martes, 9 de febrero de 2016

Gastronauta 72: Empresa, militar y minera: lo mejor de todos los mundos




La clase militar es algo que ha sobrevivido
y que no sirve para nada: como el apéndice.
(Lev Tolstoi. Diarios 1895- 1910)

Hace un año exactamente, fue noticia que un grupo de contrabandistas trancaron el puente sobre el Lago de Maracaibo, exigiendo que removieran a un militar, en la frontera, que les impedía el “libre tránsito”.
Una se cuestiona la veracidad de una noticia tan surreal. Pero, Macondo te da sorpresas:

Hubo un día en que Gilberto se quedó varado en la Panamericana a las diez de la noche, cuando subía de Caracas, de trabajar hasta las tantas, en una institución del Estado.
Pasaban los autos a toda velocidad. Ninguno se detuvo.
Su cabeza le jugaba en contra: lo secuestrarían, violarían, pedirían rescate y como no tenían cómo pagarlo, lo picarían en pedacitos y venderían por mercado libre.
Justo, se había averiado unos dos kilómetros más adelante de un cardumen de grueros-zamuros.
A la media hora de haber sufrido el percance, sólo un Guardia Nacional se estacionó alantico de él.
Gilberto tragó grueso. No sabía a quién temerle más, si al hampa o a un verdeoliva.
Milagrosamente, el hombre sacó del auto oficial unos mecates y remolcó al hombre de una de las curvas diabólicas de la autopista que lo conduce a los altos mirandinos, hasta su casa.
Al llegar a su destino, Gilberto le ofreció tres mil Bolívares al militar, lo que supuso le cobraría una grúa (cosa en la que no estuvo ni tibio, porque en esa zona la mínima del servicio cuesta seis mil).
El militar se negó a recibirlos, alegando que ese era su deber. Acto seguido, continuó su camino.
Gilberto, primero se pasmó. Luego, se preguntó cuáles eran los deberes de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana -FANB-.
“Acaso ¿no eran matraquear y escalar?”.

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Una verdad como un iceberg reza que todo gobierno que se precie de mantenerse en el poder, debe acariciar a la cúpula militar. Con el gobierno del Comandante Hugo Chávez, los beneficios se extendieron y masificaron hacia todas las direcciones en las FANB. Asimismo, durante los primeros meses de la presidencia de Nicolás Maduro, se creó una misión (La Negro Primero) que atiende en todos los ámbitos y exclusivamente a miembros de la cada vez más solicitada institución.
Un hecho histórico que da cuenta de cuán rogada está la entrada a las FANB es que antes, la policía corría detrás de los jóvenes, con la llamada recluta, para capturarlos y obligarlos a cumplir el servicio militar. Ahora, los aspirantes hacen fila, y esperan su turno para presentar un examen que determina si pueden o no ser miembro del grupo.
Pero, la defensa de la soberanía no es leitmotiv de todos los postulantes.
Las excepciones, arriba descritas, confirman una terrible regla.

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Hay un elemento común en todo guiso que se descubre (y que se oculta) en el país de guisozuela: la participación militar: en el sector financiero, alimentario, de recaudación de impuestos, automotriz... Ponga usted el nombre, que de toda tierra sale lombriz.
Lo mismo, muchos son artífices que comandantes de la minería ilegal, al sur de nuestro territorio.
Otros, sirven de mulas en las fronteras, para el contrabando. Antes, era considerado un castigo que enviaran a un militar al confín del país. Ahora, es un premio.
Abren y cierran las alcabalas a conveniencia. Los puertos y aeropuertos.
Es costumbre temerle a un grupo de uniformados reunidos (y en este punto entran fiscales de tránsito y policías) un viernes cualquiera, un día cualquiera. Una se siente presa de caza.

Y, como si no fuera suficiente, ahora también decretan la creación de la empresa Militar de Industrias Mineras, Petrolíferas y de Gas, que entre otras funciones, tendrá entre sus manos la renta producto del subsuelo nacional, un hecho inconstitucional, porque pone en manos de unos pocos militares (bajo la figura de una corporación anónima y privada) el dominio de la riqueza material de todo el pueblo.

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Desgranemos la simbiosis: Empresa, Militar, Minera. La reunión de la propiedad privada, protegida con las armas, y el usufructo de las riquezas colectivas para el beneficio de unos pocos, a costa además del desmadre de la naturaleza.

Estamos en guerra. Sí. Seguimos perdiendo. Sí. Los militares de nuestro lado se colocan insignias de papel moneda sin hacer un disparo, mientras el enemigo se cuela en el sueño -nuestro sueño- y lo diluye, lo fermenta, lo desaparece.

No me importaría estar equivocada.

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