domingo, 22 de noviembre de 2015

Poesía o nada 6


 

Sección de literatura en la Revista Épale Caracas, publicada dominicalmente.
 
Poema:

Érase una vez... El país rocambolesco de la felicidad

Por Adal Hernández (Venezuela)

Un país abastecido,

satisfecho,

con la barriga vacía

y un retraso en su crecimiento,

desnutrido,

con más de un ochenta por ciento de pobreza

hacinada en ranchos de lata

amenazados por la llovizna

y campos de hambre,

de playas paradisiacas

bañadas por las cálidas aguas del Mar Caribe.

Un país de bellas artes,

Ilustrado,

donde prácticamente nadie podía leer,

con más de un millón de analfabetas

y una educación de puertas cerradas

para las grandes mayorías,

de amos del valle y de nobleza criolla,

de buhoneros, gallos, guerrilla y exclusión,

con los saltos más profundos de agua dulce

y mesetas extraordinarias

que sirven de morada a los dioses.

Un país alborozado,

eficiente,

de niños oliendo pega en las esquinas

y pena de muerte,

de exterminio,

“Disparen primero y averigüen después”,



con el deporte extremo

de lanzarse de los helicópteros

sin paracaídas

o de esconderse para siempre

en una fosa común,

de relámpago eterno y único,

eléctrico y nubiloso.

Un país opulento y elegante,

seguro,

“ta barato dame dos”,

en guerra contra los pobres

y complacencia con la pobreza,

que confeccionó penuria

y criminalizó el barrio

en “vagos y maleantes”

para llenar las cárceles y las morgues,

represivo y desigual,

de castas corruptas,

del “ponme donde hay”

y de soberanía entregada apaciblemente,

con el pulmón del mundo

y la sangre del progreso.

Un país rochelero,

entretenido,

de novela,

donde las relaciones entre mercancías

suplantaron las relaciones humanas,

de sábados sensacionales,

guerra de sexos

y mujeres cosificadas,

condenadas a la sombra

de un gran hombre,

es decir,

un gran propietario

dueño de su vida y la de muchos otros,

y otras,

donde los indígenas,

los negros,

los pardos

y los necesitados,

jamás fueron el héroe,

el galán,

el honesto,

el protagonista.

Un país de ellos,

los pocos

que se alternaron el presente

e hipotecaron el futuro de todos,

portátil y desplegable,

en flashes,

sin patria,

de felicidad acaparada

y el para siempre en disputa.

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“Era el peor enemigo de mí mismo. No había nada que deseara hacer que no pudiese igualmente dejar de hacer (...) Tenía tan poca necesidad de Dios como él de mí, y con frecuencia me decía que, si Dios existiera, iría a su encuentro tranquilamente y le escupiría en la cara (...) En otras palabras, estaba corrompido, corrompido desde el principio. Como si mi madre me hubiera amamantado con veneno, y, aunque me destetó pronto, el veneno permaneció en mi organismo (...) hay gente que se mata a trabajar, y cuando tienen hijos, les predican el evangelio de trabajo, que, en el fondo, no es sino la doctrina de la inercia”.
De Henry Miller (Estados Unidos), Trópico de Capricornio (fragmentos)

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Trino:

"Se llamaban de lejos, como las aves que mueren en el desierto" (Jorge Gustavo Portella).

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