Amanece y mi primer
café me da para pensar en los tres platos de hoy, aunque no tengo
hambre y me cuesta concentrarme en beberlo.
Tengo indigestión del
lilamorillismo político en Venezuela. Una especie de mezcla de la
masa farandulera y la política que ahora (y siempre) pretende
resolver con cuentos de novela (mala y mayamera) lo que con el
raciocinio no puede.
Es la cultura del
espectáculo heredera del jolibud que mató a Marilyn Monroe por
tener un jujú con Kennedy, la que hizo a Reagan presidente, a
Schwarzenegger
goberneitor, aquella que sacó provecho del sexo oral de
Lewinsky a Clinton, la misma que presta sus rostros para campañas de
reclutamiento en los ejércitos del tío Sam, o a través de sus
películas nos dice a quiénes juzgar (a los musulmanes por ejemplo),
y de quienes debemos sentir lástima y culpa eternas (de los judíos
por ejemplo).
Ya lo dijo Miranda:
bochinche, puro bochinche... Aquí es que todo lo resolvemos con el
chalequeo, y la burla, sino es que fuéramos los más reconocidos
kamikases.
Primer plato
Desde la última
campaña electoral de Chávez, la introducción de “los artistas
con la revolución” ambicionó conseguir la aprobación de buena
parte de la población embelesada por la Industria del espectáculo.
Fue así como la camada
de “estrellas” chavistas eclipsaron a cultores y se ahora se
confunden -en su razón de ser- periodistas y comediantes, actrices y
primeras damas, aspirantes a diputados y Misters Venezuela.
En el búnker en el que
se transformó la Televisora Venezolana Social -Tves-, se promociona
más la figura de su presidente que las bondades del socialismo, o se
ruega suavizar los radicalismos mientras exhiben las tetas operadas
de la modelo de turno: Tanto morir para nadar en la orilla.
Mucho humo, poco café.
Merienda
La repetición de
antivalores como mecanismo para atraer a la ya alienada audiencia se
constata con la muy anunciada Señorita Venezuela, concurso con el
que Tves emula al bodrio de Miss Venezuela, la máquina de
reproducción del sistema que somete a los estereotipos del silicón
a las mujeres.
Se me enfría el
guarapo.
Segundo plato
El segundo plato de
Patricia de Ceballos -Luis Chataing- es más importante para el
periodismo que los dólares “extraviados” y sus respectivas
empresas de maletín, en la más insostenible historia de corrupción,
o que el rastro y la identificación de los artífices de Dólar
Today.
La defensa de la
familia nuclear, del rancio moralismo religioso, es una insignia
burguesa. Violar el derecho a la privacidad en las comunicaciones
garantizado por la constitución, es otro emblema del abuso de poder,
propio del autoritarismo.
Cómo no es suficiente
que Ceballos sea un facho, responsable de varias muertes, desviador
de recursos para la guarimba y por lo tanto corrupto, sino y lo más
importante para nuestros medios: un cornudo. Chisme mata argumento.
No importa que quien
haya derramado este vaso de agua se diga chavista. Porque no dudo que
sea la propia gente de derecha, metiéndose el pie, en el desangre
que significa el liderazgo por administrar las reservas de oro más
grandes del planeta. La piñata.
Estoy pensando cambiar
de tinto.
Merienda
Este aperitivo es
dulce. Me cago de risas con el gesto de Richard Blanco a lo superman,
descubriendo la camisa de la selección española. Para mí no hubo
equívoco. Pregúntese donde reverbera la gusanera venezolana.
Respóndase, sin caerse a coba, que la más urgida se encuentra en
Madrid. Ésa es su selección, la de la unidad, la del súbdito, la
del cipayismo criollo.
Se me derramó el café
con la primera carcajada.
Tercer plato
No hay modo en que la
oposición venezolana no convierta su frustración en violencia. La
historia les jaqueó la victoria. Alguien les dijo que raspándose el
coco “tumbarían” al Presidente de la Asamblea Nacional ¡Que
caiga el Cabello!
¿Sabrán que los
cabezas rapadas (o skinheads), uno: nacieron con el movimiento obrero
comunista, y dos: que una parte de esta subcultura se transformó en
la representante más reaccionaria del neonazismo?
Una máxima reza que no
hay publicidad mala.
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Y saben una cosa, a mí
no me gusta el café.
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