1. Violácea.
Casi
una semana lleva Marialex sin salir del cuarto. Tampoco
responde las llamadas. No quiere hablar con nadie. No quiere ver,
mucho menos que la vean. “Debe ser que tiene la regla”, comenta
alguno.
“Eso le pasa por llevar minifalda
cuando no conviene”, adelanta otra.
Le pasó a su madre, a la madre de su
madre y a ella.
Antes no hubo ley que la protegiera.
Hoy, la hay... pero como si no.
Ella remonta un miedo ancestral, en lo
que parece una balsa contra un tsunami. Un mapa de minas sin
explotar. Pero Marialex -además- tiene que agradecer. Está viva.
No quiere estarlo.
Y tú apareces en mi ventana,
suave y pequeña, con alas blancas.
Yo ni respiro para que duermas
y no te vayas.
suave y pequeña, con alas blancas.
Yo ni respiro para que duermas
y no te vayas.
No tengo qué explicar que le pasó.
Aun sin decirlo, todos lo saben.
Asumieron la libertad del viento en su
vestido como la invitación al destrozo de un huracán.
2. Enfermedad histórica.
Con
la puerta cayó sobre ella una madeja de puños. Los insultos
le perforaron un pulmón, y el alma tanto más. Él había regresado
del trabajo con la rabia contenida, a punto del disparo.
Sobre ella el plato hirviendo.
“Demasiado caliente”. Sobre ella el ventilador. “Demasiada
frialdad”.
Los hematomas en la cara tienen
testigos, también los del vientre: sus hijos.
Creció él y también su agujero,
donde iban a parar los coscorrones, los pellizcos, las cachetadas,
los empujones, los gritos, el “cuando llegue a casa, ya veremos”.
La madre, para que el padre no llegara a su cuarto, “provocaba”
la golpiza primera. Nunca, apretarse los oídos pudo contener el
ruido. Se escapaba mientras la paliza acontecía. Volvía cuando el
odio dormía.
A él, le temía. A su madre, le
reclamaba. No supo nunca la cura.
Que maneras más curiosas
de recordar tiene uno,
que maneras más curiosas:
hoy recuerdo mariposas
que ayer sólo fueron humo,
mariposas, mariposas
que emergieron de lo oscuro
bailarinas, silenciosas.
de recordar tiene uno,
que maneras más curiosas:
hoy recuerdo mariposas
que ayer sólo fueron humo,
mariposas, mariposas
que emergieron de lo oscuro
bailarinas, silenciosas.
3.
Crimen pasional.
La mató, porque la amaba decían en el
barrio. Al común le daba tristeza que estuviera embarazada. “Él
no sabía”, lo excusan. “Si hubiera...”.
Eras como esos días en que eres la
vida
y todo lo que tocas se hace primavera.
Ay, mariposa, tú eres el alma
de los guerreros que aman y cantan,
y eres el nuevo ser que se asoma por mi garganta.
y todo lo que tocas se hace primavera.
Ay, mariposa, tú eres el alma
de los guerreros que aman y cantan,
y eres el nuevo ser que se asoma por mi garganta.
4. Marcha.
Ella
iba a marchar contra la violencia de género, pero él la
encerró. Los golpes no los tapaba maquillaje ¿Dónde estaban todos
lo que hoy protestan contra su muerte, cuando se quedó sin cuerpo,
cuando le robaron el alma? ¿Después de marchar, a cuántas
castigarán?
Hoy viene a ser como la cuarta vez
que espero
desde que sé que no vendrás más nunca.
desde que sé que no vendrás más nunca.
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Este es el espacio donde debería ir la
nota de la concentración en Argentina, pero para eso, usted puede
consultar tantos miles de diarios, porque hasta la BBC de Londres lo
reseñó.
Mientras se sucedía la marcha más
grande hecha en contra de los femicidios, a unos pocos kilómetros
del encuentro, un hombre mató a su hijastra con un puñal, hirió de
gravedad a su esposa y se suicidó.
Se registra que cada 30 horas muere una
mujer en manos de un macho, por el simple hecho de ser mujer ¿Cuántas
en Venezuela? ¿Se lleva registro, se denuncia, se marcha?
Una vieja historia me ocupa como método
postraumático. La de la Abuela australiana que luego de que su nieta
fuera violada, logró conseguir a los autores de la atrocidad y les
baleó los testículos. A uno dejó sin pene y al otro -aunque fue
“salvado”- le dejó inútil para la barbaridad.
Pero ¿amputando se acaba el problema?
La violencia en contra tiene tantos rostros tantas muertes consiga
¿Cómo podremos detener el crecimiento de esta espina, cuando su
raíz está podrida?
¿Cómo hacemos para que “ni uno más”
nos haga gritar “ni una menos”?
No menosprecio la reunión de
voluntades, porque en la visibilización podemos resolver lo
público... pero ¿quién acude a lo doméstico? ¿Cuántos
maltratadores habrán marchado, y sonreído a la foto? ¡Cuánto
bicharraco haciéndosela de pájaro! Cuando la suma resta, ni uno
más.
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