viernes, 29 de enero de 2016

PERDIMOS


Casi a las 12 de la medianoche de ayer, unos tiros que impactaron muy cerca nos despertaron. Ernesto y yo nos lanzamos al piso. Él con un niña, yo con otra. Mamá que está en casa, se vino al cuarto. Nos asomamos por la ventana, por una rendijita, y en lo que echamos el ojo, tres disparos más nos obligaron a volver abajo. Ernesto vio los chispazos en el apartamento de planta baja. Poco antes de aquel ruido, una mujer había gritado una grosería. Después un hombre.
Un auto permanecía detenido, encendido, a las puertas de la residencia. Ernesto, mi madre y yo nos imaginábamos qué pasaba. El vigilante salió, dio un par de vueltas. Incluso, pensamos en llamar a la policía. Pero todo permanecía en silencio. Ningún vecino se asomó. Nadie dijo nada.
¿Y, si era otro femicidio? ¿Y si el carro que permanecía abajo sólo esperaba que aquella mujer (la de la grosería) saliera para llevársela de aquello y los tiros no la dejaron salir?
Estuvimos despiertos hasta que de aquel misterioso auto estacionado, bajó una chica y entró corriendo. No hubo más acontecimientos.
Mamá se fue a su cuarto. Ernesto y yo quedamos en el nuestro, asustados, haciendo toda suerte de planes para dejar de asistir al miedo. Nos abrazamos a nuestras pequeñas y hubo un momentos en que nos quedamos dormidos.
Esta mañana, cuando bajamos, y le preguntamos al señor que cuida la entrada y salida del edificio, por aquellos detonantes, nos dijo que era una gente que celebraba el triunfo de Los Tigres de Aragua, con “unos poquitos fosforitos”.
Nos miramos, y nos cagamos de risa. Y lo único que atinamos a decir fue: “perdimos”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario