martes, 2 de febrero de 2016

Gastronauta 71: Caracol



En dos platos: los diputados de la derecha, mayoría en el parlamento, pretenden entregar a la banca el millón y tanto de casas hechas por el Ejecutivo, con la llamada Ley de propiedad de la Gran Misión Vivienda Venezuela -GMVV-; y, las otras instituciones del Estado y el pueblo organizado están en la obligación de servir de contrapoder para que esto no suceda.
Con la fachada de conceder la propiedad privada, y valiéndose de los errores y la burocratización en la entrega de títulos (de propiedad multifamiliar y familiar) por el Gobierno, el cardumen de asambleistas liderado por Julio Borges, quieren asar gato por liebre: algo así como “tome su título a cambio de que nos pague lo que nos debe”, sino, “le ofrecemos un crédito”, y “como usted no lo puede pagar”, entonces y en consecuencia “le hipotecamos el techo”. Eso principalmente. Luego está la pretensión de devolver las tierras ociosas a quienes nunca la trabajaron.
Después de que Borges se burlara de lo que llamó “Operación maqueta”, ahora ofrece títulos imaginarios a familias imaginarias, en casas imaginarias.
Es muy probable que, con lo que vale la casita donde vive Borges, se puedan pagar varios apartamentos de la GMVV ¿Pondrá a la orden su humilde techo para que su “tan defendido” Pablo Pueblo pueda, junto a otros harapientos, acceder a uno de sus derechos; o recibiría una jugosa tajada de los organismos financieros para que “los que puedan” le vendan el alma a un banco, a cambio de una casa?
Henry Ramos Allup, símbolo adeco de la historia más reciente de Venezuela y presidente del Parlamento, tiene una idea un poco más simple: “Si una persona no puede pagar una casa, habría que adjudicársela a otra que la pague”. Eso en el mundo se conoce como desahucio. El pueblo en España sabe. El de Estados Unidos también.
Los poderosos son expertos en convertir un derecho en mercancía.

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Arelis, es madre soltera. Y vive con su hija entre Barquisimeto -donde trabaja- y la Ciudad Socialista Ali Primera -donde fue adjudicada a un apartamento-.
Cada dos por tres debe salir corriendo de donde esté a su casa nueva que, poco a poco acondiciona para irse con su hija, porque la amenazan con dejarla en la calle.

Ocurre que como son tantas las familias a las que todavía no se les protocoliza la vivienda, entonces muchos consejos comunales -algunos devenidos en mafias, desvirtuando el concepto del poder popular- se reparten la cochina, bajo la excusa de “engorde”. Acusan a madres solteras, a padres que trabajan en la capital y viven en las ciudades satélites, de no hacer uso de sus techos y bajo amenazas le hacen abandonar, para vender los cupos de las casas “deshabitadas”.

La verdad es que la GMVV supera en visión y estructura a la solución habitacional que vomitaba la cuarta república, pero en muchos casos, las ciudades construidas son entregadas en obra gris, sin los servicios básicos y lejos de las fuentes de trabajo, sin desarrollar la idea del punto y círculo que impulsaba a Chávez a idear nuevos ejes de desarrollo, lo que imposibilita la vida bajo estas condiciones, de muchos de los beneficiarios. Esto no niega que exista quien “engorde” la propiedad. Porque lo que ocurre es que lo primero que debíamos equipar era la conciencia.

La entrega de los títulos de propiedad familiar garantizarían la tranquilidad de algunos beneficiarios que se encuentran bajo una lupa, en plena pepa e' sol, apuntados por la viveza criolla.

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Guillermo, construyó con sus manos un muy pequeño galpón donde funciona su muy pequeña empresa. Al dibujar sobre la tierra el camino de vigas en el que elevaría los muros, un par de sindicatos se disputaron la intervención de “sus obreros” en la construcción. Venían de “trabajar” en la GMVV.
El único camino, para que lo dejaran trabajar, fue mojarles la mano.

Lo mismo ocurre en obras de más tamaño que ejecutan manos privadas y públicas, que para poder edificar, deben tranzar con las mafias de la construcción. Ésa rosca es sangrienta. Y la sangre que corre no es la de los poderosos. Caen entre las cabillas los pendejos de siempre ¿Por qué Borges no propone legislar al respecto? ¿Hasta dónde llega la red de complicidades?
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En uno de los edificios de Ciudad Tiuna, más de sesenta familias permanecen sin sus títulos de propiedad familiar, y sin poder pagar sus viviendas, porque la Inmobiliaria Nacional “perdió” sus documentos.
Entonces, el pueblo llano queda entre los vampiros de siempre que pretenden meterle el diente a todo cuello mal puesto por ahí y que ahora son mayoría en la Asamblea; y la desidia de la burocracia estatal.
¿En qué lugar extraviamos la eficiencia?
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Un hombre que decía trabajar en Miraflores le pidió a Martha cien mil Bolívares por reservarle un apartamento construido por la GMVV, en Palo Verde. Martha los rasguñó aquí y allá, y los dio. Fue junto al hombre y a otros cincuenta más a reuniones y reunioncitas. Al final, ni el hombre ni el apartamento aparecieron.
Hay quienes negocian con la necesidad del pueblo.
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Con Paco Dobla digo: Habrá que derribar tanto ladrillo inútil/ limpiar el solar de tanto escombro/ y construir en él la nueva casa/ un techo sin paredes donde quepamos todos/ hecha de indignación y de esperanza.

Al final, la crisis no es económica, es más espiritual. Tocará hacerse el hogar en el lomo, como el caracol, e ir paciente a la única casa propia y segura: de vuelta a la tierra: “Me llamo barro aunque Miguel me llame”.

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