Andrés Antillano/ Foto de Jesús Contreras |
Entrevista/
Profesor Andrés Antillano (1)/ Parte I
Por
Indira Carpio Olivo y Ernesto J. Navarro (*)
**Suponer
que los gobiernos son los únicos violadores o garantes de los DDHH
es encubrir las relaciones de poder y los nuevos centros de poderes
fácticos que no pasan por el Estado**
**La
derecha venezolana -que es particularmente delirante- creía que las
presiones en Ginebra llevarían a una condena unánime contra
Venezuela y se declararía al país como un Estado PARIA/ Fueron
neutralizados**
**La
ONU se ha convertido en un mecanismo de extorsión que termina
legitimando prácticas de aislamiento y de intromisión en la
soberanía de los pueblos**
**El
Dibise es una reedición de las prácticas históricas de
“empoliciamiento” duro contra los sectores populares**
**
El discurso represivo y punitivista del Estado contrasta con en el de
un gobierno que plantea asumir los intereses de las clases populares
y se convierte en un discurso peligroso, porque siempre ha sido
enarbolado por la derecha**
**Si
la violencia es resultado de antagonismos y negaciones, la respuesta
a la violencia no debe ser la represión, no debe ser la negación de
esa negación, sino la politización de esa negación**
**La
violencia criminal es una respuesta injusta ante una situación
injusta que profundiza y acentúa las injusticias contra los pobres**
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A
propósito del Examen Periódico Universal -EPU- presentado por
Venezuela ante la Comisión de Derechos Humanos de la Organización
de Naciones Unidas -ONU- opositores nacionales e internacionales
aprovecharon la oportunidad para atacar los logros de la Revolución
Bolivariana y visibilizar -incluso inventar- ante la opinión pública
mundial las patas de las que cojea la mesa del Estado venezolano.
Exámenes
realizados a los países desarrollados -que violan sistemáticamente
los Derechos Humanos (DDHH) de sus ciudadanos y los derechos de los
habitantes de otros países del orbe-, pasaron inadvertidos por las
pantallas y las plumas afiladas de la artillería mediática,
poniendo nuevamente al descubierto una mezcla que el profesor Andrés
Antillano resume como “el delirio apátrida” de la derecha
venezolana, que actúa como un simple tentáculo de los poderes
mayores.
Como
resultado de las recomendaciones hechas a Venezuela, las empresas de
información resaltaron la supuesta persecución a los defensores de
DDHH en el país y la violación por parte del Estado nacional de los
derechos fundamentales como el de la vida -a través de la
inseguridad- y el de expresión
-¿Es
esto cierto?
-Lo
primero que hay que hacer es desentrañar para develar cómo funciona
el sistema multilateral y sus falencias son las dos categorías que
están en crisis y que confluyen alrededor del EPU
-¿Cuáles
son estas categorías?
Erosión
de la Organización de Naciones Unidas y sistemas multilaterales
La
primera tiene que ver con el sistema de la ONU y el sistema
multilateral que nace a partir de las postrimerías de la segunda
guerra mundial que pretende explicar una correlación de fuerzas
entre dos bloques, el soviético y el de EEUU y su periferia europea
y latinoamericana, que era un espacio de equilibrio y negociación en
plena guerra fría.
Sin
embargo hoy es cada más visible que estas instancias multilaterales
son cada vez más una expresión burda de la hegemonía unipolar, del
imperialismo y de algunas potencias periféricas europeas. En ese
sentido, la ONU deja de ser un mecanismo de regulación y de
equilibrios entre fuerzas, para convertirse en uno de extorsión de
los hegemones del mundo.
Los
signos más claros de la erosión de naciones unidas es la
convalidación que hace este sistema a aventuras imperialistas como
en los Balcanes, luego en África, en Afganistán, en Irak y
recientemente en Libia.
La ONU
se ha convertido más en una agencia imperial, que una instancia de
negociación pacífica de conflictos. Estados Unidos -EEUU- convalida
sus operaciones en ese foro internacional que le otorga una
legitimidad democrática y multilateral que no tiene.
Este
foro pretende aislar, demonizar y estigmatizar experiencias no
alineadas, experiencias que se salen del control imperial.
