Discurso:
El cataclismo de Damocles (Extracto)
Por Gabriel García Márquez
Conferencia de Ixtapa. México, 1986.
Un gran novelista de nuestro tiempo se preguntó alguna vez si la
Tierra no será el infierno de otros planetas. Tal vez sea mucho
menos: una aldea sin memoria, dejada de la mano de sus dioses en el
último suburbio de la gran patria universal. Pero la sospecha
creciente de que es el único sitio del Sistema Solar donde se ha
dado la prodigiosa aventura de la vida, nos arrastra sin piedad a una
conclusión descorazonadora: la carrera de las armas va en sentido
contrario de la inteligencia.
Y no sólo de la inteligencia humana,
sino de la inteligencia misma de la naturaleza, cuya finalidad escapa
inclusive a la clarividencia de la poesía. Desde la aparición de la
vida visible en la Tierra debieron transcurrir 380 millones de años
para que una mariposa aprendiera a volar, otros 180 millones de años
para fabricar una rosa sin otro compromiso que el de ser hermosa, y
cuatro eras geológicas para que los seres humanos a diferencia del
bisabuelo pitecántropo, fueran capaces de cantar mejor que los
pájaros y de morirse de amor. No es nada honroso para el talento
humano, en la edad de oro de la ciencia, haber concebido el modo de
que un proceso milenario tan dispendioso y colosal, pueda regresar a
la nada de donde vino por el arte simple de oprimir un botón.
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Perfil:
Más de sesenta años después, muere sola en su apartamento de Capuchinos, y su tumba ni nombre tuvo.
Una concha es una cubierta que protege lo de adentro; el caparazón de una tortuga, vieja, sabia, paciente; la piel del árbol, la cáscara de la fruta, la vagina del mundo.
Una concha está hecha de estrías y
derrumbes, su dureza es moldeable. Si se le voltea, sirve para
recorrer los mares del mundo. En su posición natural, es techo y
parasol.
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Poema:
Y todo fue destruido
Anónimo (Poesía precolombina)
Todo esto pasó con nosotros. Nosotros
lo vimos, nosotros lo admiramos.
Con suerte lamentosa nos vimos
angustiados.
En los caminos yacen dardos rotos,
los cabellos están esparcidos.
Destechadas están las casas,
enrojecidos tienen sus muros.
Gusanos pululan por las calles y
plazas,
y en las paredes están salpicados los
sesos.
Rojas están las aguas, están como
teñidas,
y cuando las bebimos, es como si
hubiéramos bebido agua de salitre.
Golpeábamos, en tanto, los muros de
adobe,
y era nuestra herencia una red de
agujeros.
En los escudos fue su resguardo:
¡pero ni con escudos puede ser
sostenida su soledad!
Hemos comido palos de eritrina
hemos masticado grama salitrosa,
piedras de adobe, ratones, tierra en
polvo, gusanos.
Todo esto pasó con nosotros.
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Trino:
@LetraFranca:
“En sus ojos prolongados de agua
se entreabren los labios esperando la
pesca:
sus brazos suspendidos han vuelto a la
condición primera:
Ofelia, es un loto inadvertido”.
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