martes, 2 de junio de 2015

Gastronauta 37: Tres golpes



Amanece y mi primer café me da para pensar en los tres platos de hoy, aunque no tengo hambre y me cuesta concentrarme en beberlo.
Tengo indigestión del lilamorillismo político en Venezuela. Una especie de mezcla de la masa farandulera y la política que ahora (y siempre) pretende resolver con cuentos de novela (mala y mayamera) lo que con el raciocinio no puede.
Es la cultura del espectáculo heredera del jolibud que mató a Marilyn Monroe por tener un jujú con Kennedy, la que hizo a Reagan presidente, a Schwarzenegger goberneitor, aquella que sacó provecho del sexo oral de Lewinsky a Clinton, la misma que presta sus rostros para campañas de reclutamiento en los ejércitos del tío Sam, o a través de sus películas nos dice a quiénes juzgar (a los musulmanes por ejemplo), y de quienes debemos sentir lástima y culpa eternas (de los judíos por ejemplo).
Ya lo dijo Miranda: bochinche, puro bochinche... Aquí es que todo lo resolvemos con el chalequeo, y la burla, sino es que fuéramos los más reconocidos kamikases.


Primer plato
Desde la última campaña electoral de Chávez, la introducción de “los artistas con la revolución” ambicionó conseguir la aprobación de buena parte de la población embelesada por la Industria del espectáculo.
Fue así como la camada de “estrellas” chavistas eclipsaron a cultores y se ahora se confunden -en su razón de ser- periodistas y comediantes, actrices y primeras damas, aspirantes a diputados y Misters Venezuela.
En el búnker en el que se transformó la Televisora Venezolana Social -Tves-, se promociona más la figura de su presidente que las bondades del socialismo, o se ruega suavizar los radicalismos mientras exhiben las tetas operadas de la modelo de turno: Tanto morir para nadar en la orilla.

Mucho humo, poco café.

Merienda
La repetición de antivalores como mecanismo para atraer a la ya alienada audiencia se constata con la muy anunciada Señorita Venezuela, concurso con el que Tves emula al bodrio de Miss Venezuela, la máquina de reproducción del sistema que somete a los estereotipos del silicón a las mujeres.

Se me enfría el guarapo.

Segundo plato
El segundo plato de Patricia de Ceballos -Luis Chataing- es más importante para el periodismo que los dólares “extraviados” y sus respectivas empresas de maletín, en la más insostenible historia de corrupción, o que el rastro y la identificación de los artífices de Dólar Today.
La defensa de la familia nuclear, del rancio moralismo religioso, es una insignia burguesa. Violar el derecho a la privacidad en las comunicaciones garantizado por la constitución, es otro emblema del abuso de poder, propio del autoritarismo.
Cómo no es suficiente que Ceballos sea un facho, responsable de varias muertes, desviador de recursos para la guarimba y por lo tanto corrupto, sino y lo más importante para nuestros medios: un cornudo. Chisme mata argumento.
No importa que quien haya derramado este vaso de agua se diga chavista. Porque no dudo que sea la propia gente de derecha, metiéndose el pie, en el desangre que significa el liderazgo por administrar las reservas de oro más grandes del planeta. La piñata.

Estoy pensando cambiar de tinto.

Merienda
Este aperitivo es dulce. Me cago de risas con el gesto de Richard Blanco a lo superman, descubriendo la camisa de la selección española. Para mí no hubo equívoco. Pregúntese donde reverbera la gusanera venezolana. Respóndase, sin caerse a coba, que la más urgida se encuentra en Madrid. Ésa es su selección, la de la unidad, la del súbdito, la del cipayismo criollo.

Se me derramó el café con la primera carcajada.

Tercer plato
No hay modo en que la oposición venezolana no convierta su frustración en violencia. La historia les jaqueó la victoria. Alguien les dijo que raspándose el coco “tumbarían” al Presidente de la Asamblea Nacional ¡Que caiga el Cabello!
¿Sabrán que los cabezas rapadas (o skinheads), uno: nacieron con el movimiento obrero comunista, y dos: que una parte de esta subcultura se transformó en la representante más reaccionaria del neonazismo?
Una máxima reza que no hay publicidad mala.

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Y saben una cosa, a mí no me gusta el café.

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