Cuando estaba pequeña no terminó de
gustarme jugar “el escondido” porque me aterraba que no me
encontraran. Y si lo hubiese jugado con José Alejandro podrían
haber hallado mis huesos debajo de la cama, porque el muy coño antes
de que le hicieran trampa, abandonaba la búsqueda y se iba de cita
con la mandolina al cuarto, en casa de su abuelita Josefina, en
Coche.
Mientras él manoseaba toda cuerda, yo
le hubiese pisado la cola a uno de sus cinco perros y me habría
caído en la carrera al tropezar con el caparazón de sus morrocoyes.
Los loritos y sus pericos se hubiesen burlado. No sé cómo fui a ser
tu amiga, chico.
Eso sí, nos sentaríamos a amasar la
tierra en su patio y el mío. Yo tendría cinco y él ya contaría
diez.
Su primer instrumento, suyo suyo, fue
un cuatro. Tenía ocho y toda la intención de aprender por cuenta
propia. Y así empezó... Luego, durante dos años recibió clases de
música con el Maestro Luis Escalante en la vereda 61 de Coche.
Cumpliría once, y desde entonces su ejecución no visitaría
academia alguna.
Yo lo puedo ver, de blue jean mochito,
brincapozos, de esos que descubrían las medias de paño y unos
zapatos viejos, lo veo con la mirada perdida y en la mano un palito
que arrastra por todo el camino haciendo sonar rejas, paredes,
cortando el viento. Yendo y viniendo entre el asfalto y el cemento,
confiando en el cielo verde, enamorando el futuro.
El segundo de cuatro varones: Chicho,
José, Jesús y Nacho, compone un quinteto junto a su padre, al que
llamaron La Caminería. Todos cantan. Todos hacen sonar algún
instrumento. De su boca y de sus manos: golpes larenses, merengues
caraqueños, joropo oriental, valses, gaitas zulianas, aguinaldos y
parrandas, la música tradicional venezolana.
El padre, el señor José María es
jubilado de la administración pública y es chofer de autobús de la
línea San Luis – Turmerito. La madre, la señora Marinela Coromoto
Paiva, fue auxiliar docente, matatigres, organiza la pea, baila y
disfruta la parranda.
----
Séptimo día, está tendido en la cama
de cara al cielo de su cuarto. Silvana se sube sobre sus piernas.
“Papi, avión”. Planea y la aterriza. Con ello, las alas de su
lengua rozan las nubes de su paladar de antier: el cruzado de
la abuela Josefina. Pollo y res. A José le gusta desmenuzar en el
caldo los bollitos de maíz. Coge un pedacito y lo pone en la
ventana, para los pajaritos.
En la mitología Delgado, la canción
Arroz con fríjol es en verdad de José María. Su padre la cantó
tanto más que Gualberto:
Arroz con frijol, pellejo e'
cochino,
me guarda mi vieja todos los
domingos
y yo muy alegre mi canto le brindo.
Qué me gusta a mí, ella bien lo
sabe:
el dulce e' lechosa, también el
casabe,
guárdame un poquito antes que se
acabe.
Marinela intenta hacérselo igualito.
Pero el sancocho de su vieja se fue con ella el nueve de octubre de
dos mil uno, también sus batas de naftalina y talco. El polvo con
olor de la abuela era un cuenco con una mota de tela de peluche. Al
salir de la ducha, y después de secarse, algunas partes de su cuerpo
permanecían húmedas, y cuando ella moteaba sus carnes, el talco se
le hacía pasta. José disfrutaba seguir el caminito blanco y barrer
con el índice las diminutas perlas.
----
A José no le gustaba que le
pellizcaran ni a él, ni a Chicho, su hermano mayor. A éste último
le costaba mucho aprender a leer, así que José le ayudaba con las
tareas, a cambio del vaso de leche en el desayuno. Pero, la leche
sola es muy simple. A José le gusta con vainilla. El toque justo de
sabor y tinte.
Dicen que a su piel le afana visitar
los mares y hacer de puerto a galeras de fuego. Su primer ancla es
una púber de once años, a la que llamó Malena. Aprende guitarra,
canta y está por finalizar la primaria. La segunda no llega a los
dos años, y le gusta volar al viento de su voz, Silvana.
Su maestro de teatro Eduardo Gil le
enseñó una canción sefardí, que José canta a sus hijas, La
Galana:
Ya salió de la mar la galana
con un vestido
al y blanco
Ya salió de la mar.
con un vestido
al y blanco
Ya salió de la mar.
José María y Marinela tienen cinco
nietos, tres hembras y dos varones: las dos de José, una de Chicho,
y un par de varones de los dos hermanos menores.
Ya salió de la mar la galana
con un vestido
al y blanco
Ya salió de la mar.
con un vestido
al y blanco
Ya salió de la mar.
----
Gualberto, Lilia, Cecilia, Alí,
Otilio, Luis Mariano, Manzanero, Sadel, Felipe Pirela, Gardel, pero
sobre todo su padre llenó los oídos de José Alejandro Delgado
Paiva desde antes de nacer.
Al adolescente lo subieron y lo bajaron
de las camioneticas que lo llevaban del Fe y Alegría de La Rinconada
al Centro Comercial de Coche, Frankie Ruiz, el Grupo Niche, Eddy
Santiago, y el Merengue de la Coco Band, Los Rosario, y Wilfrido
Vargas. Sus primeros amores se escribieron detrás de los asientos de
las busetas. El incipiente bigote que lo recibía como hombre, su
cuerpo de cristo y su voz queriendo ser la de hoy, ejercitaba los
gallos para amanecer detrás del cuatro frente a un micrófono,
sonriendo cada letra, y llorándola cuando ha tenido que repetirla
sin quererlo.
----
Hoy, después de tres años sin grabar
un disco, vuelve con Algo. Y lo antecede Cuando todo vuelva al
centro. Pero ¿cómo puede un tirapiedras coquetearle al centro? ¿Es
el centro de la roca? ¿De la resortera? Respondón como es, me gira
un trabalenguas: “No me he hecho de un centro, lo estoy buscando y
a veces puedo medio presentirlo, generalmente cuando me olvido de que
lo estoy buscando... Es el centro espiritual, la fortaleza, es el
Aleph, el inicio del espiral de la vida, donde todo está comprimido
y nada se escapa”.
Está sentado en el banquito de madera,
frente a los libros. He guardado una tacita de peltre como le gusta,
para que se embuche un traguito de cucuy. Lo toma puro, sin adornos.
Después de doblar el codo y saludar a nuestros ancestros, lo veo en
blanco y negro, una “herida en flor”.
Para algunos poetas, el dolor es no
saber vivir el presente, resintiendo el pasado, esperanzados por el
futuro. Algo, puede volcarse sobre nuestra humanidad, como un armario
de mierdas y mierditas, un cajón de madera voluble que nos obligue a
terminar de morir, para volver a nacer.
“Dolerá como duelen las tristes
criaturas de Dios”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario