martes, 22 de noviembre de 2016

Gastronauta 99: Los Miserables


A Jean Valjean lo hicieron miserable por robar unas hogazas de pan.
Del hambre a la revolución, la vida del hombre trazó una raya que atravesó la historia novelada de su pueblo. Víctor Hugo escribió sobre la defensa del oprimido, el hombre y su dolor, y el dolor como un dique roto al que lo atraviesa la naturaleza.
Quien no haya padecido el hambre no conoce el dolor.

La noticia del arresto a un menor de 16 años de edad en Lagunillas, en plena Costa Oriental del Lago de Maracaibo, por el robo de 5 auyamas (más bien auyamitas) es cuando menos una postal de Los Miserables: un muchacho camino a ser hombre con un abrigo azul roto, abrigo que no cubre su delgadez, custodiado por dos efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana Destacamento 113 (@GNB_ZuliaD113). Delante del “delincuente” una mesa de mantel rojo. Encima, la prueba del delito: cinco pequeñas calabazas que supuestamente robaría de un vivero ubicado en la Carretera N, una transversal de la Intercomunal que conecta a Lagunillas con Ciudad Ojeda, ciudad cabecera del municipio, y que serpentea desde la cabecera del Puente sobre el Lago hasta Mene Grande, límite con Trujillo.

Más abajo en el mapa en Caja Seca Municipio Sucre, dos días después, el 20 de noviembre, otro hombre de 19 años de edad sería apresado por robar un racimo de plátanos de una granja. Esta vez sería el Cuerpo de Policía Bolivariana del Estado Zulia el que reportaría la hazaña a través de su cuenta en Twitter (@CPBEZ), hazaña que, luego del zafarrancho, borraría de las redes igual que la foto del “ladrón de auyamas”. El nombre del “hambre” es Leonardo José Cubillán Chourio. Tiene el mismo nombre y el mismo color de piel del José Leonardo Chirinos.

¿Quién escribirá sobre Eduardo Yohandry Ollarve, el “ladrón de auyamas”, o de Leonardo José, el “ladrón de plátanos”? ¿No tienen suficientes nombres para escribir sobre su hambre? ¿Cuándo se desbordará el Lago y terminará por hundirse la miseria? ¿Cuándo el mismo pueblo disfrazado de autoridad dejará de perseguirse la cola?

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Lagunillas es el reducto de los campamentos petroleros construidos para albergar a los obreros de la Industria de un lado y a la nómina mayor del otro. Alrededor se acumuló la marginalidad, para constituirse en la mano de obra tercerizada que sirve a los que sirven a la empresa, la gente pobre más pobre. Dentro, Pdvsa se encargaba de pintarle hasta el bote de basura que cada casa (cada una de las cuales son propiedad de la petrolera) tenía en frente; pagaba (paga aún) los servicios de agua, luz y gas; había hecho una clínica exclusiva para sus trabajadores; escuelas para unos y otros disgregando las clases sociales que componían el campo; dispensaban los alimentos a través de un Comisariato (de su uso exclusivo). Hasta los clubes estaban segregados, cerrando la puerta a los marginados.
La realidad cambia luego del sabotaje petrolero en 2001-2002 y el Estado decide no subsidiar más el gueto en su totalidad. El comisariato se constituye en un Pdval, la clínica atiende ahora a los marginados, y deja de mantener urbanísticamente el área, principalmente porque la población debe abandonar los campamentos a urbanizaciones creadas por el mismo Estado, debido a un fenómeno conocido como la “subsidencia” que consiste en el hundimiento progresivo del terreno, a medida que se extrae el petróleo. Algunas zonas de Lagunillas están por debajo de hasta 6 y 7 metros del nivel del Lago de Maracaibo. Los separa de las aguas marabinas un dique, de las lluvias ni Dios.
Antes de que otro fenómeno llegase a Lagunillas, en el municipio siempre gana el Partido Social Cristiano Copei. De sus cabezas, la frase de un alcalde que decía sin vergüenza que él “no hacía cloacas, porque eso no se ve”. Un cura que era dueño de una fábrica de velas, y que de día oficiaba la misa y de noche cazaba niñas y niños.
Digamos que en ese Macondo nació Eduardo Yohandry Ollarve, el ladrón de auyamas que exhibe la Guardia Nacional Bolivariana.
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Mientras los efectivos de la GNB o de la CPBEZ se toman las fotos que demostrarían que cumplen con “su trabajo”: el rescate de 5 auyamas y un racimo de plátanos, algunos de sus superiores permiten el contrabando de medicinas, alimentos y combustible hacia Colombia, no muy lejos de donde la “autoridad” garantiza la “propiedad privada”, allí donde el honor no se divisa.
Según el artículo 454 de Código Penal venezolano debieron castigar a los “infractores” con una multa que fuera de 5 a 25 unidades tributarias, y sólo apresarlos en caso de reincidencia con arresto de 3 a 15 días. Un aparte del artículo 451 contempla el hurto famélico -por estado de necesidad- de alimentos, sin el empleo de la violencia física.

Ollarve declararía que con las auyamas alimentaría a su familia.
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Hugo Chávez en 1.999 lo diría así. “Ayer saliendo de la Catedral, un hombre joven de unos 25 años llorando a la puerta de la catedral me dijo: ‘Chávez, ayúdame. Tengo dos hijos y se me están muriendo de hambre, y yo no quiero meterme a delincuente obligado… ¡Sálvame de este infierno!’ ¿Cuántos hombres como ese que lloró conmigo, a las puertas de la Catedral, no terminan en la cárcel de Yare o en El Dorado? Porque muchos de ellos tienen que salir a robar un pan para darle a su hijo y no se muera de hambre. ¿Cuántos no caen en eso? Yo creo que yo también caería, hermanos… Si yo fuera ese hombre joven que lloró conmigo ayer a las puertas de la Catedral de Caracas, y viese a mi hija a punto de morir de hambre, yo creo Dios mío que yo saldría a la medianoche a hacer algo para que mi hija no vaya a la tumba”.

Habrá quien se ocupe de descoser una supuesta campaña contra la institución castrense. Pero fui testigo de que borraron la información sobre el arresto a Leonardo Cubillán dada en la cuenta twitter de la Delegación 113 hoy martes 22 de noviembre en la mañana. Si fuera mentira, una manipulación de la foto, en principio por qué la publican, luego por qué la borran tras la polémica desatada.

Hay mucha miserabilidad: está el que padece la miseria, está el que se vale de su autoridad para hacer más miserable la miseria, convirtiendo todo lo que toca en mierda. Está el carroñero que se alimenta de los despojos de Los Miserables y sensacionaliza la miseria a cambio de rédito político, una especie de juez que se nutre de los mejores manjares mientras en el otro sucede la tragedia. Está usted que puede leerme y están los ladrones de auyama y plátano que nunca lo harán, para los que yo nunca he hecho nada. Y, nada he hecho ¿Qué podemos hacer, sino la revolución?

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