martes, 4 de agosto de 2015

Gastronauta 46: Teta

Sera McCorkle por Kate Murray

Para algunos la palabra teta es un laberinto:
“Es más bonito si dices seno, decir teta es tan grosero”, me enseñaron.
Pasa con la teta lo que con la cuca, tiene más nombre que Simón José de la Santísima Trinidad.

Decir teta ofende. Pero tener teta es hacer malabares con agujas:
A él lo acostaron y sobre cada una de sus pezones equilibraron el canto de una moneda. Lo puñetearon. Les daba pánico que les crecieran como a una mujer. Y entonces fue preferible mancarlas.

En el horizonte tembloroso de un río de leche se miran los miedos:
Una vez me preguntaron que si darle teta a mis niñas no les fomentaba el lesbianismo, condenando la elección de ama(manta)r en libertad.

Dar teta puede convertirse en una invitación al acoso:
“De ahí comemos varios”, dice uno. El otro le responde “y quedamos satisfechos”. Se le enciman. Ella se la guarda. El niño llora. Nadie dice nada.


En la soledad de una luna, una madre se debate si la teta es sol que amanece:
Las grietas, la cándida, la mastitis y un ejército de teteros resplandecen en la sombra. Está la que la mira mal si no da. Y la que la mira peor si ella insiste.

Hay quien se queja del guindajo en que se convierten sus tetas, hamacas de leche:
Y está Sera McCorkle, a quien -a mitad de su embarazo- le detectaron cáncer de mama, y en consecuencia perdió una de sus tetas después de someterse a quimioterapia. Tras la mastectomía, Sera se ha dejado fotografiar cuando por primera vez amamantó a su hijo. En sus lágrimas la crudeza de ser madre, la belleza salvaje, en su leche la esperanza.

Mamá de teta fue Hipólita de Simón y qué libertad hubiera tenido y procurado si por su cuerpo no fluyera la sangre blanca de una esclava, hambrienta de independencia, cuál:
Ser madre es ser todas las madres del mundo.

El sistema verifica la cantidad de leche que está dispuesto a aguantar:
Algunos patronos en Venezuela todavía le exigen “comprobante” a la madre de que “realmente” está amamantando, y es un borroso cristal el tiempo en el que según la ley deben otorgar permisos diarios para que madre e hijo puedan nutrirse.

Amar es una decisión:
Tita amamantó de sus pechos vírgenes
Un padre ante un hijo hambriento, en medio de la guerra, pudo.
La señora Ignacia vive frente a la casa de mi abuela. Su hija, con quince años parió hace cuatro. Nunca quiso pegarse del pecho a su nena. Tenía mucha fiesta a la que asistir y ésta no fue una. Entonces, Nacha sí lo hizo y hasta el sol de hoy la nieta duerme en las tetas de su abuelita.

La mujer es el eslabón que hace que la humanidad siga girando sobre su propio eje
La teta es redonda como la tierra, puede ser chata en los polos, o no, y tiene más líquido que continente. Es un círculo de vida, y es el único alimento que produce el ser humano. De la teta se puede decir cuántos micronutrientes no ha podido reproducir la ciencia, también cómo se constituye en una decisión política, ecológica y anticapitalista (basada en la lucha contra las grandes transnacionales de las fórmulas lácteas), o cómo garantiza un mejor mañana a los que han sido amamantado: una sociedad menos violenta, que todavía basa su continuum en el triple trabajo de la mujer.
Una semana es insuficiente para celebrar el esfuerzo que con amor una madre dedica a su(s) crío(s) por lo menos durante dos años. Una semana se ha convertido en la bandera para que el sistema se reacomode dos horas diarias, cuando una no tiene horario para que los pezones lagrimeen. Siete días para que ejércitos de madres luchen por alimentar (el cuerpo y el alma) de sus semillas durante setecientos treinta.
De teta o no, los amamantados han terminado por engrosar la hueste de siervos ¿de qué cadenas mama la historia?

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