Particularmente sensibles son países como Venezuela, por la
importancia que reviste la producción energética en estos momentos,
pero no somos el único caso.
El
modelo imperialista en el mundo globalizado neoliberal es una especie
de trama que no tiene un centro político claro, son redes en las que
coinciden gobiernos y grandes corporaciones económicas, cuyos roles
están cada vez más diluidos.
Por
ejemplo, Dick Cheney era vicepresidente del gobierno de Bush y al
mismo tiempo jefe de una de las corporaciones militares más grandes
del mundo.
Actualmente,
empiezan a ser cada vez más imprecisos los límites. Ya no se puede
decir que Washington sea el dueño del mundo. Se trata de una red que
tiene a naciones unidas y a otros organismos multilaterales como sus
centros de operaciones.
En
cualquier caso, el sistema internacional se ha convertido en un
mecanismo de extorsión que termina legitimando prácticas de
aislamiento y de intromisión en la soberanía de los pueblos.
No es
solo el caso de que Venezuela presente el EPU, sino que también le
aplican otras formas de fiscalización y control, como en materia de
drogas y otros asuntos que siempre han contado con mecanismo
espurios, justamente porque son negociaciones entre distintas
potencias que se ponen de acuerdo sobre qué permitir y qué no.
Cito
otro caso, el sistema de fiscalización de DDHH no evalúa ni condena
nunca al gobierno de Israel, ni lo hizo con la dictadura de Augusto
Pinochet.
-¿Cuál
es la otra falla que confluye en los sistemas multilaterales?
-Como
segunda categoría está el concepto de DDHH. Este concepto nace como
resultado de la crisis del modelo absolutista que tenía que ver con
un conjunto de contraprestaciones y prebendas relacionadas con la
ubicación estamental en la sociedad. Esto era propio del mundo
feudal.
Cuando
entra en crisis el sistema feudal absolutista, la burguesía levanta
la noción de derecho, derechos fundamentales, de DDHH, como una
forma de limitar el poder del Estado.
Desde
entonces, ha sido un concepto esencial en la construcción del orden
político moderno que a fin de cuentas es el orden político burgués,
porque se entiende la creación del orden político como una
construcción jurídica que fundamentalmente se dirija a restringir
los poderes del Estado y proteger la autonomía del individuo frente
a este.
La
noción de los DDHH es gemela de otras nociones modernas como la idea
liberal de la economía y la noción de la democracia representativa.
En este marco, los DDHH han privilegiado los derechos individuales,
lo que llaman de primera generación, los políticos y civiles, que
resumen los derechos del individuo frente al Estado, porque se
considera que el único violador de los DDHH es el Estado.
Eso
habla de su fuerte impronta liberal y es comprensible en el contexto
en el que emergieron, porque las clases media y alta veían los
derechos como privilegios.
-¿Quiénes
son los otros poderes que violan los DDHH?
-En un
mundo como el nuestro, en el que los Estados nacionales tienden a
desdibujarse, quizás no se pueda hablar del imperialismo del que
hablaba Lenin en 1917, porque ya no se trata de un solo centro
imperial con fronteras nítidas; se trata de tramas, redes, retículas
que articulan poderes imperiales con poderes económicos y
corporativos, incluso es mucho más claro cuando se mezclan los
poderes fácticos vinculados con poderes económicos, militares,
sociales, comunicacionales, que de algún modo son los que terminan
gobernando al mundo con mucho más eco e incidencia que los propios
gobiernos.
Suponer
que los gobiernos son los únicos violadores o garantes de los DDHH
es encubrir las relaciones de poder y los nuevos centros de poderes
fácticos que no pasan por el Estado y esto se acentúa justamente en
las últimas décadas donde los procesos neoliberales terminan
desbaratando al Estado como comando de la sociedad, como comando de
la política y aparecen otros actores mucho más claros que siempre
han existido, que se hacían del Estado para gobernar pero que ahora
no necesitan la mediación del Estado. Hablo de las grandes
corporaciones, los poderes económicos, mediáticos, militares, entre
otros.
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Entonces
estos mecanismos de fiscalización, de monitoreo de DDHH en manos de
las multilaterales adolecen de estas dos categorías como grandes
limitaciones. Primero, este sistema -lejos de defender la voluntad
colectiva de todas las naciones del mundo- se ha convertido en un
espacio donde los poderosos actúan en contra de aquellos que no
obedecen a sus razones; y segundo, la concepción de los organismo de
DDHH no se corresponde con los conflictos y los problemas actuales en
esta materia, porque responden a una realidad social e histórica
diferente.
-¿Es
por ello que usan el EPU como campaña en contra el Gobierno de
Venezuela?
-En el
caso nuestro, la derecha venezolana -que es particularmente
delirante- creía que las presiones en Ginebra llevarían a una
condena unánime contra Venezuela y se declararía al país como un
Estado PARIA. Esas ideas mezclan el delirio con sentimientos
apátridas, como si alguien pudiera aislar al país del resto del
mundo y alegrarse por ello. Pero más allá de eso, si creo que se
hicieron intentos, no solamente con Venezuela, sino con otras
naciones del mundo de utilizar el EPU para estigmatizarlos y
criminalizarlos. En nuestro caso a la revolución y los avances
sustantivos que se han realizado.
Creo
que esos intentos fueron finalmente neutralizados, porque no se puede
tapar al sol con un dedo, no se pueden desconocer un conjunto de
avances. Incluso, Venezuela capitanea unos indicadores importantes en
materia de derechos sociales, culturales y económicos; sin embargo,
se utilizó el foro para intentar atacar a la Revolución
Bolivariana.
A
pesar de ello hubo importantes reconocimientos de los avances en
materia de derechos sociales, culturales y económicos que
normalmente son vistos con cierta desidia y de manera muy relegada
por las organizaciones mundiales de DDHH, para las cuales los
problemas son los derechos individuales (de carácter liberal: los
derechos civiles y políticos); los económicos, sociales y
culturales los reservan a un segundo plano.
-¿Por
qué ocurre esto?
-Los
derechos civiles y políticos expresan intereses burgueses. Por
ejemplo el derecho a la libre prensa, el derecho a la comunicación
es entendido como el derecho que tienen las empresas privadas de
comunicación y no como un derecho de todos los ciudadanos a la
comunicación. Los contenidos pasan a reproducir valores de las
elites que son las que finalmente operan a través de esos foros.
Venezuela
ha avanzado mucho en los derechos económicos, sociales y culturales
que tienen que ver con la inclusión de las grandes mayorías, la
igualación de las condiciones de vida y el reconocimiento de la
diversidad cultural, pero se señala fundamentalmente su déficit en
derechos civiles y políticos.
Esto
coincide con una campaña realizada en foros similares a estos
(también muy cuestionados), como ocurre en el caso de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos -CIDH- y la inhabilitación de
Leopoldo López que mantienen una misma línea: un intento de
ingerencia en asuntos internos, de jugar al aislamiento de Venezuela,
de jugar con los sectores confrontados en el país bajo el manto
prestigioso, no cuestionado “profundamente legítimo” de los
DDHH, que no son más que la ideología burguesa convertida en
interés.
-El
caso de la jueza María Afiuni presentado durante el EPU a Venezuela
va de lo particular a lo general, condenando al país como violador
de los DDHH
-Esa
es una evaluación arbitraria que muestra sus falencias y trata de
inventar expedientes contra el país, a través de un caso que
universaliza afirmaciones que no son pertinentes. Esta jueza está
procesada por un delito de corrupción, que en términos de DDHH es
un delito gravísimo, porque los delitos que tienen que ver con la
aplicación de la justicia no tienen una víctima individual, sino
que hacen víctimas a toda la sociedad.
En
efecto, si la justicia es una justicia de clases que favorece a un
banquero (a Eligio Cedeño) como en el caso de la jueza Afiuni,
entonces no hay justicia para los pobres. Por lo tanto, un elemento
fundamental para la construcción de la democracia y de los DDHH es
el derecho a la justicia y este caso la convierte en una fórmula
hueca, en una política vacía.
Además,
el caso de esta jueza está ajustado al debido proceso y está siendo
juzgada con todos los derechos y garantías que le proporciona el
sistema judicial venezolano. Incluso cuenta con muchas más garantías
que la gran mayoría de los presos, generalmente pobres, no tienen.
Porque esa es la otra cara de la moneda, es lamentable. Además, ella
está siendo juzgada por un caso que SI supone una grave violación a
los DDHH.
Por
otra parte, tenemos casos que son realmente preocupantes como los
sicariatos que muestran la debilidad del Estado, pero bajo la
concepción de que éste es el único violador de los DDHH, en muchos
casos estos sicarios son paramilitares contratados por empresarios
para matar a campesinos e indígenas que luchan por su legítimo
derecho a la tierra.
Según
la concepción de que el Estado es el único violador de los DDHH, el
mismo sería responsable de la situación, por no ser capaz de
proteger a los campesinos. Pero no hay que olvidar que quien viola
los DDHH de los campesinos asesinados o intimidados son algunos
ganaderos que utilizan grupos armados para ese propósito.
Ese
discurso liberal de los DDHH encubre a todos estos sujetos que
vulneran los derechos colectivos e individuales.
-Un
tema recurrente durante la presentación del EPU a Venezuela fue el
tema de la seguridad ¿Cómo evalúa usted el tema en Venezuela?
-El
llamado derecho a la inseguridad es una fórmula muy antigua, porque
qué quiere decir el derecho a la seguridad. Yo mismo tengo muchas
dudas al hablar de la seguridad, porque es casi cualquier cosa.
Seguridad puede tener que ver con los miles de pobres asesinados o
puede tener que ver con las preocupaciones de la clase media porque
vea a una persona mal vestida cerca de su casa y eso le inquieta, o
porque estén construyendo viviendas para damnificados en un sector
de clase alta y eso disminuye el precio del mercado inmobiliario.
Es
decir la seguridad es una categoría completamente laxa que aparece
relativamente hace poco en la misma medida en que disminuye la
seguridad social y desaparece el estado de bienestar en la década de
los 80, cuando se desmantelan las dinámicas de inclusión social
-profundamente jerárquicas e injustas- pero que por lo menos
garantizaban que las grandes mayorías tuvieran lo mínimo necesario.
Entonces,
el problema ya no es la distribución de bienes colectivos sino el
MIEDO como forma de consenso. Ya no se trata como todos tenemos
igualdad de condiciones, sino como todos nos empezamos a temer los
unos a los otros.
-¿La
inseguridad es una realidad o una percepción inducida por los
medios?
-La
inseguridad es un término que se le ha dado desde las políticas
públicas, desde la academia y desde las Organizaciones No
Gubernamentales -ONG- a un conjunto de fenómenos a un conjunto de
fenómenos que son profundamente heterogéneos, que hablan más bien
no de una realidad, sino de una forma de gestión de los conflictos.
La
inseguridad tiene que ver con miedo, pero no es solamente miedo, la
inseguridad es un saco donde se mete desde la violencia real, los
delitos reales. No es igual que me roben el celular a un delito
violento y eso no nos permite medir la inseguridad.
Eso
por un lado, pero también está la inseguridad en la que me da miedo
si se me acerca un indigente para pedirme dinero, porque tengo miedo
al otro. Entonces el miedo me genera eso que ahora llaman ahora
inseguridad subjetiva, que es esencialmente un debilitamiento, un
déficit de las relaciones democráticas donde se nota la
intolerancia frente al otro: el pobre, el distinto, el de tez oscura,
el muchacho, el estereotipo.
La
inseguridad en el fondo encubre y despolitiza las contradicciones de
clase, por eso esta categoría ha sido usada en discursos muy útil y
rentables para los programas reaccionarios de algunos gobiernos.
Por
ejemplo, en la primera elección de Richard Nixón frente al discurso
de los (social) demócratas que planteaba la guerra contra la
pobreza, Nixón decía que había que hacer la guerra contra el
delito, sustituyendo las políticas de inclusión y seguridad
socialdemócratas por políticas que se dirigen a explotan como
palanca de gobierno el MIEDO.
La
seguridad como concepto y categoría termina siendo muy útil para
los gobiernos de derecha. No es que los delitos violentos no existan,
pero al contrario la noción de seguridad los encubre.
-Entonces
¿Cuál es el problema en Venezuela?
