Esta noche quise que
me acompañaras y, necia, fui a donde reposa tu cuerpo. Me hicieron
pasar preferencialmente porque mi panza inmisericorde apiada a mi
pueblo.
"Pase, pase", me decían. Me daba vergüenza con la vecina de fila, pero ella misma me animaba. Los guardias detenían la peregrinación para que yo adelantara el paso.
A medida que me acercaba al féretro, el corazón se me aceleraba y manaba mi dolor.
Ernesto me había escrito "jura que seremos sus ojos vigilantes, que seguiremos la lucha, por él, por la Pola" y yo ya lo había prometido, pero en ese momento lo repetía como una oración.
"Pase, pase", me decían. Me daba vergüenza con la vecina de fila, pero ella misma me animaba. Los guardias detenían la peregrinación para que yo adelantara el paso.
A medida que me acercaba al féretro, el corazón se me aceleraba y manaba mi dolor.
Ernesto me había escrito "jura que seremos sus ojos vigilantes, que seguiremos la lucha, por él, por la Pola" y yo ya lo había prometido, pero en ese momento lo repetía como una oración.
Al final de la
hilera humana, un verdeoliva posó su mano sobre el hombro de
un señor que estaba a punto de presentar sus respetos por el
Comandante, alzó su brazo izquierdo y me llamó. Caminé hacia él.
Pero cuando adelanté al militar, me tambaleé. Un compañero de
trabajo me sostuvo y me llevó al frente del cuerpo de Chávez.
Lloré por los ojos,
por la boca y la nariz, di un paso atrás, otro adelante, y el puño
izquierdo se me desbarató sobre la cobija de mi Apolonia. “Juro
que seremos tus ojos vigilantes, que seguiremos la lucha, por ti, por
la Pola. Juro...” que lloro, juro que no puedo respirar bien, juro
que me duele.
Reanudé la marcha, por respeto a quienes me abrieron paso, pero en lo que giré me dio vueltas la casa de los sueños azules.
Reanudé la marcha, por respeto a quienes me abrieron paso, pero en lo que giré me dio vueltas la casa de los sueños azules.
De camino al octavo
piso, Apolonia y yo caímos en los brazos de oficiales y civiles.
“Busquen la silla de ruedas”, se exigían unos a otros. Y yo, en
medio de aquel delirio, les respondía “es sólo dolor, estamos
bien”.
Inmediatamente, una paramédica me atendió. Tensiómetro y caramelo, método y receta. Después de sorber unos tragos de agua, escuchamos "va a parir a Chávez". La mujer me miró, sonrió y les respondió “todavía le falta un poquito”.
Inmediatamente, una paramédica me atendió. Tensiómetro y caramelo, método y receta. Después de sorber unos tragos de agua, escuchamos "va a parir a Chávez". La mujer me miró, sonrió y les respondió “todavía le falta un poquito”.
Hay mi niña ... qué dolor ... no te conozco, no me conoces ... pero esta tres veces paridora, a veces se imagina que te piensa como si fueras esa prima que está lejos y a la que no ves ni tocas, pero que te duele.
ResponderEliminarQué vaina tan arrecha son estos sentimientos, estos momentos de vida .. y de muertes chiquitas y hondas ... largas y tendidas ... estas luces que destellan y conducen.
Cuídate ... cuídala ... cuídense ... la patria está en ti ... como en todas las paridoras y cuidadores de vida.
Mari, hermosa...
Eliminartú y yo somos más familia que mucha que tengo, nos une el amor-dolor y eso es un hilo indestructible, una fábrica de puentes por la que transita nuestra sangre de camino al encuentro.
Abrazón pa' donde sea que llegue la punta de tu paso.
Indira... Que puede uno decir cuando queda la voz ahogada, el hilo de sangre de leerte? Me conmueves hasta lo más profundo. yo también juro. Un beso mi chama.
ResponderEliminarBeso mi chamo
EliminarAgrado en leerte, Hija de Chávez. Cuida mucho la nieta del Inmortal Comandante en camino. Comandante Chávez: Presente, presente, presente!!! Hasta cuándo: Hasta siempre!!!
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