martes, 1 de noviembre de 2016

Gastronauta 96: GOLPE DE ESTADO


En Venezuela el Tribunal Supremo de Justicia declaró en desacato a la Asamblea Nacional, la misma que ahora pretende abrir un juicio político y penal contra el presidente Nicolás Maduro.
La Asamblea alude a un golpe de Estado que se autoinfligiría el propio gobierno después de que el CNE declarara que el referendo revocatorio se efectuaría en 2017 de cumplir con los requisitos, y por un supuesto abandono del poder de Maduro que se encontraría de gira para establecer acuerdos con los precios del petróleo.
El gobierno se basa en un atentado contra la constitución para decir que desde el poder legislativo se pretende un golpe de Estado en su contra, porque la figura a la que recurren no existe y el objetivo es salir de Maduro al precio que sea.
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Decirlo así: Uno y otro acusan golpe de Estado, cuando los golpes los recibe el pueblo.
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Podríamos empezar por preguntarnos ¿qué pasaría si no consumiéramos informaciones relacionadas con la política en Venezuela? Es decir, si como persona responsable de sus actos (no como ni-ni), no encendiéramos el televisor, o la radio, y prefiriéramos este o aquel telediario ¿qué pasaría? ¿de quién sentiríamos los golpes?
Hay uno evidente: el económico, ése que está en manos de un sector que detenta el poder de hacer con los precios de los alimentos y sucedáneos lo que les parezca. Y está también el que se supone con el "monopolio de la fuerza" que deja que los empresarios bochincheen a su conveniencia, desdibujando las fronteras entre gobierno y empresarios (una misma clase).
El golpe a la libertad de vivir sin miedo, porque la violencia que se origina de la diferencia (creciente) entre quienes tienen dinero y los que no, es una violencia que se convierte en un monstruo que se traga a sí mismo, y que nos hace enrejarnos antes de que crezca la oscuridad.
Hay otro golpe menos manifiesto: el moral. Cómo puedo defender a uno o a otro, si el uno y el otro persiguen el mismo hueso, si pareciera que entre uno y otro hay cierta complicidad en el teatro donde se ponen y se revelan. En qué se ha convertido el hombre y la mujer sino en una máquina para mantenerse en el poder. Y yo por qué tengo que defenderlos, si para que sean poder tienen que pisarnos.
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El golpe no es de Estado sino del Estado de las cosas contra todas las personas a las que se nos mueren las promesas, ese Estado que se (des)compone de individuos a los que la esclavitud diaria no nos permite ser y hacer nuestro propio gobierno y en consecuencia ponemos en manos ajenas la responsabilidad de vivir: alimentarnos, sanarnos, reproducirnos, trascender, la casa, el aire, las aguas, el futuro que no existe.
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NO defiendo los parapetos mediáticos que se inventa la oposición venezolana porque son las partes de un animal acéfalo que en sus manotazos detenta los dólares, la intervención internacional para poder robar con más holgura una vez sean los titiriteros de las riquezas de nuestra tierra.
Y aunque no defienda tampoco a la totalidad de este gobierno (que se sienta a negociar lo mismo con Nestlé, Gold Reserve, Shell, Chevron, etc.), defiendo sí al pueblo que defiende al gobierno, ese que se metió a la Asamblea, porque aunque les hieda esos espacios son del pueblo, y ése pueblo defiende las causas nobles de los pueblos, defiende la idea, cree y crea en la idea. Yo los defiendo de quienes los maldicen por ser chavistas, porque miro a la viejita de la bata y veo a mi abuela, o a la muchacha con el perrito y puedo constatarme allí, meándole la silla al presidente de la nada.

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