1)Poema:
ENTRE PERRO Y LOBO
Por Olga Orozco (Argentina)
Me clausuran en mí.
Me dividen en dos.
Me engendran cada día en la paciencia
y en un negro organismo que ruge como el mar.
Me recortan después con las tijeras de la pesadilla
y caigo en este mundo con media sangre vuelta a cada lado:
una cara labrada desde el fondo por los colmillos de la furia a solas,
y otra que se disuelve entre la niebla de las grandes manadas.
No consigo saber quién es el amo aquí.
Cambio bajo mi piel de perro a lobo.
Yo decreto la peste y atravieso con mis flancos en llamas
las planicies del porvenir y del pasado;
yo me tiendo a roer los huesecitos de tantos sueños muertos entre celestes pastizales.
Mi reino está en mi sombra y va conmigo dondequiera que vaya,
o se desploma en ruinas con las puertas abiertas a la
invasión del enemigo.
Cada noche desgarro a dentelladas todo lazo ceñido al corazón,
y cada amanecer me encuentra con mi jaula de obediencia en el lomo.
Si devoro a mi dios uso su rostro debajo de mi máscara,
y sin embargo sólo bebo en el abrevadero de los hombres
un aterciopelado veneno de piedad que raspa en las entrañas.
He labrado el torneo en las dos tramas de la tapicería:
he ganado mi cetro de bestia en la intemperie,
y he otorgado también jirones de mansedumbre por trofeo.
Pero ¿quién vence en mí?
¿Quién defiende de mi bastión solitario en el desierto, la sábana del sueño?
¿Y quién roe mis labios, despacito y a oscuras, desde mis propios dientes?
Me dividen en dos.
Me engendran cada día en la paciencia
y en un negro organismo que ruge como el mar.
Me recortan después con las tijeras de la pesadilla
y caigo en este mundo con media sangre vuelta a cada lado:
una cara labrada desde el fondo por los colmillos de la furia a solas,
y otra que se disuelve entre la niebla de las grandes manadas.
No consigo saber quién es el amo aquí.
Cambio bajo mi piel de perro a lobo.
Yo decreto la peste y atravieso con mis flancos en llamas
las planicies del porvenir y del pasado;
yo me tiendo a roer los huesecitos de tantos sueños muertos entre celestes pastizales.
Mi reino está en mi sombra y va conmigo dondequiera que vaya,
o se desploma en ruinas con las puertas abiertas a la
invasión del enemigo.
Cada noche desgarro a dentelladas todo lazo ceñido al corazón,
y cada amanecer me encuentra con mi jaula de obediencia en el lomo.
Si devoro a mi dios uso su rostro debajo de mi máscara,
y sin embargo sólo bebo en el abrevadero de los hombres
un aterciopelado veneno de piedad que raspa en las entrañas.
He labrado el torneo en las dos tramas de la tapicería:
he ganado mi cetro de bestia en la intemperie,
y he otorgado también jirones de mansedumbre por trofeo.
Pero ¿quién vence en mí?
¿Quién defiende de mi bastión solitario en el desierto, la sábana del sueño?
¿Y quién roe mis labios, despacito y a oscuras, desde mis propios dientes?
2) Poema:
OCASO DE LO ILÍCITO
Por Djuna Barnes (EE.UU.)
Tú, con tus largas y vacías ubres
y tu calma,
tu ropa blanca manchada y tus
flácidos brazos.
Con dedos saciados arrastrándose
en tus palmas.
Tus rodillas muy separadas como
pesadas esferas;
con discos sobre tus ojos como
cáscaras de lágrimas,
y grandes lívidos aros de oro
atrapados en tus orejas.
Tu pelo teñido cardado a mano
alrededor de tu cabeza.
Labios, mucho tiempo alargados por sabias palabras
nunca dichas.
Y en tu vivir todas las muecas
de los muertos.
Te vemos sentada al sol
dormida;
con los más dulces dones que tenías
y no has conservado,
nos afligimos de que los altares de
tu vicio reposen profundos.
Tú, el polvo del ocaso de
un amanecer húmedo de fuego;
tú la gran madre de
la cría ilícita;
mientras las otras se encogen en virtud
tú has dado a luz.
Te veremos mirando al sol
unos cuantos años más;
con discos sobre tus ojos como
cáscaras de lágrimas;
y grandes lívidos aros de oro
atrapados en tus orejas.
y tu calma,
tu ropa blanca manchada y tus
flácidos brazos.
Con dedos saciados arrastrándose
en tus palmas.
Tus rodillas muy separadas como
pesadas esferas;
con discos sobre tus ojos como
cáscaras de lágrimas,
y grandes lívidos aros de oro
atrapados en tus orejas.
Tu pelo teñido cardado a mano
alrededor de tu cabeza.
Labios, mucho tiempo alargados por sabias palabras
nunca dichas.
Y en tu vivir todas las muecas
de los muertos.
Te vemos sentada al sol
dormida;
con los más dulces dones que tenías
y no has conservado,
nos afligimos de que los altares de
tu vicio reposen profundos.
Tú, el polvo del ocaso de
un amanecer húmedo de fuego;
tú la gran madre de
la cría ilícita;
mientras las otras se encogen en virtud
tú has dado a luz.
Te veremos mirando al sol
unos cuantos años más;
con discos sobre tus ojos como
cáscaras de lágrimas;
y grandes lívidos aros de oro
atrapados en tus orejas.
3) Un documental:
LA CASA ES NEGRA
Por Forugh Farrokhzad (Irán)
La escritora persa bordearía su
pústula en los ojos ajenos de la Leprosería de Tabriz. De su
poema-documental, una escena entre otras: Un profesor para niños
leprosos les pide formar una frase con la palabra “casa”. El niño
se levanta y escribe en la pizarra: “La casa de la lepra, la casa
es negra”. “Cita cuatro cosas bellas”, y uno contesta: “la
luna, el sol, las flores, el juego”. El profesor vuelve a
preguntar, esta vez por “tres cosas feas”, y la pequeña herida
responde: “Las manos, los pies, los ojos”.
4) Relato corto:
TRANCE DEL AGUA
Por Iosune De Goñi García
(España)
Escuchar el sueño silencioso de las
flores: lirios de cristal oscuro, anémonas sangrantes. Hay tierra
húmeda en mis entrañas, tierra de los otros que me habitan, tierra
de flores durmientes. Una mujer me mira bajo el agua de los siglos.
Quisiera trenzarle el cabello y decirle la tierra, el cuerpo, decirle
soñar un jardín para los otros, decirle que nunca hay otros.
6) Trino:
(oceanografía)
entumecida
escribiendo medusas
acantilándome.
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