El mar rojo es rojo, porque a Lilith se
le dio por abrirle las piernas en plena luna, para dejarlo pasar
hasta horadar las cuevas de donde la piedra hizo de cielo a la
palabra, La Gran Madre, Lilith es.
Dejó tirado a Adán en el Paraíso
(una cama en flor, con olor a yerbabuena y menta) el día que se negó
a estar debajo suyo, y con él a todos sus hijos guindando del árbol
de manzanas, a sus hijas enroscadas en las aguas, para parir -a razón
de cien por día- los demonios que conforman las raíces de la
humanidad.
Y lo mismo se comía a uno y a otra de
tanto lamerlos, tanto.
También parió a Eva. De su estirpe -y
no de los huesos del varón- se abultaron sus caderas y le crecieron
dos deseos como tetas.
De su leche el diluvio atravesaría a
las bestias que prefirieron ahogarse en sus aguas.
Se dice que a Lilith le crece un cuerpo
de dragón, o de gato salvaje, también de hiena, algunos dicen que
de serpiente, que una lechuza, que es un animal.
La dibujan ardorosa, rodeada de su
amante Samael, una fina línea de lenguas con escamas.
Lilith es el viento que se cuela por la
entrepierna de la noche y le arranca el semen con que fecunda su
mito. Moja la cama de los amantes insatisfechos, abre la boca y les
roba el aliento, que la gravedad devuelve como rocío.
Entre las hileras de sus cabellos se
hallan enredadas las venas de hombres y mujeres a los que enamora su
grieta dispuesta al baile.
Yo la vi bañándose en el río,
alisando las ondas rojas de su cabeza con un peine de oro, con forma
de medialuna. La he visto en los partos recibir la vida, y en los
velorios despedirla, ser cuna y sepulcro, principio y fin.
Ha sido exilada, y ha corrido en los
desiertos con el nombre de Dios en la boca, desafiando olas de arena
y la propia sombra enjaulada.
Se le acusa de matar a los hijos de
Adán y Eva una semana y un día después de nacidos, por haber dado
muerte a cien de los suyos; nadie ha podido demostrarlo, pero quién
se atreve a contradecir las arcas del miedo, la promesa del paraíso.
A Lilith le gusta entonar las olas para
dormir al insomne y caminar desnuda sobre su frente, le gusta cantar
a lo que no nace.
A los nonacidos les da la succión de
su cielo, un pecho de hojas verdes, de donde cuelga la vida, un par
de lunas plateadas que brillan de frente al sol.
Es la mujer primaria, sin culpas, sin
miedo, de voz en cuello, una mujer con cola que podía elevarse para
estar donde quisiera y cuando quisiera, aunque ello le costara la
historia.
--
A Lilith le pasó lo que a tantas:
abandonó a Adán por mala cama, y los hombres la eternizaron como
puta, el “peor” de los demonios, a donde van a parar las cloacas.
Pedro Guerra también te lo cuenta:
https://www.youtube.com/watch? v=hjcm5DEA0Ic
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