sábado, 18 de julio de 2015

Entrevista a Rico Dalasam: “El show sin militancia no se sostiene”

“En una favela conviven (sobreviven) un policía, un inocente y un criminal”.
Atardecía, casi era de noche cuando Ana llegó de uno de sus tres trabajos.
Había construido con sus propias manos lo que hoy es el estacionamiento y la primera de las cuatro plantas de su casa, en la calle Br 116, de Intercap en Taboão, Sao Paulo, Brasil.
Cocinera, bahiana, de palmas gruesas como grueso es su pecho-cobijo, a sus hijos los puede contar con los dedos de una mano: Jussara, Ana Paula, Luzia, Alexandre... Cuando llegó a Sao Paulo, fue esclavizada. “Pero el padre de mis hermanos la ayudó a salir de aquello”. A ellos los parió uno detrás de otro. Para traerlo a él, esperó diez años. “Hace apenas cuatro, mi madre terminó el cuarto piso de nuestra casa”, recuerda Jefferson Ricardo, “Rico”.
Vuelve a vivir aquel día en que su madre apenas abrió la puerta, se encontró con el llanto de Alexandre, acusado injustamente por el policía vecino de haber cometido algún crimen. Ana constató la falacia y empujó su humanidad a la casa de su prójimo. Tocó la puerta. El todavía uniformado salió. Ella le explicó que sus acusaciones eran infundadas, lo que no le gustó al policía. Envalentonado quiso faltarle el respeto. Pero, Ana con la misma lo derribó y llegó a fracturarle el hombro, después de propinarle la pela de su vida. “Ésa es mi mamá... también mi papá”.
Su padre murió cuando tenía un poco más de un año de vida, “por problemas con las drogas”.
Cuenta que en una metrópolis como Sau Paulo “es normal” que los niños se tropiecen con cuerpos muertos por la violencia, en las esquinas, al salir de las escuelas. Cuando llegan a la adolescencia pueden optar entre dos caminos: o seguir estudiando, o te hacerse criminal. De adulto, la violencia se ejerce desde un trabajo mal remunerado. “Somos violentados como esclavos... menguan nuestra existencia”.


Del color del papelón, su piel no le ayudó. Tampoco su origen, pobrísimo. Menos su identidad, ser homosexual. “Ser gay es un peligro”, siendo que la homofobia en Brasil mata a uno cada 28 horas.
Su familia lo sospechaba. “Mi hermana mayor es lesbiana, y algunos rasgos decían lo propio de mí”.
A los doce supo que le gustaban otros “garotinhos”. Pero fue a los quince cuando vivió el amor: sudaba nomás al escucharlo, se aceleraba su pecho cuando lo sabía, lo olía a kilómetros, podía cerrar sus ojos y verlo venir. Se enamoró de Daniel, su mejor amigo.
Su Sancho era todo lo que él no: blanco, adinerado, y heterosexual.
No supo declarársele. “No quería perderlo” y prefirió callar. Hasta que un día, seis años después, lo invitó a conversar. Para entonces, Rico estudiaba cine en la Universidad.
Daniel confesó que también lo amaba, “pero de otra forma”. Casi hubiese querido que lo rechazara.
“Por ahí me escribe un mensajito de vez en cuando”. Lo despierta una madrugada y él lo sabe confundido. Pero ya no cabe en el Planeta Dalasam.
En silencio, y durante su adolescencia, Rico sólo podía confesarse escribiendo rap.

Não posso esperar mais 10, 15 anos
pra dizer como eu amo.
¡Como é invisível esse elo!
¡E que amar sempre é um privilégio!
...
Senti na barriga:
é um inverno, um embalo
que me levou à força.
E eu me vi fraco.
Tomado de um medo indomado,
atuei, frio, em cenas tão longas...

Conheci a dor, que ela volta como as ondas.
E, sempre que houver uma razão, ela aponta.
Se tu deixar, ela apronta.

El origen del rap responde al grito de las comunidades negras y latinas en el Nueva York de los setenta del siglo pasado, en contra del sistema que los barría y los barre, como a la basura en las calles. Su lenguaje antisistema fue absorbido por el pop e invisibilizado por la Industria Cultural las décadas siguientes. Ya “es hora de volver a la raíz”, recalca Rico. “De recuperar su carácter antipoder”.
Que lo haga un homosexual:

Boy, vim para ser seu man
...
Uma dica:

Aceite-C

Que ainda dá tempo de ser quem se é
Tempo de ser quem se quer
Deixa quem quiser falar.

