domingo, 24 de marzo de 2013

Las palmas de mi abuela


Por Indira Carpio Olivo

I
Hoy es domingo de ramos.
No tenía los diez años, y en casa no alcazaba a cantar el gallo, cuando la abuela Amalia nos separaba de las sábanas, de camino a la iglesia.
A mi me guiaba el olor de las velas y la mirra acumulada en la gran cúpula amarilla de Charallave. Disfrutaba de la poca brisa que apagaba los candelabros y la espiral de humo que se tragaba los árboles quietos de la plaza Bolívar.
Recuerdo las cruces de palma bendita que la abuela me regalaba para que me cuidaran. Me decía que las guardase. Yo las engavetaba, o las atesoraba en la carterita de turno, hasta que se deshacían entre mis juguetes.
Me parecían el envoltorio de los dulces de plátano. Olía y recontraolía aquel cruce de palmera seca con un punto de hilo al medio, hasta que acababa con su aroma “sagrado”, o las transformaba en “Y”.

II
Una pestilencia de por estos días era el hedor a cabello quemado. En las procesiones de mi pueblo, a medida que crecíamos, disfrutábamos la morbosidad de acabar con algunas lindas melenas a la luz de la luna del Nazareno.
Íbamos todos disfrazados de mártires, bajo la mirada asesina de la abuela, con las manos insensibles por la esperma derretida, tratando de atinar “los pelos” de la vecina.
Las peregrinaciones, las promesas, los pies descalzos, la cera derretida en el asfalto, las postales de mi Amalia.

III
Una foto que me guardo es la noche de los latigazos a los presos liberados: expresidiarios que pelaban la espalda a las estrellas, mientras eran azotados con largas tiras de cuero. Éste era el precio que pagaban por el milagro de su libertad.
Dos de mis tíos acudían a la fusta, aguardiente mediante.
Yo, miraba cómo lloraba la abuela y la acompañaba en el llanto. Ella se santiguaba y yo la imitaba, pero siempre me hacía la señal de la cruz al revés.

IV
Para nuestra familia, semana santa era especial. Mi tío Chicho era el Jesús de La pasión, cuando no lo era tío Dante. Mi tía Martha hacía de María Magdalena. También participaban mis tíos Juancho, Félix y Rafael, junto a mi madre. Eran soldados, fariseos, prostituta. Eran el teatro del pueblo.
Disfrutaba verlos, reconocerlos, admirarlos, mientras masticaba los dulces de coco de la abuela.
Cada vez que crucificaban a mis tíos, los cristos, caían Amalia y Constanza, desleídas como velones sin mecha.

V
Yo acudí -desde muy pequeña- a la ceremonia en la que cortaban los rizos rojos de mi tía Maritza, los cabellos más hermosos que haya peinado. Ella nació con el color de piel de una muñeca de porcelana, con los faros azules y una madeja de fuego. Al poco tiempo sufrió de meningitis.
Los médicos sólo le dieron unos días de vida. Nunca especificaron que eran 15.755 lunas las que respiraría, 43 años y dos meses.
La abuela agradecía el prodigio de su vida, todos los años, tijereando mechón a mechón aquel rubí y ofrendándolo a la virgen María cada semana santa, para que lo luciera en la procesión.  
Era un sacrificio de muñeca a muñeca.

VI
En la impertinencia de la adolescencia y el rechazo a la burocratización de la fe, perdí algunas postales de la mujer que dio la vida que me trajo al mundo, pero no olvido las santas semanas que ofreció Juana Evangelista, nombre de bautizo de mi vieja, a mi espíritu cuentero.

Hace un año y cuatro meses que no toco el rostro de mi abuela. Hoy busco su crucecita de palma en mi monedero, detrás de la puerta de la casa de mi madre, entre mis juguetes y no la hallo.
Aprieto los ojos y en los destellos, la vuelvo a mirar, sentada en los escalones de su casa a medio destruir, contándonos historias de terror mientras la brisa de la tarde mecía las palmas de coco de mi niñez de barro.

Tío Chico en la cruz, tía Martha en el llanto y tío Rafael en la lanza

Tío Dante en los brazos de tío Juancho, La pasión

2 comentarios:

  1. "Aprieto los ojos y en los destellos, la vuelvo a mirar, sentada en los escalones de su casa a medio destruir, contándonos historias de terror mientras la brisa de la tarde mecía las palmas de coco de mi niñez de barro" No hay más que decir... Un gran abrazo para tí

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