Sera McCorkle por Kate Murray |
Para algunos la palabra teta es un
laberinto:
“Es más bonito si dices seno, decir
teta es tan grosero”, me enseñaron.
Pasa con la teta lo que con la cuca,
tiene más nombre que Simón José de la Santísima Trinidad.
Decir teta ofende. Pero tener teta es
hacer malabares con agujas:
A él lo acostaron y sobre cada una de
sus pezones equilibraron el canto de una moneda. Lo puñetearon. Les
daba pánico que les crecieran como a una mujer. Y entonces fue
preferible mancarlas.
En el horizonte tembloroso de un río
de leche se miran los miedos:
Una vez me preguntaron que si darle
teta a mis niñas no les fomentaba el lesbianismo, condenando la
elección de ama(manta)r en libertad.
Dar teta puede convertirse en una
invitación al acoso:
“De ahí comemos varios”, dice uno.
El otro le responde “y quedamos satisfechos”. Se le enciman. Ella
se la guarda. El niño llora. Nadie dice nada.
En la soledad de una luna, una madre se
debate si la teta es sol que amanece:
Las grietas, la cándida, la mastitis y
un ejército de teteros resplandecen en la sombra. Está la que la
mira mal si no da. Y la que la mira peor si ella insiste.
Hay quien se queja del guindajo en que
se convierten sus tetas, hamacas de leche:
Y está Sera McCorkle, a quien -a mitad
de su embarazo- le detectaron cáncer de mama, y en consecuencia
perdió una de sus tetas después de someterse a quimioterapia. Tras
la mastectomía, Sera se ha dejado fotografiar cuando por primera vez
amamantó a su hijo. En sus lágrimas la crudeza de ser madre, la
belleza salvaje, en su leche la esperanza.
Mamá de teta fue Hipólita de Simón y
qué libertad hubiera tenido y procurado si por su cuerpo no fluyera
la sangre blanca de una esclava, hambrienta de independencia, cuál:
Ser madre es ser todas las madres del
mundo.
El sistema verifica la cantidad de
leche que está dispuesto a aguantar:
Algunos patronos en Venezuela todavía
le exigen “comprobante” a la madre de que “realmente” está
amamantando, y es un borroso cristal el tiempo en el que según la
ley deben otorgar permisos diarios para que madre e hijo puedan
nutrirse.
Amar es una decisión:
Tita amamantó de sus pechos vírgenes
Un padre ante un hijo hambriento, en
medio de la guerra, pudo.
La señora Ignacia vive frente a la
casa de mi abuela. Su hija, con quince años parió hace cuatro.
Nunca quiso pegarse del pecho a su nena. Tenía mucha fiesta a la que
asistir y ésta no fue una. Entonces, Nacha sí lo hizo y hasta el
sol de hoy la nieta duerme en las tetas de su abuelita.
La mujer es el
eslabón que hace que la humanidad siga girando sobre su propio eje
La teta es redonda como la tierra,
puede ser chata en los polos, o no, y tiene más líquido que
continente. Es un círculo de vida, y es el único alimento que
produce el ser humano. De la teta se puede decir cuántos
micronutrientes no ha podido reproducir la ciencia, también cómo se
constituye en una decisión política, ecológica y anticapitalista
(basada en la lucha contra las grandes transnacionales de las
fórmulas lácteas), o cómo garantiza un mejor mañana a los que han
sido amamantado: una sociedad menos violenta, que todavía basa su
continuum en el triple trabajo de la mujer.
Una semana es insuficiente para
celebrar el esfuerzo que con amor una madre dedica a su(s) crío(s)
por lo menos durante dos años. Una semana se ha convertido en la
bandera para que el sistema se reacomode dos horas diarias, cuando
una no tiene horario para que los pezones lagrimeen. Siete días para
que ejércitos de madres luchen por alimentar (el cuerpo y el alma)
de sus semillas durante setecientos treinta.
De teta o no, los amamantados han
terminado por engrosar la hueste de siervos ¿de qué cadenas mama la
historia?
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