De la Edad de piedra a la Edad de Amauta[i].
Por Livia
Vargas González
Los
Derechos del Hombre, como una vez he escrito, podían haberse
llamado, más bien Derechos del Varón. La democracia burguesa ha
sido una democracia exclusivamente masculina
José
Carlos Mariátegui
Para
los comienzos de la vida intelectual y literaria de José Carlos
Mariátegui, su visión de la mujer podría considerarse no menos que
conservadora. Durante su “edad de piedra” –período de la vida
de Mariátegui que llega hasta su primer viaje a Europa y que fuera
llamado de esta manera por él mismo–, dedicó varios artículos
periodísticos, cuentos y hasta dos obras de teatro al “mundo
femenino”. Sin embargo, la mirada desde la cual era abordada la
cuestión femenina y feminista, expresaban un claro tamiz conservador
y patriarcal, propio del Perú de la época. En sus artículos,
muchos de ellos dedicados al tema de la moda, la mujer era concebida,
o en su imagen inmaculada, o en su imagen seductora, pecadora; la
belleza femenina era exaltada como una de las grandes cualidades de
la mujer; asimismo, menospreciaba cualquier cualidad e interés
intelectual o político en ella.
En
un artículo titulado “La semana de Dios”, que sería publicado
el 8 de abril en el diario La
prensa,
Mariátegui escribe: “De la evolución femenina, que cada día
mayores triunfos conquista, no tendremos aquí seguramente, el afán
de las mujeres por obtener el derecho de votar, ni la fiebre por
dedicarse a profesiones liberales. Las mujeres limeñas, serán
siempre, deliciosamente inútiles y frívolas. Y así también, serán
siempre adorables”[ii].
Nótese el claro desdén hacia cualquier manifestación de la mujer
como sujeto político. Para el Mariátegui de “la edad de piedra”,
lo valioso en la mujer limeña era precisamente su inutilidad y su
belleza. Incluso fustigará con dureza al feminismo, en un artículo
escrito por él en el año 1915, a propósito del Congreso Femenino
Internacional de La Haya, mejor conocido como Congreso Femenino por
la Paz: “Yo no concibo a la mujer abandonando el ritmo encantado de
su vida y tornándose vocinglera, corre-calles y exaltada como uno de
nuestros capituleros criollos. Es tanta mi devoción por la armonía,
por la gracia de sus actitudes, que la prefiero cien veces frívola y
loca que adoptando el ademán hierático y doctoral de la mujer
letrada, abstraída en la contemplación de tremendos problemas
científicos. Y dicho esto, piense el lector como he de detestar a
esas marimachas desgreñadas, empeñadas en la conquista de un
derecho tan prosaico y vulgar como el voto. A todas las sufragistas
me las imagino nurses histéricas, a cuyos oídos ninguna voz
caritativa deshojó jamás la flor de un requiebro”.
Sin
embargo, de este Mariátegui conservador, machista y patriarcal,
pocos años después devendrá un Mariátegui completamente
comprometido con la causa feminista, es decir, un Mariátegui
convencido de la necesidad de la mujer por librarse de la opresión a
la que ha sido sometida durante cientos de años. Es el mismo
Mariátegui que se adherirá a la Tercera Internacional Comunista y
defenderá el programa y los postulados del marxismo. Su
consideración de la cuestión de la mujer y del feminismo será
abordada a partir de una clara concepción marxista. Para Mariátegui,
que otrora cuestionara las luchas de las mujeres por la conquista de
sus demandas, comportará una importancia histórica central la
incorporación de estas al ámbito político.
La
consideración de que el feminismo manifieste una efervescencia en el
Perú tiene, para Mariátegui, una explicación histórico concreta;
este hecho surge precisamente porque las formas de trabajo
intelectual y manual en la mujer han variado. El feminismo peruano
estará encarnado en las mujeres de las fábricas, en las
estudiantes, en las profesoras universitarias; pero también estará
encarnado en sectores de la burguesía. Es por esto que Mariátegui,
con acierto –aun cuando sea defensor de la idea de que el feminismo
en sí mismo, es revolucionario–, mantendrá la tesis según la
cual el feminismo no es unívoco, sino que, por el contrario,
manifiesta distintas tendencias de acuerdo a su carácter de clase.
En
su artículo “las reivindicaciones feministas”, escrito en
diciembre de 1924, dirá lo siguiente: “Se pueden distinguir en el
feminismo tres tendencias fundamentales, tres colores sustantivos:
feminismo burgués, feminismo pequeño-burgués y feminismo
proletario. Cada uno de estos feminismos formula sus reivindicaciones
de una manera distinta. La mujer burguesa solidariza su feminismo con
el interés de la clase conservadora. La mujer proletaria
consustancia su feminismo con la fe de las multitudes revolucionarias
en la sociedad futura. La lucha de clases –hecho histórico y no
aserción teórica- se refleja en el plano feminista. Las mujeres,
como los hombres, son reaccionarias, centristas o revolucionarias. No
pueden, por consiguiente, combatir juntas la misma batalla. En el
actual panorama humano, la clase diferencia a los individuos más que
el sexo”[iii].
Y
es que para Mariátegui, al igual que para todo marxismo
revolucionario, la emancipación de la mujer no es posible dentro del
marco del capitalismo. Por el contrario, el orden social burgués
contiene, en sí mismo, la perpetuación de la opresión de la mujer,
su carácter es patriarcal, sus valores y su estamento moral ha sido
concebido para mantener “la organización social de la sociedad”.
Así, quienes defienden un feminismo enmarcado dentro del orden
burgués establecido, aspirando solo a reformas tímidas,
desconocerán el hecho de que la explotación capitalista lleva
consigo y de la mano la opresión de la mujer; desconocerán el hecho
de que la emancipación de la mujer no es posible mientras persista
la explotación capitalista.
[ii] Cita
tomada del libro de Sara Beatriz Guardia, José
Carlos Mariátegui. Una visión de género,
Lima, Librería Editorial Minerva, 2006.
[iii] José
Carlos Mariátegui, “Las reivindicaciones
feministas”, Mundial(Lima),
19 de diciembre de 1924. Tomado de Marxists Internet
Archive, <http://www.marxists.org/espanol/mariateg/1924/dic/19.htm>.
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