Caetano Veloso lo conoció a través del internet. Y cuando estrechó su mano lo dijo. Le pareció “irado y muito bom” (1). Gilberto Gil compartió en un trino una entrevista que le hicieran al paulista: "Rico Dalasam, o rapper gay brasileiro que quebra tabus rimando" (2). Daniela Mercury se supo feliz, porque Rico “não sou um jovem escravo e a mercê da massa” (3).

Para Rico, un rapero machista equivoca su género musical, porque su posición contraviene los orígenes del rap. “Mi música es para todos. Y si la rechazan es por una cuestión de homofobia”.
Aunque no lo han censurado en eventos, él sabe que algunos organizadores no están de acuerdo con su presencia, pero ellos se lucran con su show y Rico se aprovecha de ello para uno: “hacer dinero”, y dos: “llevar el mensaje”. La plata le es materialmente necesaria si pretende -como lo expone- independencia y la posibilidad de ayudar a otros a emerger.
Directamente le pregunté si se aprovecha de su identidad sexual para lograr reconocimiento. Y directamente me respondió. “Es lo que soy. No puedo hablar desde algo que no soy”. Quiere ser reconocido “por sus composiciones, no por su identidad sexual”. Porque si al final la música no es buena, la efervescencia y la novedad se desgastan.

“El show sin militancia no se sostiene”. El rap es una forma de hacer política, pero no es la única.

Rico hace parte del Colectivo Revolta da lampada (4), “una revuelta por la libertad de todo el cuerpo”, movimiento creado después de un crimen contra personas sexo-género-diversas en 2010.
Se reconoce y le vota a la izquierda. Antes lo hizo por Lula, ahora por Dilma. “Siendo quien es, reconozco en ella la palabra de una mujer, de la heroína, históricamente disminuida, una que puede y debe alzar nuestras banderas”.

56 familias dan calor a un caserío del norte de Irán: Dalasam.
Y otra familia de siete palabras confirman la cepa del buen rap, un árbol de muchas ramas y poca sombra: “Disponho Armas Libertárias A Sonhos Antes Mutilados” D-A-L-A-S-A-M.

Rico quiere casarse, tener hijos, una casa, quiere amar y anhela la libertad. “Saudade” de amor.
También le ocupa el diseño de modas y lo trabaja desde los diecisiete. Por eso nunca se puso un vestido de su madre, tampoco de sus hermanas. Cuando los veía, las tijeras le susurraban “tris-trás”. Entonces lució una falda. Hoy si. A su imagen le llueve “purple rain”. Es como si Prince hubiese reencarnado sin haber muerto. No terminó por estudiarlo, porque la practica hace al monje. En cambio el celuloide necesitó profundizarlo. No se cataloga como andrógino, lo que le parece muy superficial, sino como “genderfucker” (una persona que conscientemente desafía las construcciones arbitrarias de género hechas por el consenso).

Rico Dalasam llegó por primera vez a Venezuela para celebrar junto al Colectivo de jóvenes revolucionarios Tiuna El Fuerte, su décimo aniversario de trabajo cultural, comunitario y político (perdonen la redundancia).

Con el ejemplo de su madre mediante, construyó con sus manos el garaje y el primer piso de su casa de cuatro días. “Aquí todo mundo está politizado”, se regocija. San Andrés del Valle, a donde lo llevaron los panas del Tiuna, se le parece mucho a su barrio. Pero quisiera él que también se parecieran en los niveles de conciencia de clase. “Necesitamos que se parezcan. Y que nuestra gente no siga alimentando al monstruo”.
“Al Tiuna me lo quiero llevar a Brasil y repetirlos tantos barrios-favelas hayan”.
De la tierra de Chávez, sólo no le gustó la arepa.

O tempo para e o relógio não gira.
Que ainda dá tempo de ser quem se é
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Hablamos dos horas con Rico Dalasam. Reímos. Lloramos. Compartimos sus recuerdos. Al salir de la sala en la que nos hallábamos, mi hija y el hijo de Valentina, nos esperaban junto a Ernesto -mi compañero- desesperados. Llovía. Nuestro carro a medio andar se quedó sin frenos. Pero me urgía llegar a casa a escribir algunos fotogramas de la historia de un poeta maldito, nacido en un pueblo que ni aparece en el mapa.
Entramos. Preparamos a las hijas y me senté a escuchar la grabación. No hubo forma. No se ni cómo las perdí. De todas maneras no hay tecnología que pueda traducir la camaradería.

Rico... Ashé.

DesdeLaPlaza / Indira Carpio Olivo
Intéprete: Valentina Figuera
Fotos: Daniel Tineo

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