A Néstor Kirchner se le recordará
-entre otras muchas acciones- por bajar los cuadros de los represores
de las dictaduras en Argentina, de la pared en la que militares de
todos los rangos se le paraban firme (1).
A Macri ¿se le aplaudirá por bajar el
cuadro de Hugo Chávez que permanece en el Salón de los patriotas,
de la Casa Rosada?
Si. Ambas acciones son inversamente
proporcionales. Pero ambas coinciden en lo fundamental: bajando un
cuadro, forman miles.
Y dirán que “no se les puede
comparar”, Y es verdad. El Néstor que no quiso dejarse patotear
por Bush no es ni en pedo el Macri que se le parece tanto a
Mister Danger (2).
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Se le puede imaginar a Mauricio,
regando su perfume por los pasillos del palacio presidencial, con un
banco de madera, pretendiendo derribar el óleo él solito.
El apoyo lo necesita, porque el hombre
es Macri, no macro.
Pero lo piensa mejor, y la cosa
quedaría más efectista si convoca a los medios y lo hace frente a
las cámaras. O no, simplemente desaparecer la pared aquella en la
que Cristina elevó el verdeoliva de Chávez. Si de algo sabe el
empresario es del negocio inmobiliario, favorecido por la dictadura.
Entonces, pregúntese si sería Macri capaz de bajar los cuadros de
los represores que lo llevaron a ser lo que es hoy día: propietario,
un presidente propietario.
Siendo Cristina, se lo dejo y lo
multiplico: una reproducción de la cara de Chávez por cada muro,
para que los tropiece, y aunque sea una pesadilla provocarle.
Lo mismo sueñan, y se vienen encima,
algunos venezolanos que deseos más deseos menos, quieren borrar el
nombre del salón Néstor Kirchner en Miraflores.
Como si la historia la hiciera un
nombre y -en este caso- no el hombre.
En un ejercicio para perder el tiempo
una se pudiera preguntar ¿qué cuadro montaría Macri?
Y en la multiplicidad de opciones en
las que la ociosidad nos pasearía, cuatro se me vienen a la mente:
Opción A: el de Videla.
Opción B: el de Mickey Mouse.
Opción C: el de Leopoldo López.
Opción D: el de George Bush, Jr.
O, todas las anteriores.
Además de a sus bolsillos, Macri
pudiera alumbrar a sus santos anteriores, para devolverles el favor
de llevarlo a la presidencia sin más proyecto que valerse de lo que
muchos califican como la falta de apoyo de una presidenta que se
despide con el 70% de aprobación, y cuyo descendiente político
queda huérfano incluso antes de nacer.
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Hay un cuadro que se le imposibilitará
bajar: el del niño pobre que nace una y mil veces, y una y mil veces
le promete encaramarse por la ventana y ser cielo, celeste.
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