En esta casa, no se toca la campana por
tocar
primero, se llama por la ventana
se asoma por el ojo de la puerta
y, antes de pasar, una se quita las
medias.
Un pasillo de labios tributan al río
mayor
En la periferia de sus piernas la
lengua dibuja una laguna de carne
Un trampolín de dedos enciende la
pequeña vela
el fuego tintinea la luz en una
habitación tan ancha como un pasillo.
En la cocina arde un par de ollas
burbujea la miel
y los lienzos incendian la mesa.
En el jardín las flores pierden las
hojas y desnudan el polen.
En la sala la ficción del tercermundo
le da la vuelta a tu planeta
hasta voltearte patas arriba
con la falda como capucha.
En la red de sus manos muere la bestia
de tela.
Y conversan sus dos labios, los cuatro
míos.
En su mentón tirita mi palabra
una fila de hormigas
con rabos largos, de pausas diminutas:
Este es mi hogar
he vuelto del silencio
a llover sobre la tierra seca
a bañar los surcos
a calmar el hambre
a cantar sobre las vainas
a que circule la sangre.
Mi hogar,
el cuenco de tu boca
por donde camina el mar
la leche de la tierra.
Mi lar,
la noche oscura del alma
la piel de la arena, la crin de una
ola.
La mañana se evapora en un gemido.
Otro grito hecho coral, un animal de
arrecife devuelto al asfalto.
Brota a la superficie a creer que
respira.
El hogar es una boca.
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