-Los
delitos y los delitos violentos. Se trata de cómo disminuir la
violencia, entendida como aquella que sucede en los sectores más
pobres, lo más excluidos y lo que produce mayor exclusión. De nada
sirve que haya un Barrio Adentro en el sector, si cuando el joven
sale de ser atendido en el módulo, lo matan.
El
problema en Venezuela es la violencia como consecuencia de la
exclusión social, afecta esencialmente a los excluidos y acentúa la
misma exclusión, porque entonces mueren los muchachos que pueden
tener capacidad de producción para su familia, para el país y así
las familias deben huir y gastar muchísimo como resultado de la
violencia, por el desplazamiento.
Entonces
una tarea en la construcción de una sociedad más justa es disminuir
la violencia que no tiene que ver con el problema de la “seguridad”
en abstracto, incluso tiene que ver con garantizar la protección de
los sectores más desvalidos, más desprotegidos porque la mayor
parte de los episodios violentos ocurren contra los pobres.
-Y
entre los mismos pobres...
-Si,
porque yo creo que los pobres son tres veces víctimas de la
violencia. Son víctimas de la exclusión, de la propia violencia y
de las malas políticas para atacarla, es decir, en ocasiones víctima
de las balas de las policías, de los operativos indiscriminados que
todavía se siguen haciendo.
-¿A
cuáles operativos actuales se refiere?
-Al
Dispositivo Bicentenario de Seguridad -Dibise- que es una reedición
de las prácticas históricas de “empoliciamiento” duro contra
los sectores populares que lo que hace es enviar constantemente a los
pobres a las cárceles, en que no tiene ningún efecto en la
disminución del delito.
El
Dibise no se distingue en nada de programas como el Plan Unión
aplicado hace ya más de 30 años que puso en práctica la idea de
los planes y los operativos ideológicamente muy perversos, es la
extrapolación de prácticas militares en situaciones de paz, que
tiene a los pobres como enemigos y la policía actúa como un
ejército de ocupación que los controla, los domestica y los
doblega.
-Entonces
¿Qué debe hacer el Estado?
-Lo
que es esencial es dirigirse a disminuir la violencia y a construir
espacios de convivencia. Porque la noción del derecho a la seguridad
en ese sentido es muy original porque aparece en la constitución y
es una de las pocas constituciones del mundo donde ese derecho está
reseñado y es una de las razones por las cuales señalan a
Venezuela, pero ese es un concepto dudoso, como muchas otras
categorías propias que los DDHH encubren.
Más
bien habría que plantearse cuál es el derecho, si el derecho a la
seguridad o la seguridad del derecho. Es decir, en la misma medida
que las grandes mayorías tengan sus derechos garantizados, en esa
misma medida habrá seguridad, pero seguridad de los derechos y
supondrá también la disminución de la violencia y los delitos.
Creo
que la gente debe tener derecho a la justicia, por ejemplo si es
víctima de un delito que el hecho no quede impune. Creo que la gente
debe tener derecho a la protección del Estado, al debido proceso.
Sin
duda que tenemos un problema de violencia y creo que eso no es
posible esconderlo más allá de los intentos de manipulación
planteados por algunos países de naciones unidas para condenar a
Venezuela.
Creo
que desde el Gobierno Revolucionario no hemos sabido plantear el tema
con claridad y entender el tema de la violencia. Porque la violencia
siempre aparece donde hay contradicciones graves.
-Y
además de esto se aprovechan las clases elites de la sociedad
-Lo
que creo es que la violencia se convierte en una violencia de clase
contra la misma clase, intraclase y la clase dominante lo promueve
haciendo gestión de la violencia intraclase, porque despolitiza,
desorganiza y les permite legitimar la ampliación de aparatos
policiales y de mecanismos penitenciarios, criminalizando los
sectores populares.
Por
eso el discurso represivo y punitivista del Estado contrasta con en
el de un gobierno que plantea asumir los intereses de las clases
populares y se convierte en un discurso peligroso, porque siempre ha
sido enarbolado por la derecha.
No
quiere decir que el gobierno deba ser indulgente con la violencia,
por el contrario debe convertirlo en un elemento fundamental de su
agenda pública, en uno de los principales porque los que se mueren
son pobres. Pero pretender que esto se resuelve principalmente con
policías o metiendo más gente en las cárceles es además
desconocer lo que la evidencia histórica demuestra.
