A Jean Valjean lo
hicieron miserable por robar unas hogazas de pan.
Del hambre a la
revolución, la vida del hombre trazó una raya que atravesó la
historia novelada de su pueblo. Víctor Hugo escribió sobre la
defensa del oprimido, el hombre y su dolor, y el dolor como un dique
roto al que lo atraviesa la naturaleza.
Quien no haya padecido
el hambre no conoce el dolor.
La noticia del arresto
a un menor de 16 años de edad en Lagunillas, en plena Costa Oriental
del Lago de Maracaibo, por el robo de 5 auyamas (más bien auyamitas)
es cuando menos una postal de Los Miserables: un muchacho camino a
ser hombre con un abrigo azul roto, abrigo que no cubre su delgadez,
custodiado por dos efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana
Destacamento 113 (@GNB_ZuliaD113). Delante del “delincuente” una
mesa de mantel rojo. Encima, la prueba del delito: cinco pequeñas
calabazas que supuestamente robaría de un vivero ubicado en la
Carretera N, una transversal de la Intercomunal que conecta a
Lagunillas con Ciudad Ojeda, ciudad cabecera del municipio, y que
serpentea desde la cabecera del Puente sobre el Lago hasta Mene
Grande, límite con Trujillo.
Más abajo en el mapa
en Caja Seca Municipio Sucre, dos días después, el 20 de noviembre,
otro hombre de 19 años de edad sería apresado por robar un racimo
de plátanos de una granja. Esta vez sería el Cuerpo de Policía
Bolivariana del Estado Zulia el que reportaría la hazaña a través
de su cuenta en Twitter (@CPBEZ), hazaña que, luego del zafarrancho,
borraría de las redes igual que la foto del “ladrón de auyamas”.
El nombre del “hambre” es Leonardo José Cubillán Chourio. Tiene
el mismo nombre y el mismo color de piel del José Leonardo Chirinos.
¿Quién escribirá
sobre Eduardo Yohandry Ollarve, el “ladrón de auyamas”, o de
Leonardo José, el “ladrón de plátanos”? ¿No tienen
suficientes nombres para escribir sobre su hambre? ¿Cuándo se
desbordará el Lago y terminará por hundirse la miseria? ¿Cuándo
el mismo pueblo disfrazado de autoridad dejará de perseguirse la
cola?
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Lagunillas es el
reducto de los campamentos petroleros construidos para albergar a los
obreros de la Industria de un lado y a la nómina mayor del otro.
Alrededor se acumuló la marginalidad, para constituirse en la mano
de obra tercerizada que sirve a los que sirven a la empresa, la gente
pobre más pobre. Dentro, Pdvsa se encargaba de pintarle hasta el
bote de basura que cada casa (cada una de las cuales son propiedad de
la petrolera) tenía en frente; pagaba (paga aún) los servicios de
agua, luz y gas; había hecho una clínica exclusiva para sus
trabajadores; escuelas para unos y otros disgregando las clases
sociales que componían el campo; dispensaban los alimentos a través
de un Comisariato (de su uso exclusivo). Hasta los clubes estaban
segregados, cerrando la puerta a los marginados.
La realidad cambia
luego del sabotaje petrolero en 2001-2002 y el Estado decide no
subsidiar más el gueto en su totalidad. El comisariato se constituye
en un Pdval, la clínica atiende ahora a los marginados, y deja de
mantener urbanísticamente el área, principalmente porque la
población debe abandonar los campamentos a urbanizaciones creadas
por el mismo Estado, debido a un fenómeno conocido como la
“subsidencia” que consiste en el hundimiento progresivo del
terreno, a medida que se extrae el petróleo. Algunas zonas de
Lagunillas están por debajo de hasta 6 y 7 metros del nivel del Lago
de Maracaibo. Los separa de las aguas marabinas un dique, de las
lluvias ni Dios.
Antes de que otro
fenómeno llegase a Lagunillas, en el municipio siempre gana el
Partido Social Cristiano Copei. De sus cabezas, la frase de un
alcalde que decía sin vergüenza que él “no hacía cloacas,
porque eso no se ve”. Un cura que era dueño de una fábrica de
velas, y que de día oficiaba la misa y de noche cazaba niñas y
niños.
Digamos que en ese
Macondo nació Eduardo Yohandry Ollarve, el ladrón de auyamas que
exhibe la Guardia Nacional Bolivariana.
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Mientras los efectivos
de la GNB o de la CPBEZ se toman las fotos que demostrarían que
cumplen con “su trabajo”: el rescate de 5 auyamas y un racimo de
plátanos, algunos de sus superiores permiten el contrabando de
medicinas, alimentos y combustible hacia Colombia, no muy lejos de
donde la “autoridad” garantiza la “propiedad privada”, allí
donde el honor no se divisa.
Según el artículo 454
de Código Penal venezolano debieron castigar a los “infractores”
con una multa que fuera de 5 a 25 unidades tributarias, y sólo
apresarlos en caso de reincidencia con arresto de 3 a 15 días. Un
aparte del artículo 451 contempla el hurto famélico -por estado de
necesidad- de alimentos, sin el empleo de la violencia física.
Ollarve declararía que
con las auyamas alimentaría a su familia.
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Hugo Chávez en 1.999
lo diría así. “Ayer saliendo de la Catedral, un hombre joven de
unos 25 años llorando a la puerta de la catedral me dijo: ‘Chávez,
ayúdame. Tengo dos hijos y se me están muriendo de hambre, y yo no
quiero meterme a delincuente obligado… ¡Sálvame de este
infierno!’ ¿Cuántos hombres como ese que lloró conmigo, a las
puertas de la Catedral, no terminan en la cárcel de Yare o en El
Dorado? Porque muchos de ellos tienen que salir a robar un pan para
darle a su hijo y no se muera de hambre. ¿Cuántos no caen en eso?
Yo creo que yo también caería, hermanos… Si yo fuera ese hombre
joven que lloró conmigo ayer a las puertas de la Catedral de
Caracas, y viese a mi hija a punto de morir de hambre, yo creo Dios
mío que yo saldría a la medianoche a hacer algo para que mi hija no
vaya a la tumba”.
Habrá quien se ocupe
de descoser una supuesta campaña contra la institución castrense.
Pero fui testigo de que borraron la información sobre el arresto a
Leonardo Cubillán dada en la cuenta twitter de la Delegación 113
hoy martes 22 de noviembre en la mañana. Si fuera mentira, una
manipulación de la foto, en principio por qué la publican, luego
por qué la borran tras la polémica desatada.
Hay mucha
miserabilidad: está el que padece la miseria, está el que se vale
de su autoridad para hacer más miserable la miseria, convirtiendo
todo lo que toca en mierda. Está el carroñero que se alimenta de
los despojos de Los Miserables y sensacionaliza la miseria a cambio
de rédito político, una especie de juez que se nutre de los mejores
manjares mientras en el otro sucede la tragedia. Está usted que
puede leerme y están los ladrones de auyama y plátano que nunca lo
harán, para los que yo nunca he hecho nada. Y, nada he hecho ¿Qué
podemos hacer, sino la revolución?
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