Elogio a la paja (extracto)
Por Salvador Garmendia
(Barquisimeto-Lara)
Silvestre, abundante y barata como su
homónima en el reino vegetal, la paja nos arrulla en la infancia,
nos alimenta en la adolescencia y nos saca de más de un apuro en la
edad adulta. La Biblia la personifica, aunque de manera un tanto
arbitraria, en Onán, hijo de Judá, a quien Dios castigó con una
mala muerte como si se tratara de un criminal; con lo cual se pasó
de maraca el Padre Eterno, pues a este astuto miembro de la tribu,
antes que vituperearlo por gozón, se le debería honrar en los
hogares como el verdadero precursor del anticonceptivo y la
planificación familiar. Claro, no es aventurado pensar que el mismo
Onán, caballero prudente y ahorrativo, además de haber patentado en
la historia su habilidad para sacarlo a tiempo, se la hiciera también
de vez en cuando, como cualquier mortal. ¿Provocó esto la ira de
Jehová? Es difícil creerlo; aunque en aquellos tiempos en que el
mundo estaba todavía blandito y olía a nuevo, las criaturas eran
tan escasas que nadie podía aprovechar que estaba solo para meterse
tras de una paredita, sin que el ojo del creador le cayera encima.
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Cortados por la misma medida
Por Juan Calzadilla (Altagracia
de Orituco-Guárico)
El lugar donde antes estuvo mi abeza
ahora ocupa un espejo.
Es ovalado y sirve para que, quien me
busca,
creyendo verme, se descubra sólo a sí
mismo.
Tú que ensayas encontrarme, mírate
bien
para que puedas llegar a decir:
puesto que me he visto, te he visto.
¡Estamos cortados por la misma medida!
Que tiemblen las culebras enemigas
Por Ramón Palomares
(Escuque-Trujillo)
Ahora comenzará a temblar la tierra
a quejarse el monte
a revolverse el agua
¡Nunca vieron tanta fuerza regada!
Nadie juntó los hombres así como el Tigre del cielo
a quejarse el monte
a revolverse el agua
¡Nunca vieron tanta fuerza regada!
Nadie juntó los hombres así como el Tigre del cielo
Y los jefes de piel verdosa y plumas
de arrendajo
-Flecheros ellos,
y corredores y saltadores-
suenan su selva
de arrendajo
-Flecheros ellos,
y corredores y saltadores-
suenan su selva
Unos se pintaron de alcatraz y
gaviota,
porque traen sus flechas como puntos de espuma
como ojos de peces,
y vienen con estrépito
sonando caracoles y huesos
En sus gritos corre el sol de las aguas
porque traen sus flechas como puntos de espuma
como ojos de peces,
y vienen con estrépito
sonando caracoles y huesos
En sus gritos corre el sol de las aguas
¡Que tiemblen las culebras
enemigas
Que tiemblen las bestias enemigas!
Que tiemblen las bestias enemigas!
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El Páramo
Por José Antonio Ramos Sucre
(Cumaná, Sucre)
Los huérfanos se han formado en las
pradera libres. Ejecutan solamente las veleidades de su albedrío.
Han descubierto los secretos de la
medicina rústica, mirando las costumbres de los animales. Discurren
sobre los ejemplares de la selva, desde el cedro hasta el hisopo, a
semejanza de Salomón, el monarca feliz. Un oso les ha cedido su
caverna, usando la condescendencia de un abuelo. Un pájaro
estridente les enseña el pronóstico de la lluvia.
Cantan en el retiro de la noche y el
sapo verdinegro danza en dos pies delante de una luna mortal.
Disipan las visiones de la sombra y del
miedo agitando en el aire un ramo de verbena céltica.
Se abstienen de encender lumbre en los
días sujetos a una constelación inicua. Una figura sangrienta,
vestida con la sotana de los supliciados, divide las fauces de la
tierra y se declara su progenitor.
Los huérfanos la ahuyentan
dirigiéndole motes indignos, reservados para el topo y demás
criaturas de vivienda sórdida.
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Trino:
"La mayor parte de la escritura se
hace lejos de la máquina de escribir." —Henry Miller
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Cara e' libro:
En el muro de Luis Ignacio Cárdenas (Postal):
“Habíamos descubierto que el cielo de los hombres no era el
mismo que el cielo de los perros. Los perros no compartían el crimen
con nosotros”.
El día que fuimos perros
Por Elena Garro (México)
Por Elena Garro (México)
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