la tierra el cobijo de lo que comemos?
Mediante un simple
silogismo, podemos descubrir por qué desechamos, despreciamos la
existencia.
El día que nuestro sudor riegue una
planta, será propicio para entender que, o volvemos a nuestra
agotada tierra, o deshojamos.
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Pero deberíamos volver de verdad,
porque actualmente una puede incluso optar por hacerlo de mentirita.
Parece estar de moda la permacultura: El desarrollo sustentable, que
le llaman. Tanto que un curso para -literalmente- embarrarte puede
costar hasta nueve mil bolívares. Nuevamente, juegan con la
desmemoria colectiva y hay quien quiere convertir en una
excentricidad el bahareque.
Pero, de qué vale aprender a cagar en
un baño seco, si nos cagamos en el alma del prójimo. De qué vale
sembrar un tomate, sí plantamos con nosotros nuestras miserias.
Nuestros paradigmas no cambian con una pared de barro, sino que se
erigen como muro cuando el propósito está difuso.
Hay que, como dice el Pelón, hacer el
compost unos meses antes y no dejar que se aguachine ¿Pudiste
resucitar tu piso? Ahora siémbrate, y confía en que la tierra te dé
lo que siempre: vida.
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Agradezco al Colectivo El Garrote por
abrirnos las ventanas del sol a este vuelo.
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Abajo, unas fotos de la casa construída con la técnica de súperadobe, de Franco en Palo solo, Nirgüa: zona franca.
En año y medio ha conseguido modelar su hogar y junto a las paredes ha levantado a su familia. Como todo organismo vivo, "la casa se ha construído sola, por eso tiene forma de tetas", nos cuenta ¡Es hora de volver a la tierra!
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Abajo, unas fotos de la casa construída con la técnica de súperadobe, de Franco en Palo solo, Nirgüa: zona franca.
En año y medio ha conseguido modelar su hogar y junto a las paredes ha levantado a su familia. Como todo organismo vivo, "la casa se ha construído sola, por eso tiene forma de tetas", nos cuenta ¡Es hora de volver a la tierra!
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