Los
burócratas
Por
Roque Dalton (El Salvador)
Los burócratas nadan en un mar de aburrimiento
tempestuoso.
Desde el horror de sus bostezos son los primeros
asesinos de la ternura
terminan por enfermarse del hígado y mueren
aferrados a los teléfonos
con los ojos amarillos fijos en el reloj.
Los burócratas tienen linda letra y se compran
corbatas
sufren síncopes al comprobar que sus hijas se
masturban
deben al sastre acaparan los bares
leen el Reader Digest y los poemas de amor de Neruda
asisten a la ópera italiana se persignan
firman los pliegos nítidos del anticomunismo
los hunde el adulterio se suicidan sin arrogancia
tienen fe en el deporte se avergüenzan
se avergüenzan a mares
de que su padre sea un carpintero.
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Chavista
Por Indira
Carpio Olivo (Venezuela)
El origen de Chávez como el de los cualquiera, comienza
con un cielo de barro, el olor del café que despierta antes que el gallo, la
pobreza aquella de vestir algunos trapos y la riqueza de desnudar el alma
apenas aprendió las cosas del decir. Y así llegó, y el pujo no fue sino una
palabra, cortita y acuosa.
De la pelvis de Doña Elena amaneció la historia.
Y entonces yo fui chavista y no había nacido.
Él vendía arañas, cuando mi abuelo era militar. Nosotros
suspiros, cuando él se hacía Teniente Coronel.
Mi abuela fue sabia, aunque su dolor no lo era tanto, y
fue chavista. Como Mamá Rosa, que lo era, incluso antes de que naciera Hugo.
Aquél señor que organiza las varas para que de su gente
se eleve el hogar: es chavista.
Aquella que multiplica la cachama, la niña que tiene más
semillas sembradas que días de vida.
El que le limpia los vidrios a los que la visión es del
tamaño de su parabrisas, la que madruga para que la redondez de la arepa
bautice el día de su muchachada, el que no sabe leer la eñe, pero la cuenta y
la dibuja como si la hubiese inventado. Ellos, ellas, así no lo sepan, son
chavistas.
Tercos, de sonrisa obstinada, los que crecieron sin nada
y sin nada se van, de vuelta a la tierra. Los que la vida les quedó corta,
aunque el dolor les parezca largo.
No los hizo chavista la carne que después de viejo
pudieron comprar, ni el papel con el que se limpian el culo después de digerir
la carne. Como el nombre, ser chavista les vino con la suerte de nacer común. A
ellos la tierra les creció entre las uñas y no al revés: porque hay a los que
les crece las garras para hacerse de la tierra.
Porque ser chavista no te hace mejor que nadie, entonces
hay que serlo.
Es el que lanza la piedra, es la piedra, también el mar,
y la danza que desdibuja la calma, la roca a la que se la traga la sal y a la
que vomita el agua en montaña.
Chávez también fue chavista.
Sé de varios que lo siembran letra por letra y lo riegan
con el mismo sudor.
Otros se lanzan a mar abierto, a ser carnada para la
pesca.
No nos guardamos la espalda, ponemos la carne para cargar
los huesos y hacer la leña y atizar el fuego.
Alrededor, bailarán nuestros hijos y los suyos.
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Quizás lejos del agua pueda ser otra cosa
no un barco.
Samuel González-Seijas
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cara e’ libro:
“La poesía es el único reino sin jerarquías”.
César
Seco
(Venezuela)
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