I
A Miguel lo nombraron gerente de Makro
hoy, y dos semanas después lo encañonaron al salir de su casa al
trabajo. Se desayunó a seis hombres en dos camionetas, que le
dijeron el nombre de su hija, la dirección del colegio en el que
estudia, y cómo la despedazarían después de violarla, también la
descripción de su esposa y algunos otros datos sobre cómo se movía
y cómo podía dejar de hacerlo, de no acceder a la negociación que
le “propusieron”.
A cambio de que no ocurrieran aquellos
desmanes, debía venderles buena parte de los productos regulados
para el abastecimiento de la población que acude a la distribuidora,
debía privilegiar a la gente que mandasen.
II
Aníbal llegó a las cuatro de la
mañana al Mercal, ubicado en la Urbanización Ciudad Urdaneta,
sector El Danto, de Ciudad Ojeda, Estado Zulia. Era el número cuatro
en la fila de personas que desde más temprano se formaba para
acceder a los alimentos subsidiados por el Estado venezolano.
A las ocho y treinta de la mañana, se
asoma un empleado del Mercado de Alimentos y le entrega la numeración
a las personas que permanecían en la cola.
A Aníbal le entrega el número
sesenta.
Extrañado, el hombre le pregunta que
qué significaba eso, a lo que el trabajador le sale con que “o lo
acepta, o se va pal' coño”.
Los tres que antecedían a Aníbal se
quedaron, éste se fue sin mediar más palabra. Se quedó en
silencio. Contiene en su pecho cinco meses de desempleo, y el
maltrato ése que viene con el paquete de ser pobre.
III
Ahí mismito, a pocos kilómetros, hace
dos meses, fue arrestado el gerente del Abasto Bicentenario en
Lagunillas, Carlos Bonilla. En el video presentado en televisión
nacional por el ministro de Interior y Justicia, la población
agolpada en los alrededores del comercio, vitoreaba la acción del
Gobierno Nacional, porque “ya era hora”.
48 horas después fue puesto en
libertad, y la gente que aplaudió aquella acción lo miraba comer
hamburguesas en un puesto frente al club Zumaque.
IV
Herminia si se quedó en la cola. A
pesar de llegar a las cinco de la mañana y ser la número veinte en
la fila, le tocó el número ciento treinta y cuatro. Ella limpia un
colegio, y ese día pidió permiso para poder comprar sus alimentos.
Así que no podía darse el lujo de devolverse a casa con las manos
vacías. Aguantó sed, también hambre y la pepa e' sol, para que
-con unas pocas personas delante suyo- se acabaran los productos
regulados, y se fuera del establecimiento sin nada, ni en las bolsas,
ni en el pecho.
V
A Juan José le ofrecieron quinientos
Bolívares por persona si pone su camión y el traslado de veinte
revendedores del interior a un supermercado en Caracas. Le brindan el
desayuno, también el almuerzo. Ha dejado de cobrar fletes por
mudanzas y puede conseguir el azúcar para que su mujer siga haciendo
los heladitos de teta, que vende en su casa.
VI
Nerlyz tenía los nueve meses de
embarazo completito, pero sino iba a comprar la comida, quién lo
haría cuando diera a luz. Así que a las tres de la mañana se
preparó un sanduchito y salió al Súper Mercal, ubicado en Campo
Oficina, El Tigre, Estado Anzoátegui.
No eran las cinco cuando una
contracción le anunció que su hijo nacería y todavía no le daban
su número en la fila.
Ahí, parió.
---
¿A quién le conviene que el bachaqueo
se mantenga? ¿Los empresarios pierden con este sistema depredador, o
por el contrario, ganan más que nunca? ¿Quiénes controlan estas
organizaciones criminales? ¿Cómo se acaba con un modus operandi que
da forma a un tipo de economía que se alimenta de la crisis?
Recientemente tocaron las puertas de mi
casa materna. Vecinos del barrio y compañeros del Consejo Comunal,
en el que hace vida mi madre, realizaban el censo del Mercal casa por
casa. Se supone que con esta estrategia, algunos productos
subsidiados por el gobierno, deben saltarse los intermediarios y
llegar directamente a las manos del pueblo.
A la fecha, el presidente Nicolás
Maduro informó que dos millones 118 mil personas se han beneficiado
con el programa, lo que constituye el 6 por ciento del total de la
población nacional.
Los mismos que apuestan por el fracaso
de esta y otras tácticas son los titiriteros del desastre, bien sea
que estén adentro o fuera de la estructura que lo permite.
Que si es tarde para implementar
paliativos, dejemos que el tiempo lo diga. Para los que desesperan,
el tiempo es corto, el retorno de la peinilla parece estar más cerca
de lo que pensábamos.
Yo, no quiero mi número en ésa fila.
No hay comentarios:
Publicar un comentario