A la abuela de su abuela la obligaron a
venir. Estando, la obligaron a rezar a santos pálidos, a pronunciar
su palabra, a taparse las tetas airadas, a criar a hijos ajenos y que
su leche alimentase al blanco que mañana violaría a su hija, al que
ahorcaría a su hijo.
Pudo dejar morir de hambre a sus
futuros opresores, después de todo a ella no tardarían en colgarla.
Pero nomás al llegar, murió la señora de la casa.
-¿Pá, la leche de Sally es de
chocolate?
No clareaba cuando Sally había hecho
el desayuno, limpiado la casa y desaparecido su humanidad al
cuartucho donde también se escondían las ratas. Allí, esperaba a
que abrieran la puerta.
El amo entonces sólo se asomaba para
reclamos.
Tenía catorce años cuando llegó, y
muchas fueron las veces en que él derribaría entradas y salidas,
las de la casa, las del cuerpo. Sally está segura de que su hija del
medio -Madison- es un turrón de leche.
Pero no sabe levantar los ojos -se los
bajaron a golpes- para advertir al amo que a la que ahora visita es
también su hija. Madison tenía quince, un año más que su madre
cuando aquel ventarrón destrozó su vientre.
-¿Pá, por qué odias a Sally?
Ella cierra los puños al asomarse tras
los muros de la casa, sigilosa para constatar el horror.
El amo -olvidaba el nombre del hombre
blanco- alzaba por las caderas a su hija en común y la derribaba
sobre la cama como cuando el trigal le da paso al viento.
Quiso gritar, pero ella misma se tapó
la boca.
No quiso ser ni la mínima brisa, no
pudo entonar el dolor.
Se devolvió a la oscuridad. Allí,
mece su viejo catre, en el que seis varones le parió al patrón.
Se ha embadurnado las tetas con sábila
y cambió su mansedumbre por la libertad de su prole.
Por esos días, cuando la esposa murió,
fue cuando lo supo.
Había fallecido la señora de Thomas
Jefferson.
----
Hay quien le gusta almibarar la
historia. A ellos les gusta creer -y hacernos creer en consecuencia-
que Sarah Sally Hemings era la mujer de Jefferson porque así lo
había decidido, no porque sufriera una especie de síndrome de
Estocolmo. No cuenta que como su madre, había sido comprada y usada
como esclava durante toda sus vidas, por la familia del expresidente
estadounidense, uno de los padres fundadores de esa nación.
Incluso se ha llegado a concluir que
esta esclava era media hermana de la mujer de Thomas, Martha Wayles
Skelton, porque en el sálvese quien pueda de la época la norma era
que los patronos violaran a sus esclavas y luego negaran sus frutos.
Lo mismo haría el padre de Martha a la madre de Sally.
Pero no todas las hojas del árbol
abonarían la tierra y nada más. Ochocientos descendientes de
aquella relación reclamaron su legitimidad, como familiares directos
del redactor de la tan venerada Declaración de Independencia.
No fue sino hasta 1998 cuando un
estudio de la revista científica Nature difundiría que las pruebas
genéticas de ADN realizadas a algunos descendientes de Sally Hemings
confirmarían los nexos.
Jefferson lo negó hasta la tumba. El
mismo hombre que escribiría en la fundación de su nación:
“Consideramos verdades evidentes que todos los hombres han sido
creados iguales y que su Creador les ha bendecido con determinados
derechos inalienables, entre ellos la vida, la libertad y la búsqueda
de la felicidad”, era el mismo que luego sentenció que “la
amalgama de los blancos con los negros produce una degradación que
ningún amante de este país, ningún amante del carácter humano
puede consentir inocentemente”.
Se dice que la invisibilización del
otro es una de las formas de imposición de un grupo sobre otros ¿Qué
cómo se puede explicar el odio racial en EE.UU? ¿Y cómo no, si el
mismo odio fundó esa nación?
----
En el que fuera el mayor puerto negrero
de Estados Unidos, Charleston, recientemente nueve personas han sido
baleadas por un delincuente de raza blanca, con sólo veintiún años
de edad, y toda una historia de odio racial latiendo en su corazón.
“Casi no las mato, porque fueron muy amables conmigo”, declararía
tras su aprehensión Dylan Roof.
Los nueve afroamericanos fueron
abatidos en uno de sus templos mientras estudiaban la Biblia. A la
semana siguiente, ardieron seis iglesias negras más. La violencia
policial abandera la brutalidad contra jóvenes cuyo único delito
parece ser el color de su piel. La “condición” aquella de ser
esclavos ha sido cambiada por la “condición” esta de ser pobres,
pero mayoritariamente de una misma carne.
Que su presidente sea negro no es una
casualidad, sino más bien producto de lo que podríamos definir como
un placebo contra el estallido social, como lo fuera Martín Luther
King en su momento. Una simulación de victoria.
Roof es y coincido plenamente con Brit
Bennett el terrorista blanco, una díada de extremos: “humanizado
hasta el punto de la simpatía o (...) tan monstruoso que casi se
convierte en un ser mitológico”, como si él y sus cientos no
fueran más la paja que la aguja, en el montón que es la historia
racial de EE.UU. Pero negarlo, cercarlo y aislarlo es más cómodo.
Es muy normal que en el pueblo exista tanto un McDonalds, como los
“loquitos” del Ku Klux Klan.
Roof habló en su detención que los
hombres negros se están haciendo de sus mujeres (blancas), “las
violan” y eso “hay que detenerlo”. Thomas Jefferson, puede dar
fe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario