I. A la
Pola una le pregunta qué es lo que más le gusta de mami, y ella
señala y responde "lo ojo". Así, sin eses, singular como
es ella.
Mis ojos,
militantes de su maravilla.
Anoche, por
primera vez durmió en su camita, al lado de la nuestra, fuera del
cobijo de año y medio bajo mi pecho. Lo hizo durante toda la luna.
La que no
parpadeó fui yo. Pasada las dos de la madrugada, decidí meditar
después de contemplarla frondosa.
Hacía mucho no
me encontraba. Casi lo olvidaba.
Empecé por
enderezarme, y contar de 100 a 0, a abanicarme con los pensamientos.
Luego, llegaron a mí postales de sus -hasta ahora- "primeras
veces".
La primera vez
que la deseamos, la buscamos, que lloramos cuando no llegó, cuando
llegó. Cuando se movió dentro de mí, cuando la parí, cuando la
alimenté con mis tetas, su primera palabra "mamá", cuando
caminó, comió, me besó.
Mis ojos, que
son los suyos mi testamento, dejaron correr el río.
Me angustié por
el futuro y sus crueles también primerasveces, desempuñé
los párpados y oré (ya obré) para que mis semillas no se cundan de
la maleza que ahora hace crecer el aguacero ajeno.
Mi otra ramita
me acompaña cuando amanezco sin ventanas. Late vientreabajo,
recordándome que el dolor también se baila.
Yo, con Marta le
explico que no siempre río, que hay veces que salo como el mar:
“Si tú la quieres,
yo te la presto, es una pena sin pena
Si no la miras, quizás se vuelva una pena ajena
Y con los años,
se irá apagando esta pena sin verlaSi el tiempo vuela, quizás se muera
como las penas, de vieja
es de esas penas que se quedan sin nombrar,
de las que vienen y vanEs una pena cualquiera
Es una de esas penas que se quedan sin canción
Que NO tienen corazón, es una pena sin dueña”.
Seis agujas
señalan el amanecer. Después del cristal, canta el gorrión del
quinto.
Mi heroína
grande despierta sobre mis labios. Les llama "toachón",
corazón.
Él atestigua:
"Es que tienes el corazón en la boca".
II. Se llama Milagro. Su compañero abona terrenos extraños, justo durante su cuarentena, los primeros meses a solas con su cachorro.
La
siento. La miro y me cuestiono si debo desamarrar las vendas.
Cuenta
el cuento que estamoscomoestamos por culpa de nosotras mismas.
Que supo un órgano en punta ponernos en guardia.
Esta
mediaverdad es una lastre en la larga oscuridad de la vagina.
Alguna
de las mujeres, con la que este tronco deshoja, vivió lo mismo que
Mila ¿Cuántas veces la misma realidad, el mismo dolor, cuántas
veces la muerte?
Eso
de que todo cae por obra y gracia de la gravedad suele ser como
aquello de que el “tiempo de Dios es perfecto”, una resignación,
la otra mejilla ¿Puedo yo tomar la justicia en mis manos? Pero
¿Puedo no hacerlo?
No
se espiga lo que no se siembra.
Lamento
el destino de su germen.
Hacer
daño puede convertirse en un vicio y, como pasa con los drogadictos,
si no se acepta (y se transforma) esta “condición”, la serpiente
choca la cabeza con su cola, en el infinito giro de la rueda.
III.
Él la acompañó en la hechura y la gestación. Juró plumas enormes
con las que sortear las nubes, masajeó todas las noches su barriga,
acercó su voz a donde se ramificaban las estrías. A ella le costaba
creer que la vida fuera tan dulce, pero al crear, una cree, y
viceversa.
Quién
puede incriminar la utopía.
Reza
un mantra:
“Dijeron que Ícaro fue un tonto por tratar de volar tan cerca del sol. Yo digo que solo por él nosotros sabemos cuán cerca podemos llegar. Amo la caída de aquellos con suficiente valentía para fallar por las razones correctas".
Pero el de las alas también se
construyó su propio laberinto, porque la vida son más que hormonas
y deseos de vuelo.
El
día de la coronación, él desapareció.
Beatriz
no ha vuelto a saberlo.
Santiago
sacó su cara y sus promesas.
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Algunas
amigas me han escrito para que les recomiende ramas que les puedan
acariciar el alma rota, para desaguar la inundación adentro.
Cuando
un dolor echa raíz, ni el dulce perfume de la lavanda, tampoco la
valeriana, ni el agüita de lechuga, pueden desenterrarlo. El único
remedio bulle lentamente en una tetera que se llena gota a gota: El
tiempo ¿De qué callada manera forma el árbol su corteza? ¿Cuántas
veces miraría el mismo nimbo ir y venir haciendo alarde de sus
formas?
Hace
algunos años no conseguía la alegría, entonces fui hasta la abuela
montaña y conecté con la Ayahuasca, sólo después de intentar
aprender a respirar (yoga), de reír (siendo payasa de hospital), de
amarme. Cuando la conocí, hallé una llave. Abrí puertas
maravillosas.
Sin
embargo, algunos pesares se renuevan.
No
puede una hoja obrar milagro si no se aprende que no hay puertas que
empujar, que no se puede encerrar el dolor, porque chorrea, escurre,
se cuela, y mancha.
El
descenso del vientre a la realidad es el comienzo.
De
todas formas es corto el precipicio.
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