La
violencia nace de determinados antagonismos, de determinadas
contradicciones, de determinadas negaciones, pero como no es una
violencia entre clases se convierte en una violencia que perpetúa
esas condiciones.
La
violencia criminal es una respuesta injusta ante una situación
injusta que profundiza y acentúa las injusticias contra los pobres.
-¿Qué
debemos hacer?
-Debemos
politizar estas contradicciones que la violencia despolitiza y
encubre.
Por
ejemplo, quiénes son los actores de la violencia, son los pobres,
jóvenes de los sectores populares urbanos, con problemas de acceso
al empleo, no reconocidos, no incluidos ni simbólica, ni
materialmente, que encuentran en la violencia una forma de
reconocimiento, porque todos los discursos de estos muchachos tienen
que ver con ser alguien, tener cartel, firmar de no se qué, en
resumen: ser merecedores de respeto y a la vez una forma de inclusión
material porque la violencia también es una medio para acceder a
bienes que les son negados.
-La
industria cultural exacerba la creación de estereotipos. Por
ejemplo, en las novelas los personajes hacen cualquier cosa para
ascender socialmente, obtener dinero y ser “alguien”...
-No se
si eso es una causa o la utilización de esas condiciones terminen
siendo un mercado cultural importante. Yo creo que uno se pudiera
plantear sustituir la violencia por formas transgresoras no
violentas, que constituyen la transgresión cultural o movilizaciones
populares o la protesta como respuesta a la violencia.
Si la
violencia es resultado de antagonismos y negaciones, la respuesta a
la violencia no debe ser la represión, no debe ser la negación de
esa negación, sino la politización de esa negación. Se trata de
politizar: donde hay violencia que haya política.
Creo
que el presidente Chávez ha hablado de esto con mucho acierto cuando
plantea convertir a los malandros en meandros (2) es decir politizar
a los muchachos en el barrio.
Porque
hay una cosa muy curiosa en el proceso revolucionario que no ha sido
capaz de interpelar, conmover, convocar a los jóvenes, a los
sectores populares y urbanos. Una revolución es biológicamente un
asunto de jóvenes y eso tiene que ver con que la industria cultural
ha hecho una gestión muy eficaz de la conflictividad juvenil.
Si
estás bravo, molesto con el sistema con el orden establecido es
suficiente que te coloques un piercing, que empieces a cantar de
cierta forma o a vestirte de cierta manera y que por cierto “hay
una tienda que lo vende” y por cierto a unos precios muy elevados.
Frente
a la banalización que propone la industria cultural o la negación
que supone la violencia criminal o la violencia del Estado hay que
politizar el conflicto de los jóvenes.
Nota
de los autores: Estamos convencidos de que la crítica y la
autocrítica son necesarias para el avance de la revolución. Con ese
espíritu está hecho este trabajo periodístico. NO
AUTORIZAMOS A NINGÚN MEDIO DE COMUNICACIÓN BURGUÉS, CAPITALISTA,
DE DERECHA, A REPRODUCIR ESTA INFORMACIÓN, NI TOTAL NI PARCIALMENTE.
(*)
Periodistas
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Para
ampliar informaciones:
(1)
Andrés Antillano es profesor de la Universidad Central de Venezuela
(UCV), licenciado en psicología y especialista en criminología.
(2) Meandro, según el diccionario de la Real Academia española: 1.
m. Cada una de las curvas que describe el curso de un río.
Me dijeron que en este blog es facil sacarle la piedra a una "periodista" medio amargada... es cierto??
ResponderEliminarTe las das de valiente anónima, ojalá tengas la misma valentía para aguantar las consecuencias... tu verás...
ResponderEliminarLA adormeciste Ernesto
ResponderEliminarHa de ser que eres el encantador de serpientes, es verdad!
Uyyy, y este papacito de donde salió??? Si eres asi, todo Greñuo al estilo Lorenzo Lamas puedes dormirme las veces que quieras muchachon... Perdoname negro primero pero este galán está como quiere!!
ResponderEliminarSeñora "periodista", ya pasaste a segundo plano... Lo siento!!