Habían quedado en el bar del callejón,
el de los poetas.
Apenas se vieron y se saludaron, un
beso en la mitad de la boca había abierto entre ellos el flujo de
sus aguas abajo. Se tomaron un par de cervezas, conversaron poco.
Ella le preguntó si en algún momento completaría el beso. Él no
le permitió terminar la frase y sin mediar público le estampó la
lengua en su lengua. Lo tomó de la mano y corrieron las escaleras.
En éste y aquel hotel no encontraron. Buscaron en todo el bulevar,
pero no hallaron la bolsita de plástico.
Sudaron la fiebre en el corricorre.
Y decidieron sentarse en un parquecito
a decirse los nombres.
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En Venezuela es un laberinto coger sin
angustias.
No se consigue con facilidad, a menos
que una choque de frente con la suerte, condones (que bachaqueados
cuestan 800 Bolívares -el trío- aproximadamente), pastillas
anticonceptivas (algunas cadenas farmacéuticas exigen -ilegalmente-
récipe para obtenerlas), la pastilla del día después, la
misoprostol (que abonan el mercado negro), ni productos llamados de
la higiene femenina como óvulos, cremas, lavados, entre otros, todos
sustituibles por vapores y yerbas.
Esta realidad -que bien pudiera
adjetivarse como urbana- potencia el aumento de los contagios de las
Enfermedades de Transmisión Sexual, el embarazo adolescente, que en
el país representa una cuarta parte de sus mujeres, los embarazos no
deseados y en consecuencia la cantidad de abortos clandestinos.
En la continuación de nuestras
contradicciones, o corres o te encaramas: si tiras sin protección y
es sexo ocasional (que le mientan) estás en riesgo de enfermar, o de
embarazo, también de muerte materna por la práctica de abortos
inseguros.
Si mantienes relaciones sexuales con
una pareja estable y no conoces métodos alternativos, ni el
funcionamiento de tu cuerpo, los dos últimos riesgos te pertenecen:
preñez e interrupción peligrosa.
Recordemos que el aborto en Venezuela
es condenado con prisión que, según el Código Penal ratificado en
2005 por la Revolución Bolivariana, va de seis meses a dos años
para la mujer y hasta tres años para quien la ayude a provocarlo.
Aumenta la pena si la mujer muriera en la práctica.
En Uruguay, después de despenalizado y
siendo atendidos en centros de salud, disminuyeron los índices de
muertes producto del aborto, a cero.
Pero en Venezuela, sigue siendo el
aborto una cuestión de clase, porque la mujer que tiene dinero paga
a un médico y la que no, recurre a métodos inseguros que pueden
provocar la pérdida del feto sí, y también de los órganos
reproductivos e incluso la muerte.
Siendo una consideración de tipo
religioso -principalmente- la que mueve a la prohibición del aborto
por parte de los Estados “laicos”, tipo Venezuela, otra
contradicción atiza el patriarcado: el Papa perdona a las que
abortan, pero nuestros políticos no (perdón con el que podemos
lavarnos el culo, por cierto).
Hablemos del miedo: colocación de
cuerpos extraños (como palos, ganchos de ropa o huesos de pollo)
dentro del útero; sondas; ramas de perejil introducidas en el útero;
lavados con jabón azul; beber trementina; blanqueadores o té
elaborado con estiércol de ganado; saltar desde lo alto de una
escalera o de un tejado.
El miedo además es generalmente
femenino, porque la deserción masculina, la paternidad irresponsable
es el pan nuestro. La literatura sobre el aborto nos dice que una de
cada dos mujeres embarazadas en Latinoamérica, aborta. Y que en
Venezuela, muere por esta razón una mujer cada semana.
Entonces, ¿coger o no coger? ¡Helo
allí! En una sociedad que no coge, o sobreviven los malcogidos es
normal que cualquier roce o te ponga caliente y lo expreses
violentando a toda aquella, o lo reprimas y lo expreses violentando a
todo aquel. Y como dice la canción “no hay nada más antiecológico
que un infeliz”.
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Una alternativa ancestral para
controlar los períodos de fertilidad y concepción nos remite al
conocimiento de nuestros ciclos, nuestra temperatura, de nuestro
cuerpo y el uso de métodos naturales para tal fin.
En internet abunda información al
respecto, pero no hay mejor manera de volver a la raíz que de la
mano de otra mujer que haya vivido o quiera experimentar lo que
durante toda la historia hayan vivido y experimentado otras mujeres.
Para más señas, tener en las manos el
cuerpo es poder reconquistar nuestro territorio. En el país hay
mujeres activas que transmiten sus conocimientos y sirven de canales
para que otras hagan lo propio, a través de talleres de Ginecología
natural, elaboración de toallas de telas, y uso de pastillas para
abortar.
-Taller de Ginecología Natural y
elaboración de toallas de tela, Zulia: gerimorada@gmail.com.
-Taller de Fertilidad y Anticoncepción
Natural de Sabiduría Lunar: sabiduria.lunar@hotmail.com.
-Línea Aborto Información Segura
0426-1169496.
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Y se fueron los malcogidos a sus casas,
a instrumentar el encuentro consigo ¡Arriba las manos!
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