lunes, 9 de noviembre de 2015

Escorpiones

¡Feliz revuelta, Ernesto J. Navarro!


Ayer miré dos escorpiones copular.
Él arropaba el alba con sus tenazas
y hacía círculos de polvo sobre la arena.
Ella tropezaba con el veneno y abría un nido en su cuerpo
se desvestía del macho muerto sobre su lomo.


De su baile un cielo de arcilla, la fundación del sol:
Un toro tocó la puerta
y una ola de viento la penetró.
Con ella un cardumen de coro coros.


Y supo la flor madre parirse.
Él caminó sobre el agua
y ella se dejo tragar, piedra de mar
en la reunión con la sal.


Escupidos por el caribe
se travistieron de gota
que se eyacula en la ribera.


Dicen que ella se lo robó y se lo robaron.
Dicen también que del círculo ninguno salió ileso.
Que las pinzas ondulan la espuma rota.
Que sus cuerpos son calamitas.
Que el tiempo suficiente para la vida es el baile previo.
Que del arco de su cola, el techo.


Ayer miré dos escorpiones copular.

Y guardé veneno.
Lo dibujé por los bordes de la cama.
Y te piqué.
Me morí un poco, te maté tanto más.


Pero volvimos a poblar de espirales las lenguas de la mariposa.

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