Mi amiga Andrea me acerca a la Gloria, y yo no puedo egoístamente guardármela.
Acá, una partícula:
Es cierto que me deprimo con frecuencia
pero no fácilmente.
Que paso horas y horas
preguntándole al círculo donde están sus esquinas.
Que me como las uñas
Que se me va la luz.
Que pierdo y pierdo aceite aunque estoy casi nueva.
Pero el asunto es otro, otro que me trasciende:
esta ciudad violenta de pies descomunales,
este país salado por todas sus costillas,
esta anemia gangosa del voto es un derecho.
Del voto es un derecho:
frente al espejo, lloro;
frente al país, me arrecho.
Gloria Martin (1965)
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