En dos platos: los
diputados de la derecha, mayoría en el parlamento, pretenden
entregar a la banca el millón y tanto de casas hechas por el
Ejecutivo, con la llamada Ley de propiedad de la Gran Misión
Vivienda Venezuela -GMVV-; y, las otras instituciones del Estado y el
pueblo organizado están en la obligación de servir de contrapoder
para que esto no suceda.
Con la fachada de
conceder la propiedad privada, y valiéndose de los errores y la
burocratización en la entrega de títulos (de propiedad
multifamiliar y familiar) por el Gobierno, el cardumen de
asambleistas liderado por Julio Borges, quieren asar gato por liebre:
algo así como “tome su título a cambio de que nos pague lo que
nos debe”, sino, “le ofrecemos un crédito”, y “como usted no
lo puede pagar”, entonces y en consecuencia “le hipotecamos el
techo”. Eso principalmente. Luego está la pretensión de devolver
las tierras ociosas a quienes nunca la trabajaron.
Después de que Borges
se burlara de lo que llamó “Operación maqueta”, ahora ofrece
títulos imaginarios a familias imaginarias, en casas imaginarias.
Es muy probable que,
con lo que vale la casita donde vive Borges, se puedan pagar varios
apartamentos de la GMVV ¿Pondrá a la orden su humilde techo para
que su “tan defendido” Pablo Pueblo pueda, junto a otros
harapientos, acceder a uno de sus derechos; o recibiría una jugosa
tajada de los organismos financieros para que “los que puedan” le
vendan el alma a un banco, a cambio de una casa?
Henry Ramos Allup,
símbolo adeco de la historia más reciente de Venezuela y presidente
del Parlamento, tiene una idea un poco más simple: “Si una persona
no puede pagar una casa, habría que adjudicársela a otra que la
pague”. Eso en el mundo se conoce como desahucio. El pueblo en
España sabe. El de Estados Unidos también.
Los poderosos son
expertos en convertir un derecho en mercancía.
--
Arelis, es madre
soltera. Y vive con su hija entre Barquisimeto -donde trabaja- y la
Ciudad Socialista Ali Primera -donde fue adjudicada a un
apartamento-.
Cada dos por tres debe
salir corriendo de donde esté a su casa nueva que, poco a poco
acondiciona para irse con su hija, porque la amenazan con dejarla en
la calle.
Ocurre que como son
tantas las familias a las que todavía no se les protocoliza la
vivienda, entonces muchos consejos comunales -algunos devenidos en
mafias, desvirtuando el concepto del poder popular- se reparten la
cochina, bajo la excusa de “engorde”. Acusan a madres solteras, a
padres que trabajan en la capital y viven en las ciudades satélites,
de no hacer uso de sus techos y bajo amenazas le hacen abandonar,
para vender los cupos de las casas “deshabitadas”.
La verdad es que la
GMVV supera en visión y estructura a la solución habitacional que
vomitaba la cuarta república, pero en muchos casos, las ciudades
construidas son entregadas en obra gris, sin los servicios básicos y
lejos de las fuentes de trabajo, sin desarrollar la idea del punto y
círculo que impulsaba a Chávez a idear nuevos ejes de desarrollo,
lo que imposibilita la vida bajo estas condiciones, de muchos de los
beneficiarios. Esto no niega que exista quien “engorde” la
propiedad. Porque lo que ocurre es que lo primero que debíamos
equipar era la conciencia.
La entrega de los
títulos de propiedad familiar garantizarían la tranquilidad de
algunos beneficiarios que se encuentran bajo una lupa, en plena pepa
e' sol, apuntados por la viveza criolla.
--
Guillermo, construyó
con sus manos un muy pequeño galpón donde funciona su muy pequeña
empresa. Al dibujar sobre la tierra el camino de vigas en el que
elevaría los muros, un par de sindicatos se disputaron la
intervención de “sus obreros” en la construcción. Venían de
“trabajar” en la GMVV.
El único camino, para
que lo dejaran trabajar, fue mojarles la mano.
Lo mismo ocurre en
obras de más tamaño que ejecutan manos privadas y públicas, que
para poder edificar, deben tranzar con las mafias de la construcción.
Ésa rosca es sangrienta. Y la sangre que corre no es la de los
poderosos. Caen entre las cabillas los pendejos de siempre ¿Por qué
Borges no propone legislar al respecto? ¿Hasta dónde llega la red
de complicidades?
--
En uno de los edificios
de Ciudad Tiuna, más de sesenta familias permanecen sin sus títulos
de propiedad familiar, y sin poder pagar sus viviendas, porque la
Inmobiliaria Nacional “perdió” sus documentos.
Entonces, el pueblo
llano queda entre los vampiros de siempre que pretenden meterle el
diente a todo cuello mal puesto por ahí y que ahora son mayoría en
la Asamblea; y la desidia de la burocracia estatal.
¿En qué lugar
extraviamos la eficiencia?
--
Un hombre que decía
trabajar en Miraflores le pidió a Martha cien mil Bolívares por
reservarle un apartamento construido por la GMVV, en Palo Verde.
Martha los rasguñó aquí y allá, y los dio. Fue junto al hombre y
a otros cincuenta más a reuniones y reunioncitas. Al final, ni el
hombre ni el apartamento aparecieron.
Hay quienes negocian
con la necesidad del pueblo.
--
Con Paco Dobla digo:
Habrá que derribar tanto ladrillo inútil/ limpiar el solar de tanto
escombro/ y construir en él la nueva casa/ un techo sin paredes
donde quepamos todos/ hecha de indignación y de esperanza.
Al final, la crisis no
es económica, es más espiritual. Tocará hacerse el hogar en el
lomo, como el caracol, e ir paciente a la única casa propia y
segura: de vuelta a la tierra: “Me llamo barro aunque Miguel me
llame”.
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