domingo, 29 de mayo de 2016

PON 30

Poema:

MANUAL
Por Mundia Magdaleno (Venezuela)

Tengo cuarenta años
la edad justa para darme cuenta de que
no es importante Dios
la física lo es más
porque la gravedad
nos termina por sembrar,
que los hijos se van
mientras se contiene el bostezo
que perdiste la vida y se van,
que los mangos maduros atraen las moscas
y los verdes, manchan,
que no me doy cuenta todavía
por dónde se pone el sol
ni si mi piel crece cuando llueve
o si abro los ojos al oriente.
Tengo un poco más de la mitad de mi vida
y dicen que formo parte de la clase media
que estoy en medio
justo en el casi
y no llego a fin de mes
sardina por salmón
sonrisa a crédito.
Tengo
la rabia contenida en las manos
las manos hinchadas
sin decir que no quería esto
porque no lo quiero.
Que afuera la pira agrieta el cemento
que quién soy yo para que no tarde en atravesarme a mí
que qué es mi sangre, sino la mutación de la hiedra.
Tengo cuarenta años
y ningún manual para aprender a morir.
 
CINE
Nos amenazan con que volverán, y todavía no se han ido. Su regreso, el verdadero, ha sido recurrente en la historia. En 1973, cuando acabaron con Allende, aproximadamente 2.200 niños fueron torturados a cambio de que informasen dónde estaban sus padres, militantes de partidos de izquierda. Quemados con cigarros, drogados, expuestos a las torturas de sus abuelos, secuestrados, detenidos.
Macarena Aguiló, cineasta chilena lo cuenta en su obra documental El edificio de los chilenos. Tenía tres años cuando la obligó el Estado pinochetista a informarles el paradero de sus padres Margarita Marchi y Hernán Aguiló, ambos militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria.
A finales de los setenta, los padres -perseguidos políticos- regresaron a Chile a luchar contra Pinochet y dejaron a unos sesenta niños en un proyecto comunitario llamado Hogares, en Cuba, a cargo de veinte padres sociales.

El peor de los temblores chilenos no termina por ser nítido, pero las heridas las llevan puestas.

Película: El edificio de los chilenos
Dirección: Macarena Aguiló
Producción: Chile - Francia - Cuba - Holanda
Año: 2010

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Libro:

LAS OLAS (extracto)
Por Virginia Wolf (Inglaterra)

Si yo pudiera creer, dijo Rhoda, que hay que envejecer buscando y cambiando, debería liberarme de mi miedo: nada persiste. Un momento no lleva a otro. La puerta se abre y el tigre pega el salto. Ustedes no me vieron llegar. Di una vuelta alrededor de las sillas para evitar el horror del salto. Tengo miedo de todos ustedes. Le tengo miedo al choque de la sensación que salta encima mío porque no puedo manejarlo como ustedes lo hacen – no puedo hacer que un momento se una al siguiente. Para mí cada uno es violento; cada uno está separado; y si caigo bajo el choque del salto del momento ustedes van a estar encima mío, deshaciéndome a pedazos. No hay ninguna meta o final a la vista. No sé como ir minuto a minuto ni de hora en hora, ni resolverlos gracias a alguna fuerza natural hasta que formen esa total e indivisible masa que ustedes llaman vida. Porque tienen una meta a la vista: ¿una persona junto a quien sentarse, una idea, su propia belleza? No lo sé, sus días y horas pasan como las ramas de los árboles del bosque y el suave verde del bosque se sube a un perro de caza que corre persiguiendo un aroma. Pero no hay ni un solo aroma ni un solo cuerpo para que yo lo siga. Y no tengo un rostro. Soy como la espuma que se desliza sobre la playa o la luz de la luna que cae como flechas ahora sobre una latita, ahora sobre la espina de una planta, o en un hueso o en un bote medio comido. Soy llevada hasta las cavernas, me agito como una hoja contra corredores interminables y debo presionar mi mano contra la pared para descorrerme.
Pero como por sobre todas las cosas quiero tener un alojamiento, pretendo, mientras subo las escaleras poniéndome detrás de Jenny y Susan, que tengo una meta a la vista. Me subo las medias tal como ellas se las suben. Espero que ustedes hablen y luego hablo como ustedes. Soy llevada por Londres hasta un punto particular, un lugar particular, no para verte a vos o a vos o a vos, sino para encender mi fuego en esta hoguera general que ustedes encienden, ustedes que viven completamente, sin divisiones, sin que les importe.

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